viernes. 29.03.2024
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La Asamblea Nacional de Cataluña, y su presidenta, Elisenda Paluzie, manejan una falacia estadística cuando se manifiestan bajo el lema de “ya somos el 52%”. O no han echado bien las cuentas, o directamente pretenden ignorar lo que podríamos llamar “la realidad verdadera”.

La realidad verdadera es que el pasado 14 de febrero la abstención de la ciudadanía catalana castigó con gran dureza a los partidos que pretenden dividir la realidad de Cataluña en bloques. De ese modo, y en relación con las elecciones de 2017, el bloque de las derechas perdió un 59,09% de su voto: un total de 765.340 votantes menos. Y el bloque independentista perdió el apoyo del 30,85% de sus partidarios, obteniendo 641.545 votos menos. Y el electorado castigó también la ambigüedad de En Común Podem, con una pérdida del 40,36% de su voto: 131.734 votos menos.

Resulta que el único partido que salió indemne, o mucho menos dañado, de la abstención fue el único que siempre ha defendido con una claridad meridiana -me refiero a los últimos tiempos- una política de transversalidad y de diálogo, contraria a la fragmentación de Cataluña en bloques. El Partido de los Socialistas de Cataluña incrementó su voto en un 7,61% en relación con las elecciones de 2017.

A la luz de esas comparaciones, la abstención de 2021 se convierte en más significativa. Especialmente para el bloque independentista que, si no planteó explícitamente las elecciones como una especie de referéndum, sí lo hizo cuando menos de una manera latente. Y en el caso de JxC, de una manera más que patente. Y lo que cosechó es que 641.545 de sus seguidores decidieron no demostrar explícitamente la militancia independentista que los líderes de dicho bloque les atribuyen. Cuando menos, una demostración de un fervor perdido, o cargado de dubitaciones. Un fervor del que ahora siguen presumiendo indebidamente tanto la ANC como los dirigentes de los partidos independentistas, precisamente para seguir propugnando una política de bloques, contradicha por los votantes.

Hay un dato, aparentemente insignificante, que refuerza la idea de esa tendencia a la hartura sobre los bloques: en 2021 la suma del voto nulo y el voto en blanco fue un 82,94% mayor que en 2017. Una demostración de descontento y de abandono, sin duda más atribuible a los partidarios de los bloques, de acuerdo con los datos antes analizados.

Ésa es una “realidad verdadera” que ERC no quiere tener en cuenta a la hora de afrontar la formación de un Govern, capaz de interpretar y de canalizar el sentir y la tendencia de los electores. Un Govern que sea capaz de desbloquear la situación con la búsqueda de un diálogo no recortado ni limitado a unas condiciones que vienen de un proceso que se ha demostrado infructuoso.

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Hay otra realidad cierta que Pere Aragonès y ERC deberían tener en cuenta a la hora de afrontar el Govern más adecuado y conveniente: la izquierda -si es que ERC sigue considerándose de izquierdas- ha sacado, en el cómputo de los resultados absolutos, 25.000 votos más que el conjunto de las derechas, sean o no independentistas (sin contar a la CUP que cada vez manifiesta más clramente su tendencia al anarquismo). Y además suman exactamente los mismos 74 escaños que el bloque independentista.

Si a esto se le suma que, desde la crisis financiera de 2008, es la primera vez que se presenta la oportunidad de realizar una política progresista en Cataluña, respaldada por una suficiente mayoría parlamentaria; y que es la ocasión de abandonar los devaneos especulativos para realizar una política social y económicamente concreta… Tanto más cuanto que coincide esta ocasión con otra que no se debe desdeñar: en el presente y en los próximos años hay que aprovechar, de un modo económica y socialmente estratégico, la oportunidad que ofrecen los Fondos Europeos de Recuperación. Ya que, si se pierde o se malgasta esta ocasión, habremos perdido el tren del futuro.

Algo sobre lo que no estamos oyendo hablar ni a Pere Aragonès ni a los restantes líderes de ERC, que siguen enzarzados en celebrar un porcentaje bloquista engañoso, y en proponer referéndums, procesos de autodeterminación, y otras letanías especulativas que tal vez han ahuyentado exactamente a 332.000 de sus electores.

La “realidad verdadera” de las elecciones en Cataluña