sábado. 20.04.2024
genova 13 ayuso

Aunque llegué a intuir que era un error estratégico y táctico prestar atención y escribir sobre la Sra. Díaz Ayuso antes de las elecciones, es lo cierto que, pese a morderme los puños, caí en la trampa y no pude evitar dedicarle unas líneas desde esta misma publicación (i). Me perdió el impulso polémico o como dicen en el Sur ser “jablaor” de más

No pretendo volver sobre las elecciones autonómicas de Madrid, que bastante hastío y depresión ya nos han causado. Personalmente he pasado a considerarme ex madrileño o madrileño exiliado extrañado en Madrid. Incluso he barajado la posibilidad de “externalizar” mis impuestos a otra Comunidad. Aunque sí tomaré estas elecciones como punto de partida para llegar a conclusiones nuevas.

De alguna manera, el “caso IDA” pone de relieve cómo alguien desde la más absoluta de las nadas acaba investida de un liderazgo político nacional… Y todo ello situándose en las antípodas del “self made man/woman”. Manuel Jiménez de Parga se burlaba en sus clases universitarias del “self made man” americano explicando su funcionamiento real: señor que pasa por diferentes puestos y va ascendiendo lentamente y a fuerza de mérito y tiempo. Hasta que un buen día fallece la propietaria de la Empresa, que resulta ser la abuela del interfecto, y así se hace con el principal paquete accionarial y se ve impulsado a la cima del poder. Está claro que Doña Isabel no responde a este modelo, ni siquiera si prescindimos de la broma familiar.

Ciertamente la izquierda sobrevaloró la candidatura de Díaz Ayuso permitiéndole generar una dialéctica absolutamente fuera de lugar. Establecer un debate con el Gobierno de la Nación, que no es su igual ni su referencia, situarse por encima de su realidad. La engrandecieron. Las elecciones no eran elecciones generales, sino autonómicas. De las diecisiete que se celebran en este país más o menos cada cuatro años, en este caso dos. Más europeas, generales y locales. Es comprensible el estupor que ha causado y causa en el resto de los territorios autonómicos la significación atribuida a estas elecciones en demérito de las que se celebran en los demás. De alguna manera, Díaz Ayuso se salió con la suya de que “Madrid es España”. A esa sobre significación contribuyeron indiscutiblemente de manera refleja Pablo Iglesias presentando su candidatura desde la Vicepresidencia del Gobierno para un cargo regional y Pedro Sánchez entrando directamente al debate con Díaz Ayuso e incluso visitándola en la Puerta del Sol, a domicilio sin respeto del protocolo, para encima salir escaldado por los desplantes de esta Señora.

Únanle errores imperdonables como hablar de subidas de impuestos, tarifas eléctricas o supresión de tributación conjunta en el IRPF que son cuestiones que en el parvulario de politología se aprende que hay que rehuir en plena campaña. Iván Redondo debió estar al borde del colapso. Y omisiones importantes. La izquierda no incidió en el estúpido discurso de la candidata. Ni siquiera cuestionó el concepto de “libertad” que parecía tomado de los anuncios de Tampax (poder correr, poder montar en bicicleta, poder montar a caballo…). Allí donde hablaban incomprensiblemente de libertad o socialismo, la mayoría del electorado ingenuamente entendía “vuelta a la normalidad”. ¿Quién no quiere volver a la normalidad? Tampoco la encendida defensa del sector hostelero que en realidad no era tal sino de los fondos de inversiones y los grupos de inversores especializados en hostelería que parasitan el sector. Muchos de ellos, unos y otros, en manos del joven pijerío de Madrid. Me refiero a Alonso Aznar y sus amiguetes, los Chavarri, Grupo Lalalá, Grupo Larrumba…Pongamos que hablo de Ponzano.

La cuestión hostelera fue indebidamente afrontada porque no es un sector único, tiene fisuras, intereses contradictorios que la izquierda no supo poner de manifiesto ni arrojar a la cara del PP: no son lo mismo las tabernas madrileñas que el turismo de sol y playa que es el que, desgraciadamente y por nuestro desarrollo histórico, nos posibilita equilibrar la balanza comercial en buena medida. Cargarse la temporada turística o buena parte de ella en Baleares, Canarias, Cataluña, Levante, Andalucía…, como parece que va a suceder especialmente por la pérdida del turismo británico, por no haber adoptado medidas radicales en su momento o haber acelerado la desescalada antes de tiempo, no puede considerarse que sea una defensa de la hostelería y menos del país. Es una irresponsabilidad por la que el Gobierno de la Comunidad de Madrid, debería responder. A ello hay que añadir que esa política de defensa de la hostelería del PP madrileño postergaba los intereses vecinales generando importantes nichos de voto que no se movilizaron. Son muchos los ex madrileños, como yo, hartos de la ocupación de las aceras, de las plazas de aparcamiento, de las calzadas de calles peatonalizadas ex profeso para su lucro por el terraceo…Son muchos los ex madrileños hartos del ruido que se extiende hasta altas horas de la madrugada y del incumplimiento general de la ordenanzas municipales por el propio Ayuntamiento, que funciona al margen de las mismas con normativas de excepcionalidad de dudosa legalidad.

Súmenle que la izquierda dio plena credibilidad desde el principio, asumiendo el papel de perdedora, a las encuestas encargadas por los medios reaccionarios de este país, que sabido es que su finalidad no es acertar sino influir, predeterminar los resultados. Esa es la causa de que nunca acierten. Que ni siquiera se lo proponen. Su acierto consiste en que ser contratados y volver a serlo pese a sus evidentes errores.

Mucho se ha hablado de la tontuna de la actual Presidenta, pero siendo un problema no creo que sea el problema. Debemos acostumbrarnos porque hay una marcada tendencia a la tontocracia, entendida como gobierno de los mediocres e incluso de los inútiles. En España la cosa empezó con la transición en la que estúpidamente nos hicieron identificar político joven y cambio y eran tiempos de cambiar. Pronto se vería que muchos de esos jóvenes políticos carecían de fuste, de fundamento que diría Arguiñano o sustancia que dirían nuestras madres. Kouroscracia es el neologismo que me he inventado para referirme a esa nueva clase política caracterizada por su vacío de fondo y sus adornadas, culteranas formas. Especialistas en nada salvo en nadar en el específico ámbito político. El término no se refiere al “poder de los jóvenes”, que nunca lo han tenido y cada vez distan más de él, sino a los “jóvenes en el poder”. Hay que vender producto joven, fresco, sin arrugas… Los programas y la propaganda política se han sustituido por la publicidad y el marketing y los políticos no son quienes gestionan los servicios del Estado, sino la imagen de la marca. Es de creer, que por debajo de esa estructura de modelos sin oficio, actores frustrados y hombres de paja hay una estructura real, invisible.

La kouroscracia ha creado una subclase política hoy dominante en nuestro país integrada por gentes sin experiencia profesional, laboral, vital… pero que lavan más blanco o alivian las hemorroides. Por lo general inútiles socialmente, pero bien entrenados para guerrear en la estructuras de partido/sindicato/asociación empresarial. En ningún caso se les puede infravalorar, han llegado zancadilleando, traicionando y matando, metafóricamente. Sin embargo eso no es precisamente lo peor, sino la multiplicación de tontos/mediocres/inútiles a la sombra de la kouroscracia. Lo peor es que si hacemos recuento de las últimas dos décadas, no hace  falta más, descubriremos la implantación que parece definitiva de la tontocracia. Con excepciones, cualquiera que sea joven, guapo y “dé”, es digno de convertirse en político. Algo así como lo de Milli Vanilli .Eso sí, imprescindible el buen pico.

Esta tendencia no es algo propio de nuestra civilización y cultura, ni de nuestras estructuras marcadas por una inacabada transición. Aunque aquí vayamos servidos. Estamos ante un fenómeno universal que descubrimos sin dificultad en Reino Unido, Francia, Italia… Incluso los U.S.A. que apunta en la lista a Ronald Reagan, George W. Bush y Donald Trump entre los políticos tontos más exitosos y respaldados electoralmente. Sin duda George W. Bush es el más representativo de la tontocracia. Basta que busquen y vean en su plataforma digital “Vice”, la película de Adam McKay de 2008, o que le pidan a Google la búsqueda de las innumerables colecciones de sus citas célebres. Pero más allá, con George W Bush se plasmaron los ideales anarco-capitalistas en su forma más extrema: la dilución del Estado por privatización de sus funciones. Incluso las más específicas como la defensa nacional o las policiales, incluida la tortura de los combatientes enemigos, o el control de la gestión pública encomendada a Corporaciones privadas. Hasta el punto de que ha habido quien ha entendido que el sistema había sido sustituido por un nuevo sistema de base “corporativista” (ii). Obviamente, la desaparición de la función política relativiza, de momento, la necesidad y calidad del órgano.


(i) Carta abierta a Doña Isabel Díaz Ayuso. Nueva Tribuna 12 de Mayo de 2021.
(ii) Naomí Klein. La doctrina del Shock. El Auge del Capitalismo del Desastre. Paidós 2007. Actualmente en el Tatro Valle Inclán del C.D.N. se representan Shock 1 y Shock 2, dramatizaciones basadas en el Libro de N. Klein.

La tontocracia: políticos idiotas para electorados estúpidos