martes. 23.04.2024

Los enfermos no son simples objetos, pero tampoco son "nuestros seres queridos".

En estos días de pandemia llama la atención en los medios informativos la cantidad de titulares que hacen referencia a las reacciones emocionales del personal sanitario que atiende a los enfermos afectados por el coronavirus, tanto si mejoran, como si fallecen; no sé si estas reacciones se producen con los que padecen otras patologías, pero me temo que no.

Sirvan estos dos ejemplos:

"Le dije: ‘Todo va a salir bien’, y le fallé. Bajé a la calle a llorar" (https://elpais.com/sociedad/2020-04-04/la-dije-todo-va-a-salir-bien-y-le-falle-baje-a-la-calle-a-llorar.html)

"Los hospitales aplauden las extubaciones de los pacientes con coronavirus" (https://elpais.com/videos/2020-03-24/los-hospitales-aplauden-las-extubaciones-de-los-pacientes-con-coronavirus.html)

En decenas de años tratando a enfermos cercanos a la muerte, nunca he vivido ni he visto a mi alrededor reacciones de este tipo. Es normal sentir alegría ante la curación o pena ante un desenlace fatal, e incluso a veces es normal sentir una satisfacción y paz emocional cuando el paciente ha fallecido tras prestarle todos los cuidados y tratamientos adecuados así como un correcto apoyo psicológico, social y espiritual, es la satisfacción del trabajo bien hecho. Desde mi punto de vista éstas deben ser las reacciones adecuadas y que esperan los enfermos y sus allegados por parte del personal sanitario: pena o alegría, depende del desenlace, y satisfacción por el trabajo realizado, no aplausos ni lloros. Algún enfermo en particular, quizás por afinidad con nuestro carácter o porque veamos reflejado en él alguna peculiaridad que consideramos especial o sin saber porqué, podría implicarnos emocionalmente algo más y hacer que lo pasemos algo peor en caso de que fallezca o mejor en caso de que se cure, pero serían excepciones que confirman la regla.

Entiendo que los familiares y amigos "bajen a la calle a llorar" ante la muerte de su ser querido, incluso lo considero una reacción adecuada y positiva como parte fundamental del duelo necesario, pero no entiendo que lo haga una enfermera o un médico encargados del tratamiento de una persona que previamente era un completo desconocido para ellos. No es saludable implicarse hasta ese punto con cada uno de los enfermos que ingresan con una alta posibilidad de fallecer, me imagino la vida de estos profesionales y debe ser muy triste y llena de frustraciones, un duelo detrás de otro. Eso no es empatía, la empatía consiste en "ponerse" en el lugar del otro, pero no en "estar" en el lugar del otro, permite conocer lo que el otro está pasando y entender su situación, pero no sufrir lo que el otro está sufriendo.

Lo natural es que cada uno llore a "sus muertos" y no a los de los demás.

Con respecto a la reacciones exageradas de alegría, además de atentar contra la intimidad del enfermo por ser filmadas y posteriormente emitidas de forma indiscriminada, en el mejor de los casos indican inseguridad que inconcientemente es trasladada al enfermo; por su mente debe pasar algo así como "Qué mal debía estar cuando se ponen tan contentos y celebran con cantos, bailes y aplausos mi curación", curación que por desgracia a veces no es tal, dados los casos de recaídas mortales, lo que nos enseña que la prudencia es una virtud fundamental en la práctica de la medicina y más ante una enfermedad desconocida.

Nunca he visto familiares y amigos celebrar la curación de un enfermo grave con tanta pompa y ostentación, quizás lo hagan en privado, por lo que me extraña verlo en desconocidos.

Todas estas reacciones afectivas tan atípicas y desproporcionadas podrían ser indicativas de cierta inestabilidad emocional y afectiva, intolerancia a la frustración, un mal manejo de situaciones estresantes y de la ansiedad. La falta de experiencia en situaciones como las vividas y la falta de apoyo psicológico conducen a estas reacciones.

ARMANDO AZULAY TAPIERO | Médico Especialista en Medicina Interna - Máster en Derecho y Bioética por la Universidad de Valencia

Las reacciones afectivas en el personal sanitario