sábado. 20.04.2024
Protestas contra el ERE del BBVA. (Foto CCOO)

Si a alguien se le ocurriera impulsar la convocatoria anual de un “Premio a la Poesía Empresarial”, no hay duda de que tendría un éxito considerable de público y crítica. Y no tendría dificultad para encontrar material necesario para concursar. Lo hallaría en los centenares de Compromisos con la Sostenibilidad, Códigos Éticos y Códigos de Conducta, Balances de RSC y de Sostenibilidad empresariales que están suscritos por la alta dirección de la gran mayoría de las grandes empresas y corporaciones. En todos podremos leer hermosas palabras y abundante rima poética. Por poner solo algunos ejemplos, podemos leer que: “Nuestra empresa tiene un visión estratégica de la responsabilidad empresarial que recoge el legado de valores que rigen la toma de todas nuestras decisiones”, o: “Nuestro modelo de gestión es capaz de alcanzar la productividad con integridad y generar crecimiento con honestidad; todo ello sin sacrificar la ética ni los compromisos adquiridos con los grupos de interés”, o: “La misión de nuestra empresas radica en aportar valor reforzando los valores” o: “Nuestro modelo de responsabilidad empresarial tiende con cada grupo de interés sólidos puentes que trazan un camino que fomente relaciones de confianza y desemboque en una generación de valor para todos ellos”.

Así que, si poesía es “la manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa”, no hay duda que este material empresarial constituye una auténtica poesía lírica ya que en no pocas ocasiones no va más allá de ser una bonita transmisión de sentimientos, de emociones. Pero, en realidad, a la hora de la verdad, en la primera curva la realidad se queda en eso, en palabras muy lejos de los hechos. 

Ante la escandalosa avalancha de despidos que han puesto sobre la mesa los bancos y algunas grandes empresas, más de 35.000, la pregunta es: ¿qué tienen que ver lo masivos despidos con las declaraciones que podemos leer en sus páginas web cuando clicamos en el menú “quiénes somos” o “nuestra política”? Porque en todas nos explican y declaran que el desarrollo del talento y la capacidad de definir y compartir conocimientos son las bases de la nueva forma de concebir y alimentar su actividad empresarial, y que por ello sus trabajadores y trabajadoras son el principal activo de la empresa, que son los marcan la diferencia y por ello el valor principal y su más valioso recurso a cuidar y mantener.

¿Dónde quedan esas bonitas palabras que expresan ideas y deseos humanistas que florecen, como en la primavera las flores? Pues a la primera curva o dificultad se marchitan, como las flores en otoño. Es precisamente ahora, en la crisis y ante los cambios y la transformación del mercado, cuando se debe demostrar la voluntad y la fortaleza de los principios proclamados y cuando se demuestra la capacidad real de gestión de esos directivos empresariales tan bien pagados. Es en las crisis cuando se verifica si son capaces de afrontar y manejar los malos tiempos con nuevas e innovadoras propuestas, que en este caso debería ser las que conserven al máximo lo que afirmaban que es el valor principal, el talento, la experiencia de sus trabajadores y trabajadoras. Es en situaciones como las actuales, en las que se habla de transición digital justa, no debería significar que la transformación de la empresa es igual a despidos, con las mismas formas y maneras de siempre en el pasado.  

Es decepcionante comprobar cómo los grandes bancos y empresas de primer nivel, en lugar de innovar con nuevas formas e instrumentos, más justos y sostenibles, de adaptación a los cambios, adoptan como primera y única medida, para satisfacer el valor bursátil, el recurso a las viejas recetas, que no son más que masivas reducciones de plantillas y destrucción de lo que ayer calificaban como su activo más preciado.

Es decepcionante que, precisamente en aquellos ámbitos desde donde debería salir la innovación social con respuestas nuevas acordes con los compromisos adquiridos de sostenibilidad, ética y responsabilidad social, estén siendo incapaces de innovar y poner en marcha ideas nuevas de reparto del empleo, de flexibilidad interna, de recolocaciones, de construir y pactar auténticos y reales planes sociales. 

Es muy decepcionante que en realidad la poesía de sus compromisos de responsabilidad social al final no sea más que despidos, despidos, despidos, despidos y más despidos. 

Suerte, una vez más, que están ahí los sindicatos que como siempre, son el principal muro de contención, que están impidiendo o reduciendo la dureza de estas políticas empresariales. 

¿La RSC de la banca?: despidos, despidos, y más despidos