viernes. 29.03.2024
Carlos Marx y Federico Engels

Con el comienzo del decenio a partir de la llegada del 2020, se nos ofrece la habitual oportunidad para reflexionar sobre el futuro que nos espera. Seguro que es una casualidad pero el nuevo decenio comienza con desafíos de enorme trascendencia para el bienestar de la sociedad y para las aspiraciones de equidad e igualdad que caracterizan el proyecto político socialdemócrata.

Así, los asuntos que van a condicionar el bienestar social y que ocupan en la actualidad las preocupaciones y anhelos de una amplia mayoría social se abren como una oportunidad para la acción política que deben desarrollar los partidos políticos de la izquierda y los sindicatos de clase. Una oportunidad y un desafío, porque de las respuestas que se ofrezcan a estos asuntos va a depender el bienestar social y el futuro de la socialdemocracia.

He aquí un reto para la socialdemocracia: por una parte, como organizar el trabajo y las empresas para evitar la precariedad o el aumento del desempleo o los salarios bajos ante las consecuencias de la nueva forma de producir en los sectores citados y en otros similares

En primer lugar, la digitalización, la inteligencia artificial y la robótica, abren espacios a un cambio profundo de los modos de producción y en la forma de organizar las empresas y organizaciones públicas y privadas que prestan servicios a la sociedad. Muchos sectores están ya ofreciendo muestras de una enorme transformación ya que están modificando de manera radical la forma de operar en la sociedad y en el mercado: es el caso de la banca, el mundo de la movilidad y el transporte (BlaBlaCar, Uber, Cabify…), el sector del turismo residencial con iniciativas como Airnb, el sector de la distribución con iniciativas como Amazon, Glovo, etc, etc.

Asimismo, el modo de relación de las empresas y organizaciones con sus clientes o usuarios se abre a otras modalidades ampliando y flexibilizando la forma de acceder y de interaccionar entre sí, en un proceso de cambio profundo que inunda paulatinamente cada vez más sectores. Incluso, la inteligencia artificial y la robótica abren cada vez más y mejores posibilidades de resolver problemas y necesidades de las personas y del conjunto de la sociedad. En el ámbito de la sanidad por ejemplo, ya son tangibles cambios relevantes en la forma de diagnosticar y tratar diversas enfermedades abriendo expectativas de mejor calidad y precisión en los ámbitos preventivos y terapéuticos.

Todos estos ámbitos están generando cambios en el mundo laboral y profesional que, en muchos casos, conllevan más precariedad de las relaciones laborales pero, también, grandes transformaciones en las capacidades de desempeño profesional que requieren actualización y formación específica para poder aplicar bien las novedades tecnológicas que se ponen a disposición de los profesionales.

Incluso, con las eventuales mejoras en la eficiencia organizativa y en la productividad, aparecen nuevos requerimientos de mano de obra que condicionan menores necesidades en el número de trabajadores y cambios en la cualificación requerida para la incorporación de trabajadores a las nuevas funciones que aparecen por estas nuevas tecnologías.

He aquí un reto para la socialdemocracia: por una parte, como organizar el trabajo y las empresas para evitar la precariedad o el aumento del desempleo o los salarios bajos ante las consecuencias de la nueva forma de producir en los sectores citados y en otros similares. Por otra, como asegurar que la digitalización, la inteligencia artificial y la robótica no generen nuevas formas de desigualdad o de discriminación y que, por el contrario, ofrezcan más y mejores oportunidades, más igualdad y menos discriminación.

En segundo lugar, la profunda transformación del modelo productivo que puede derivarse de esta revolución del conocimiento al hacer menos necesaria la mano de obra humana, conlleva la necesidad de una respuesta que permita asegurar que las aportaciones que hoy sostienen en Estado de Bienestar por los impuestos del trabajo y la empresa no se vean mermadas y pongan en riesgo la sostenibilidad del bienestar social. En este sentido, la socialdemocracia debe articular una reflexión y una respuesta en relación al nuevo sistema fiscal que deba ponerse en pie para hacer posible que las empresas productoras y usuarias de estas tecnologías aporten parte del excedente conseguido por su mejora en la productividad al erario público, para compensar las eventuales pérdidas de ingresos que puedan producirse por la menor cantidad de trabajo realizada por las personas, al tener mejores máquinas y tecnologías. ¿Tendrán que pagar impuestos los robots? ¿Sus inventores? ¿Quienes los usen?.

En tercer lugar, el desafío del cambio climático abre la necesidad de una respuesta eficaz (aunque parece que ya algo tardía) para afrontar las consecuencias dramáticas que se pueden derivar para la sostenibilidad del planeta. Este asunto está movilizando hoy a millones de personas en el mundo,  cobrando especial relevancia el papel de los jóvenes. Y es imprescindible que la socialdemocracia lidere las respuestas que desde las instituciones se deban ofrecer porque, además de considerar los elementos de bienestar derivados de la sostenibilidad ambiental, los nuevos modos de producción que se deben impulsar y las nuevas fuentes de energía limpia que debemos potenciar, abren espacios a la generación de yacimientos de empleo que deben ser potenciados y aprovechados para el conjunto de la sociedad.

En cuarto lugar, derivado de todo lo anterior, se hace imprescindible un nuevo modelo de organizar la respuesta formativa que la sociedad y la universidad ofrecen para disponer de los mejores profesionales que sean necesarios ante los importantes cambios ya visibles y aquellos que ya se intuyen. Habrá profesiones que desaparezcan y otras nuevas que aparecerán. Y ante esta situación, conviene repensar los procedimientos, las metodologías y los mecanismos usados hasta ahora para anticipar los cambios necesarios en el ámbito formativo y universitario para  asegurar la equidad de la sociedad en el acceso a la formación, evitando desigualdades y discriminaciones.

Finalmente, aunque otros aspectos podrían formar parte de la lista de asuntos sobre los que actuar, otras áreas ligadas al Estado de Bienestar puesto en pie en las sociedades de nuestro entorno (pensiones, sanidad, atención a la dependencia, por ejemplo) van a requerir cambios y reformas para evitar su deterioro o la pérdida de los elementos clave que han caracterizado la base de su éxito y aceptabilidad social: la equidad, la calidad o la garantía de ser derechos respaldados por los poderes públicos.

Son estos algunos de los senderos a recorrer por la socialdemocracia. Senderos que deben recorrerse con la solidez que ofrece el análisis técnico y conceptual de cada uno de los asuntos. La socialdemocracia debe ser exigente con el fundamento de los análisis de situación en cada uno de los asuntos citados. Y debe ser generosa en ampliar la participación de los agentes, organizaciones y expertos que puedan aportar análisis y propuestas. Y, finalmente, debe trasladar a la sociedad su visión y sus propuestas. Para liderar un futuro mejor.

Debe hacerlo dispuesta al pacto social en todo aquello que sea imprescindible para asegurar sostenibilidad de las políticas. Nos jugamos todo.

Los senderos de la socialdemocracia en el nuevo decenio