sábado. 20.04.2024
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“Si debo hacer algo, puedo hacerlo” (Kant)
“Amo a quienes anhelan lo imposible (Goethe)


Dickens utilizó este recurso narrativo en su famoso Cuento de Navidad, para que su protagonista pudiera ver cómo irían las cosas en el futuro, tras recordarle su forma de actuar en el pasado. Nos vendría bien otro narrador de su calibre para hacer lo propio con la sociedad española. ¿Cómo nos comportábamos cada cual antes de la pandemia? ¿Hemos modificado nuestra forma de percibir la realidad, revisando nuestra jerarquía de valores y las inercias de nuestros hábitos? 

¿Somos más conscientes de que la desigualdad extrema es tan poco sostenible como un planeta esquilmado hasta más no poder? ¿Acaso la colaboración y el altruismo no reportan mayores beneficios para todos a largo plazo que la codicia desbocada? ¿No es la interdependencia una bendición, como muestra el cuidado que merecen ancianos y niños o cualquiera en horas bajas? 

Cuando Yolanda Díaz habla, lo hace sin estridencias, con una envidiable calma, intentando conciliar las discrepancias y sin faltar el respeto a nadie

La empatía nos hacer sentirnos mejor y el estar contento con uno mismo es fundamental para nuestro equilibrio emocional, tan agredidlo por los embates de las actuales circunstancias. Toda crisis puede acarrear lecciones muy positivas y hacer aflorar cosas que habían quedado eclipsadas por el falso brillo de las fruslerías. 

Cuando parecía que íbamos a cerrar el año con un balance político lamentable, salpicado por los escándalos de corruptelas estructurales y unas feroces descalificaciones personales que simplemente ocultan la total carencia de argumentos, el pacto alcanzado para la reforma laboral supone un destello esperanzador. 

Isabel Díaz Ayuso espeta ocurrencias y se cabrea puerilmente cuando se le dan datos que no puede refutar

Gobierno, patronal y sindicatos entienden que la precariedad laboral es insostenible y que flexibilizar no debe significar subempleos de miseria. El trabajo no debe ser una continua fuente de preocupaciones y privaciones. Tener una ocupación con la que ganarse la vida debería reportar satisfacciones y no penalidades. Para hacer planes vitales hace falta una estabilidad que conjure las zozobras materiales.

Los ciudadanos españoles hemos tenido un buen regalo navideño. Incluso cabe decir, por las fechas, que nos ha tocado a todos la lotería. Esta imprescindible reforma nos hace cambiar las hojas del calendario con una mayor ilusión y encarar el nuevo año con una sonrisa colectiva. También podría servir para que quienes tienen responsabilidades públicas echen un vistazo a sus actuaciones pasadas y las revisen concienzudamente.

Cuando Yolanda Díaz habla, lo hace sin estridencias, con una envidiable calma, intentando conciliar las discrepancias y sin faltar el respeto a nadie. Se diría que la política le interesa como instrumento al servicio de todos los ciudadanos. Algo que no debería ser noticia en modo alguno, pero que sin embargo supone todo un acontecimiento con tintes históricos. Al menos permite contrastar cuanto hay con lo que debiera y pudiera haber. Hay que soñar lo imposible para influir en los composibles, como bien dijeron algunos de los pensadores cásicos europeos más acreditados.

En cambio, Isabel Díaz Ayuso espeta ocurrencias y se cabrea puerilmente cuando se le dan datos que no puede refutar cerrando con violencia su micrófono del parlamento autonómico. Ante las colas de los ambulatorios, la única explicación que brinda es una campaña contra sus intereses electorales. Tan sólo alguien muy desalmado, que no dudara en ganar unas elecciones recurriendo a las más viles triquiñuelas, podría imaginar algo así. Esos insultos retratan a quien los emite.

Quedémonos con el espíritu de las navidades futuras que representa en estos momentos Yolanda Díaz y confiemos en que los vientos de la historia barran otras cosas, dejándolas de lado.

Los regalos navideños de Yolanda Díaz e Isabel Díaz Ayuso