sábado. 20.04.2024
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Me alegré mucho al encontrar a mi amigo Carlos después de dos años de estancia en Manchester. Se fue para trabajar como otros tantos jóvenes que se ven abocados a abandonar su país ante la falta de las expectativas de futuro. Le he notado algo cansado pero contentísimo de haber vuelto, aunque sea temporalmente, para  encontrar a su familia y  sus amigos, y disfrutar de su barrio y su ciudad.  

La mayoría de los que hemos tenido que emigrar, en los primeros  meses e incluso en los primeros años, siempre pensamos en un retorno rápido. Pensamos que es sólo cuestión de unos meses o a lo sumo de unos años.  Sin embargo la realidad y las circunstancias te van cerrando los resquicios de la anhelada vuelta. A partir de ahí todo se reduce en ir asimilando la tozudez de la realidad cuando descubres que no es lo mismo partir, porque te lo han impuesto las circunstancias, que ansiar volver porque te puede la nostalgia y la añoranza.

Carlos empezó a percatarse de esa severa realidad en las calles de Manchester y  en los distintos lugares donde trabajó. Cada vez notaba mayor presencia de jóvenes españoles y cada vez era más frecuente escuchar hablar español en la ciudad.

Es bonito escuchar hablar tu idioma materno en el lugar de tu destierro, y debería ser un motivo de satisfacción, sin embargo, en este caso, es el presagio de una larga travesía por la diáspora, porque revela que los motivos de la huida  siguen ahí impactando en otros que no tuvieron más remedio que tomar la misma decisión.

Acudir a votar es una necesidad imperiosa para que los jóvenes de esta comunidad dejen de tener que elegir entre emigrar o aprender francés para servir una caña

Ayer paseaba con él por el centro de Madrid y paradójicamente cuanto más nos acercábamos a las zonas de bares y de tabernas, más se oía hablar en francés. No son jóvenes que vienen en busca de trabajo. Vienen desde su país hasta Madrid buscando  farra y juerga en tiempos de pandemia. Según la presidenta de la Comunidad de Madrid vienen a disfrutar de la libertad. No sería extraño escuchar a Ayuso sugerir a los hosteleros pedir prácticas de  francés para sus empleados. Lo mismo, el próximo pregón de la fiesta del Dos de Mayo se hace en francés, porque Madrid es también Francia. Mientras el 14 de abril y el Uno de Mayo, como el pasado 8 de Marzo, no se van a poder celebrar por motivos de salud pública y amenaza para la convivencia.

La convocatoria de elecciones el 4 de mayo, en día laborable y “pospuente” decidido con planificada malevolencia, porque  piensan que muchas personas trabajadoras no lo van a tener fácil para acudir a votar sobre todo los trabajadores y trabajadoras de la hostelería. Pero para que se sepa, todas las personas trabajadoras tienen derecho a cuatro horas para poder hacerlo.

Acudir a votar es una necesidad imperiosa para que los jóvenes de esta comunidad dejen de tener que elegir entre emigrar o aprender francés para servir una caña, pero también para que se acabe con la mala gestión en la educación, la sanidad, la pandemia, la tormenta filomena, el maltrato a los miles de familias y niños pobres de la Cañada Real sin luz y sin poder disfrutar de su infancia en contra de todas las normas nacionales e internacionales. También para acabar con la discriminación y la estigmatización de las mujeres, los colectivos LGTB, los inmigrantes, los refugiados  y la segregación clasista entre los pueblos, los núcleos  y los barrios.

Estos son motivos más que suficientes para que la movilización de los progresistas de esta Comunidad y los partidarios de la igualdad y la justicia social sea amplísima, pero también hay otros motivos  para que la participación sea masiva: la Comunidad de Madrid debe estar a la vanguardia del dique de contención que frene la alianza entre la derecha reaccionaria y la extrema derecha. Quieren hacer de esta Comunidad la plataforma y el laboratorio para la instauración de un modelo de gobierno y de gestión que cuestiona la igualdad, la convivencia y las conquistas políticas y sociales. Un modelo que privilegia la codicia y el egoísmo a la honradez y la equidad. 

En otro orden de cosas, de la pandemia del Covid-19 vamos a heredar unos cuantos valores por aportaciones de sectores y de actores que se han dado cuenta de lo grave de la situación y de lo vulnerable que somos ante los elementos. Por ello, aprovecho este espacio para rendir un sentido homenaje a los médicos, sanitarios y todos los profesionales de la sanidad pública por su entrega y su compromiso.

Desgraciadamente, también hemos heredado unas prácticas que cuestionan los valores sobre los cuales se basa y se fundamenta la solidaridad, la cooperación, la convivencia, la coexistencia y el futuro en común.

A la primera de turno, los países ricos y los llamados desarrollados y democracias avanzadas al declararse la pandemia se volcaron estrepitosamente para acaparar las vacunas en un sálvese quien pueda dejando a los países más necesitados a su suerte, y dejando a los sátrapas a hacer de la pandemia y la demagogia una oportunidad para consolidar el autoritarismo y el despotismo, y permitiendo a los desaprensivos hacer de ella una ocasión para la codicia y el monopolio para acumular más fortuna.

Esa conducta nos ha hecho retroceder décadas atrás en el proceso de construcción de un mundo nuevo basado sobre la confianza y los valores compartidos. Restituirla no va a ser fácil, pero debe ser la prioridad de todos los responsables políticos, de lo contrario hasta el propio pin de los objetivos 2030 en las solapas va a perder todo su valor y sentido.  

¡Qué no te quiten el sayo el 4 de mayo!