viernes. 29.03.2024

La socialdemocracia alemana ha sido tradicionalmente fuente de inspiración para el conjunto de los socialistas europeos. Y en estos tiempos de transformaciones líquidas, de significantes sin significados y de tartufismo político sin medida, el candidato del SPD a la cancillería se ha atrevido a centrar su campaña en una idea revolucionaria: el respeto.

Se trata de una idea simple, clara y directa. Por tanto, muy eficaz. El respeto cuenta con una acepción doble: respeto como consideración y respeto como cuidado. La consideración nos lleva al entendimiento. Y el cuidado conduce a la cohesión. Esa es la sociedad que propone Scholz, la sociedad del respeto, el entendimiento y la cohesión.

La iniciativa debe valorarse en el contexto del debate político vigente, basado sobre todo en las identidades férreas, en las divisiones insuperables, en las confrontaciones permanentes… En los discursos políticos de hoy, la diatriba certera vende más que la llamada al diálogo; el “mantenella y no enmendalla” puede al esfuerzo de cesión mutua; y la apelación al miedo o al odio supera generalmente a cualquier querencia por el bien común.

Hacer política desde el respeto consiste en explicar las decisiones y argumentar las discrepancias. El respeto exige buscar soluciones a los problemas en lugar de incidir en los problemas para evitar las soluciones. Por tanto, alude al esfuerzo para el entendimiento en vez de la búsqueda constante del rendimiento que proporciona el conflicto.

El respeto en política es fomentar la participación, ejercer la transparencia y rendir cuentas. Es lo que el Gobierno de España procura, por ejemplo, en los informes semestrales de “Cumplimos” que presenta el Presidente en las ruedas de prensa de navidad y verano. Es lo que significa la Mesa de diálogo abierta con la Generalidad catalana. Es lo que supone la Comisión Parlamentaria sobre el precio de la luz que se constituirá próximamente en el Congreso.

La política respetuosa es la que no ofende la inteligencia de la ciudadanía proponiendo acabar con los impuestos que dependen de la administración que yo dirijo para, simultáneamente, reclamar recursos a las administraciones que dependen de los demás, para que sean ellas las que tengan que elevar sus propios impuestos.

La política del respeto impediría, por ejemplo también, facilitar la renovación de las instituciones democráticas cuando las mayorías democráticas me favorecen, pero bloquear esa renovación imprescindible cuando las mayorías ya no me vienen bien.

Pero la campaña de Scholz no limita la idea del respeto a las formas, sino que la aplica también a los contenidos programáticos de su oferta política. También lo hacemos aquí, aunque hasta ahora no lo hayamos expresado con este concepto tan revolucionario.

Trabajar por una recuperación económica que llegue a todos y a todas, de manera justa, es trabajar por una sociedad respetuosa y cohesionada. Ese es el sentido de la financiación de los ERTES que salvan empleos, de la subida de las pensiones por ley, de la instauración del Ingreso Mínimo Vital, de la elevación del salario mínimo…

Una política centrada en el respeto es la que procura la modernización de la economía y de la sociedad, evitando las brechas nuevas y las de siempre. Se trata de afrontar las grandes transiciones pendientes, como la ecológica y la digital, combatiendo a la vez las brechas tradicionales entre privilegiados y excluidos, entre hombres y mujeres, entre mayores y jóvenes. Y estando muy atentos, además, a las nuevas brechas entre urbanitas y rurales, entre digitales y analógicos…

Defender lo público como garantía de dignidad frente al “sálvese quien pueda”. Confiar en la ciencia en lugar de los bulos. Ofrecer a los jóvenes políticas públicas de vivienda, y cuidados a los mayores, e igualdad y libertad a las mujeres… Todo esto es respeto.

La idea se está formulando desde la socialdemocracia alemana. Pero los socialistas españoles llevamos mucho tiempo aplicándola. Y vamos a seguir haciéndolo.

Fotografía: Carmen Barrios

Scholz y la revolución del respeto