sábado. 20.04.2024
ivan redondo

Hace, más o menos, 35.000 años, el sapiens inventó el mito, es decir, la forma en que podía lograr, contándoles algo a los demás, su colaboración para actuar conjuntamente en alguna cosa. Parece que ahí comenzó el progreso de la humanidad.

Desde entonces, el mito ha sido el conglomerante de la vida social y lograr convencer a la gente de algo ha sido el pie forzado de cualquier actividad humana. Por eso nacieron los especialistas en convencer a la gente. Hoy, esos profesionales están viviendo una larga edad de oro en campos como el comercio o la democracia. Ya sean publicistas o asesores de imagen, poner cosas en el escaparate se ha convertido en algo esencial en nuestra vida cotidiana.

Me interesan mucho los asesores políticos y, de su necesidad, incluso he escrito algo anteriormente (“Maquiavelo hoy”. Sistema Digital. 2018 *). Su importancia radica, precisamente en la cantidad de mitos con los que tenemos que convivir cada día. Con tantas cosas de las que ocuparnos, es preciso captar nuestra atención y, si es posible, nuestra voluntad, para que compremos algo sea sólido, líquido o gaseoso. Y, ahí, están los asesores para lograrlo.

Pero estamos hablando de especialistas en lo que hacen. De la misma forma que un sastre solo se ocupa de hacer un traje para su cliente y un cocinero de darle de comer, pero nada más, un asesor político lo hace de la presentación más adecuada del producto que tiene que vender, sin entrar en más profundidades.

La profesionalidad de estos señores queda clara cuando en inglés se les conoce como "spin doctors" que, literalmente, se traduce como "doctores giratorios" y cuyo significado es que sirven lo mismo para un roto que para un descosido. Son lo contrario a un consejero espiritual, quien trata de intervenir en la ideología del aconsejado.

No, un asesor político a lo que se dedica es a procurar que su cliente tenga la mayor aceptación en el mercado y, para ello, le dice desde como tiene que peinarse hasta lo que tiene que decir y hacer en cada momento, pero no lo que tiene que pensar, porque para pensar ya está él, el asesor. Esto, además tiene una ventaja para el asesor: como el cliente no suele ser tonto, y piensa, cuando las cosas se terminan torciendo, el asesor le echa la culpa al cliente por haber pensado mal. Así, el asesor se puede ir de rositas y salir a la pesca de algún otro cliente. Latinoamérica es un buen caladero. USA es el mercado por excelencia pero, obviamente, es el más difícil y solo si eres excepcional puedes ir a buscar trabajo a la NBA de los spin doctors.

Mi interés en los asesores políticos me ocupa hasta en los momentos de asueto cuando veo la televisión. Me gustan las películas, y series, que tienen como protagonistas a los asesores políticos. Las alterno con las de atracos de bancos, que también me gustan. Las hay magníficas, las de asesores, sobre todo norteamericanas, pero también francesas, inglesas y alguna coreana. Pero lo que no aconsejo es ver en televisión a algún asesor “de verdad”. Cualquiera podría decir que todos los asesores políticos son personajes de ficción, pero yo no estoy de acuerdo. Una cosa es ver a Robert de Niro o Ryan Gosling encarnando a asesores que parecen de verdad que a asesores en activo que parecen de ficción.

Porque los hay que tienen claro eso que decía Galdós de que “El dinero lo ganan todos aquellos que, con paciencia y fina observación, van detrás de los que lo pierden”. Y lo quieren aplicar a la vida política traduciendo esa frase por la de que a los tontos de Carabaña se les engaña con una caña.

(“Maquiavelo hoy”. Sistema Digital. 2018 *)

Spin Redondo