miércoles. 24.04.2024
pen farthing
@PenFarthing

Lo escandaloso de la noticia del pasado 30 de agosto, llamada “Operación Arca”, que permitió la salida de casi dos centenares de perros y gatos de Afganistán fue precisamente que no resultase llamativa, que no llamase la atención; o sea, que no fuera escandalosa.

Sabido es que ha dejado atrás a decenas de ayudantes y colaboradores afganos y que el ex soldado y ahora diputado conservador Tom Tungendhal no supo qué responder cuando un intérprete le preguntó: “¿Por qué mi hija de cinco años vale menos que un perro?”. Fue ese día cuando un charter procedente de Kabul aterrizó en el aeropuerto de Heathrow, a cuyo mando iba el exmiembro de la Royal Marine, Pen Farthing, aunque, al parecer, detrás estuvo la mismísima esposa de Boris Johnson, señora Carrie, ya que nadie ha salido a desmentir el rumor.

En Afganistan han quedado unos 150 británicos y al menos 1.100 colaboradores afganos. Que se sepa, sólo Andrew Fox, veterano de Afganistán, ha calificado de “locura” el haber dado preferencia en la evacuación a los perros frente a los ciudadanos británicos. Y es que, aunque parece que aún queda gente con dos gramos de sensatez, eso de la cordura, en general, va a menos. La tal “Operación Arca” de estos días viene a sumarse a tantísimos casos, cada vez más, de personas, generalmente de la tercera edad, que han extendido su “Síndrome de Diógenes” a los animales y viven rodeados de decenas y decenas de perros y gatos, generalmente abandonados, que han ido recogiendo de la calle y que malmantienen en condiciones higiénicas deplorables. En otros casos nos enteramos cuando el anciano ha muerto y los vecinos denuncian el horror ante el foco de inmundicia y peste que emana de la vivienda.

Se suma esto a casos como el de Brigitte Bardot, ya con 86 años, que ya ha donado todas sus posesiones a la Fundación que lleva su nombre, que recoge a más de 6.000 animales y que recibe donaciones permanentes de más de 75.000 personas. La Fundación está en las afueras de Saint Tropez, donde vive recluida con su cuarto marido, un exasesor de Le Pen, desde donde asegura que la Fundación, pase lo que pase, seguirá existiendo porque, declara, “Nunca ha sido el amor de un hombre lo que me ha hecho querer vivir; es la angustia que siento que experimentan los animales”.

Otro fenómeno de “Síndrome de Noé”, como el de tantos otros que saltan cada vez a la prensa, es el caso de millonarias que legan toda su fortuna para que, cuando ellas mueran, sus mascotas sigan viviendo en un gran hotel y tengan asegurado el menú principal y el cuidado exquisito hasta que su último aliento: correlatos B.B., podríamos decir.

Y ese es el problema, que no son anécdotas, es el síntoma, ya que, en nuestras civilizaciones occidentales, el número de hogares con mascotas está ya entre el 45 y el 48%. Y hablamos de síntoma porque cuando nos asomamos a artículos sociológicos, que los hay a cientos, que tratan de las relaciones entre los animales y el ser humano, tanto psiquiatras como sociólogos en general explican los beneficios, las ayudas y el soporte que suponen para tantos y tantos segmentos de la sociedad. Es más, lo que más destacan es el efecto terapéutico, y no sólo en personas con minusvalías, u otras de educación especial, que se dice genéricamente; no sólo en ancianos o personas que viven solas, también, por supuesto, en adolescentes, personas con procesos depresivos, curación de adictos y niños. Los psiquiatras saben muy bien que es una gran ayuda en cantidad de terapias y ese es el problema de nuevo. ¿A qué tipo de sociedad pertenecemos, en qué sociedad nos movemos cada día, cuando resulta que tantísima gente necesita terapia diaria para sobrevivir?

Sabido es el caso de nuestra reina Isabel II -ninfómana, que lo fue- por citar una entre tantas de la realeza mundial, quien tenía  palacio lleno de perros, ya que no había raza nueva que ella no se hiciera traer de París. Es sabido que nunca aprendió a vestirse sola, que se pasó toda su vida intentando aprender francés y que no se conoce que dijera dos frases seguidas en la lengua de los “gabachos”. Aparte de “ligarse” desde Salustino Olózaga al “general bonito”, su gran misión fue criar perritos; otro caso previo a la B.B. aludida. No Problem cuando eso es cosa de cuatro reyes por Europa y el mundo, el problema viene cuando ese síndrome afecta a la mitad de la población “civilizada”. El problema lo tenemos encima cuando vemos, cada día en nuestros barrios, cómo proliferan las peluquerías para perros, los psiquiatras caninos, las tiendas de modelos para mascotas y, por supuesto, las clínicas. Que una reina dé muestres de ñoñería, de infantilismo y de inmadurez, no tiene importancia, lo grave aparece cuando cualquier mindundi puede tirar de un bulldog o un cavalier, que ya aparecen representados en numerosas pinturas del siglo XVI, como tantos otros, y que ahora se caga “gentilmente” en el parque de su barrio. No es esta, ni mucho menos, la única costumbre que hemos imitado de los reyes. Lo de infestar las playas en verano para tomar baños de sol también viene directamente de nuestra Isabel II, quien, por ejemplo, el día de su abdicación en 1868, se encontraba en Lequeitio debido a su soriasis persistente.

En fin, oír por fin, con harta frecuencia esas simplezas de que “se les quiere más que a las personas” o de que “mi perro está muy bien educado”, no nos hace sino retomar el problema. Un perro estará bien amaestrado, bien domado; nunca puede estar bien educado porque no tiene libertad ni se va a rebelar contra su amo, como hacemos sistemáticamente contra nuestros padres cuando llega la adolescencia. Un animal de compañía no es, en la medida que corresponda en cada caso, sino una excrecencia, una prolongación del propio yo, a ras del suelo, eso sí, que utiliza el “sujeto supuesto saber” del que hablaba Lacan, para apoyo personal y ayuda, con más rango que el cayado o los bastoncillos para hacer senderismo, porque estos sirven sólo al cuerpo y las mascotas sujetan a esas “adherencias” del “ánima”, por eso los recomiendan los psiquiatras. Si tenemos consciencia de que las personas que llegan aquí en cayucos y en pateras también tienen ojos, nos ven y piensan, al igual que nosotros, quizá se nos removiera algo la conciencia si sospecháramos qué pensarán de casos como el avión-mascota que aterrizó el día 30 de agosto en Healthrow, de los legados millonarios que dejan algunos a sus decenas de perros o, en fin, de la buena de B.B. y su cursilería pueril incurable.

Síndrome de Noé