jueves. 28.03.2024
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Las Comisiones Obreras están en procesos congresuales. La fórmula es la más democrática existente y posibilita la participación de toda la afiliación desde la base y a través de las asambleas para discutir acerca de ideas a ejecutar y también elegir a quiénes deben ejecutarlas. En CCOO siempre se ha dado el debate, a veces de una forma muy “vehemente”, como calificaba el otro día el secretario general de CCOO de Madrid, Jaime Cedrún, en un artículo en el que lo fundamental eran los últimos párrafos y un paréntesis: “… Mi deseo es que sea un Congreso de unidad, de optimismo (bastante pesimismo y drama nos rodea), al que lleguemos para celebrar la democracia interna y la pluralidad que siempre nos ha caracterizado”.

Las Comisiones Obreras existen porque existe desigualdad y, como argumenta Nicolás Sartorius en su último libro (“La nueva anormalidad”), la esclavitud ha adquirido ahora nuevas formas: la “trata de blancas”, los “riders”, los temporeros…, pero también las masas de inmigrantes que se arrastran de un lugar a otro, en la miseria, sin derechos. Aporta el fundador de CCOO un dato de la OIT estremecedor: en África, el 85% es economía sumergida; el 65% en Asia; el 40% en América Latina, y el 20% en Europa. Y el fundamento de la esclavitud es parecido: “sometimiento total de la vida de unos a otros, por el poder de los menos y la necesidad de los más”. Y, curiosamente, “cuanto más necesarias resultan esas personas más invisibles son”.

El sindicato es una herramienta para combatir esas nuevas formas de esclavitud. El sindicato no es un fin en sí mismo. El día que deje de ser un instrumento útil desaparecerá, por eso necesita una buena porción de materia gris que alerte de “por dónde van las cosas” para adelantarse a ellas y actuar pragmáticamente. El futuro es evidente que ya tiene nombre de mujer, sólo hay que ver la reacción ultra ante los derechos de las mujeres, que suponen la mitad de la humanidad. El segundo vértice de ese futuro posee grandes beneficios y grandes peligros: la digitalización. El tercer vértice, que también llena de debate el sindicalismo de clase, es la sostenibilidad, el medio ambiente, el cambio climático o mejor, antes de que la era Bush ganara la batalla de las palabras: el calentamiento global.

Ese pragmatismo de las Comisiones Obreras siempre ha tenido éxito porque se ha basado en el binomio: presión / negociación. Con radicalidad en el fondo, pero no en las formas, con puño de hierro en guante de seda. Cuidado, pues, con los leninistas de nuevo cuño, que no han leído a Lenin; que no saben lo que son las “condiciones objetivas”; no se preguntan “¿qué hacer?” y rechazan la unidad. Piensan que la revolución son fuegos artificiales, desconocen lo que es la correlación de fuerzas y son simples amantes de revueltillas de gaseosa. Cuidado con los estalinistas de nuevo cuño. No olvidemos que Stalin pactó con Hitler un pacto de no agresión, hasta que el pacto se incumplió.

El ADN de CCOO

Muchas organizaciones y plataformas tienen el músculo formado por gentes de Comisiones Obreras porque…, en el ADN de las gentes, que no de la gente, de CCOO está el estar en todas partes, sin hegemonizar nada. En el ADN de las gentes de CCOO están escritas palabras como solidaridad, justicia y unidad. Por eso hay gentes de CCOO en asociaciones de vecinos, en plataformas culturales, en plataformas reivindicativas. La marea blanca, la marea, verde, la marea naranja…, todas las mareas no habrían sido igual sin gentes y gentes de CCOO.

También en el ADN de CCOO están las palabras dialogar, hablar, negociar. Y presionar para dialogar, hablar, negociar. En CCOO sí se sabe qué es la correlación de fuerzas, por eso en la Transición aquí no hubo una guerra civil ni una insurrección violenta para proclamar una República (las armas las tenían “los otros”), que llegará cuando se den las “condiciones objetivas”.

Las gentes de CCOO son bastante libertarias aunque sean las primeras y las que mejor se organizan cuando la situación lo requiere. Lo hemos visto, lo estamos viendo desde que la pandemia se instaló en nuestras vidas. Las gentes de CCOO tienen criterio, de ahí la pluralidad que siempre ha caracterizado al sindicato. Porque CCOO es eso, un sindicato de clase. Simplemente un lugar en el que se dan cita trabajadores organizados para defender sus derechos.

En las Comisiones Obreras hay personas del Madrid, del Athletic, del Atlético, del Barça…; ateas, cristianas, musulmanas, judías…; comunistas, socialistas, socialdemócratas, descreídos de los políticos actuales…; mujeres, hombres, heterosexuales, homosexuales, transexuales, jóvenes, viejos… Pero eso sí: luchadoras, luchadores que no se dejan domesticar, pero por nadie; personas que si se caen se vuelven a levantar. Por eso los poderes temen a las Comisiones Obreras.

Por eso en Madrid, laboratorio ultra de España, Esperanza Aguirre inauguró el ensañamiento contra las Comisiones Obreras. El sindicalismo de clase de CCOO y UGT fue la última barricada que le quedó a la clase trabajadora durante la crisis económica. Es la barricada que sigue levantada para derogar la reforma laboral, la reforma de las pensiones y mejorar el salario mínimo. Gobierne quien gobierne.

Recientemente recibí en el buzón de casa, como tantas y tantos, un reconocimiento por mis “más de 30 años constituyendo y consolidando las Comisiones Obreras de Madrid”, el mismo sindicato que fue el de mi padre, uno de tantos anónimos que posibilitaron un instrumento útil desde los tiempos del franquismo. La clase trabajadora, los más desfavorecidos, necesitan que en medio de esta pandemia y las pocas certezas de futuro se imponga un debate plural, sosegado y con sentido común en los congresos de las Comisiones Obreras.

Tiempo de congresos en las Comisiones Obreras