Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna
El viernes tuvo lugar en Madrid una reunión de presidentes autonómicos -disculpen que no la llame cumbre, una cumbre reúne a gente con distintas opiniones y con capacidad de negociar y decidir cosas, no sé cómo denominar a una reunión de amigos que comparten cargo-, que demostró de entrada por lo menos tres cosas: una, que el señor Feijóo toma por idiotas a los españoles, fotografiándose delante de las blancas columnas y ventanas del palacio de los duques de Pastrana, sospechosamente parecidas a las de la Moncloa, para que nos creamos que al final sí ha querido ser presidente; dos, que fuera de Madrid la señora Ayuso no tiene tanta fuerza como le gustaría: dijo el jueves que de reuniones bilaterales nada, y sus compañeras y compañeros le dijeron que harán lo que les parezca; tres, que los defensores de la unidad son muy amigos de la singularidad cuando se trata de dinero.
Las blancas columnas y ventanas del palacio de los duques de Pastrana, sospechosamente parecidas a las de la Moncloa
Las declaraciones de los reunidos dejaron pocas dudas de que, por muy plural que fuera la reunión, todos aspiran a ser tan singulares como critican. Y tienen razón: no tiene las mismas necesidades una comunidad de muchas hectáreas y pocos ciudadanos, que una comunidad insular, que una más castigada que otra por el cambio climático.
No, las necesidades son muy diferentes. También las necesidades políticas: esta semana, el digital El Pluralha revelado que en las autonómicas del 2012 el Partido Popular llevaba en su programa, concretamente en la página 8, una propuesta económica cuyo punto 2 rezaba: “trabajaremos para conseguir un nuevo sistema de financiación singular para Cataluña (…) en el marco de un modelo propio con capacidad normativa”, y cuyo punto 3 establecía: “aseguraremos que el nuevo modelo de financiación respeta el principio de ordinalidad”. Confieso que al leerlo me sorprendí: no pensaba que Esquerra llegara al extremo de copiar al Partido Popular. Pero ya ven.
Por donde no vamos a ninguna parte es por el camino de seguir instalados en el tacticismo y en la creencia de que se puede engañar sin fin a la ciudadanía
En esta misma columna, hace ya varios meses, vaticiné que cuando les llegara el momento a ellos nuestros guerreros de la derecha validarían todo lo que está haciendo el Gobierno actual. El hecho de que ya lo plantearan hace nada menos que doce años, incluso antes del famoso procés, no hace más que avalar que a veces los caminos no solo conducen todos a Roma, sino que no son tantos.
Por donde no vamos a ninguna parte es por el camino de seguir instalados en el tacticismo y en la creencia de que se puede engañar sin fin a la ciudadanía con proclamas solemnes, cuando lo que se busca en realidad es el pacto. No se engañen: el eje de la política, desde hace ya más de doscientos años, es el que deja a un lado a la derecha y al otro a la izquierda. Y la derecha siempre querrá pactar con la derecha. A la fuga o a la vuelta.