miércoles. 24.04.2024

MIGUEL LÓPEZ | Es difícil escribir algo sobre la actual crisis europea derivada de la guerra en Ucrania sin arriesgarse a que el texto quede obsoleto en un par de días. La frase atribuida a Churchill de que “la región de los Balcanes produce más historia de la que puede consumir” puede aplicarse perfectamente al conjunto de la Europa de estas últimas semanas. Apenas remontados los efectos nocivos de la pandemia y cuando las economías europeas comienzan a recuperarse, surge el delirio -¿irrendentista?- de un Putin que se siente traicionado y acorralado y para aliviarse se lía a guantazos con el vecino del sur, más débil, bajo el pretexto de “desnazificar” Ucrania y defender los derechos de los ruso-parlantes del Donbás.

Vayamos por partes.

Liarse a guantazos es una expresión castiza que no pretende quitar hierro a la cruda realidad de la agresión criminal que está perpetrando el ejército ruso que ha causado ya miles de muertos y heridos  civiles y provocado, en tanto sólo dos meses, la huida de más de cuatro millones de personas, la mayor parte mujeres y niños. Para “comprender” a Putin ya existe toda una legión de “stalibanes” (expresión que tomo de Santiago Rico Alba) muy activos en redes sociales. Es una agresión criminal que incluye delitos contra la humanidad y crímenes de guerra, ambos imprescriptibles, que podrían -deberían- llevar a Vladimir Putin ante un tribunal internacional. Bombardear a la población civil y a objetivos civiles son crímenes de guerra de acuerdo con el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional.

La escapada hacia adelante de Putin tiene una posible explicación -que no justificación- en la geografía, en esa Venganza de la geografía de Robert Kaplan. Porque sucede que Rusia, la gran Rusia, el país más extenso del planeta, se encuentra rodeada por países “occidentales” con la soberanía suficiente para decidir a qué club pertenecer o a qué alianza económica o militar apuntarse. Ahí incluyo a países tan lejanos geográficamente como Estados Unidos, los miembros de la OTAN y de la UE, Japón, Corea del Sur o Australia, todos ellos parte de ese Occidente económico-cultural. Sólo hace falta echar un ojo al mapamundi para constatar que el oso ruso se siente rodeado de cazadores por todas partes, le apunten o no con el rifle. La culpa se la reparten la geografía y la adscripción a un sistema económico.

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Se argumenta, con razón, que Estados Unidos no permitiría que México o Canadá se integraran en una alianza militar hostil. Recordemos la crisis de los misiles de Cuba en 1962. Entonces comandaban las potencias en liza dos personas que entraron en razón y evitaron una conflagración nuclear: Kennedy y Kruschev. No podemos decir aún si los actuales dirigentes de ambas potencias, Biden y Putin, van a ser tan razonables como sus antecesores en el cargo. Queda por saber si los americanos invadirían los territorios vecinos por ese motivo (ojalá no lo sepamos nunca). En ese caso hipotético me atrevo a aventurar que no lograrían hacerse con las tierras invadidas, como lo demuestra la historia reciente: EEUU en Vietnam, Rusia y EEUU en Afganistán, Francia en Argelia, etc.  Lo mismo que le ocurrirá muy probablemente a Rusia en Ucrania.

Se argumenta igualmente que la OTAN ha venido emplazando los últimos años sistemas de armas de todo tipo en países aliados del antiguo bloque soviético y que ha provocado un malestar creciente al gobierno ruso, sintiéndose poco a poco acorralado. Tal vez tenga que ver con las recurrentes violaciones del espacio aéreo por cazas rusos y de las amenazas veladas a la soberanía de países vecinos, incluyendo los ciberataques. Parece que Rusia no ha terminado de digerir la independencia de, por ejemplo, los países bálticos, y treinta años más tarde sigue soltando flatulencias que los estonios, letones y lituanos no tienen por qué soportar. El hecho de que un tercio de los habitantes de Letonia todavía hoy hable ruso no da derecho al Krenlim a hacerles una visita aérea.

Reacción de la Unión Europea

Ante la inesperada agresión rusa a Ucrania, la UE ha sido pillada en un traspiés, inerme y, en los primeros momentos, inerte. Por mucho que los servicios de inteligencia norteamericanos lo vinieran advirtiendo. Claro, han suministrado en el pasado reciente tanta “inteligencia” interesadamente falsa que todos pensamos en la fábula del lobo que viene. Pero nos hemos visto sorprendidos por la inusualmente rápida reacción de las primeras autoridades europeas al conseguir un consenso en la adopción de medidas punitivas contundentes (está aún por ver si lo son a medio plazo) contra las instituciones y una lista de personas influyentes de Rusia.

Otra reacción, tan inesperada como injustificada, ha sido la de proponer el aumento en los presupuestos de defensa en muchos países del entorno, entre los que destaca Alemania: su canciller Olaf Scholz anunció una partida extra de 100.000 millones de euros para modernizar las fuerzas armadas y un aumento del presupuesto militar más allá del 2% del PIB que aconseja la OTAN. Otros países pretenden seguir esa senda de crecimiento de los presupuestos militares hasta acercarse a ese porcentaje, lo que supone en el caso de España un aumento de casi el 50%, que en la actualidad es del 1,4% del PIB.

El gasto agregado de los países miembros de la UE asciende a casi 200.000 millones de euros (un 1,5% de media), según datos de la Agencia Europea de Defensa para 2020. Prácticamente el mismo montante que China y el triple que Rusia. ¿Se trata de gastar más en defensa común? Evidentemente, no. Se trata de gastar mejor, comprar equipamiento y sistemas de armas en el mercado europeo y sincronizar y armonizar capacidades, doctrina y dotación de efectivos. Mecanismos para ello ya existen; solo falta la voluntad política para llevarlo a cabo.

armas nucleares
armas nucleares

En el plano político, el pasado 8 de abril el Consejo Europeo adoptó un paquete más de sanciones a Rusia ante la persistencia de su agresión a Ucrania y algunos países europeos, miembros o no de la UE, han reaccionado de forma tan expeditiva y determinante que hace tan solo unos meses nadie hubiera imaginado: Suecia y Finlandia se están planteando ingresar en la OTAN y Dinamarca celebrará un referéndum para decidir si participa en las estructuras de defensa de la UE. Hasta Suiza, históricamente neutral, puede que se sume a las sanciones occidentales congelando los activos de ciudadanos y entidades rusas.

Algunos países como Alemania, Austria o Italia, fuertemente dependientes del suministro de gas ruso, han visto de golpe amenazada su industria y el bienestar de los ciudadanos y han iniciado una serie de medidas conducentes a reemplazar tanto esa fuente de energía como el petróleo y en menor medida el carbón por otros proveedores más seguros y por energías alternativas como la eólica o la solar. Aparece ahora, negro sobre blanco, el error de cálculo de la ostpolitik promovida por la Alemania de Schröder y Merkel durante muchos años poniendo demasiados huevos en la cesta rusa, ahora convertidos en tortilla. La locomotora económica de la Unión acaba de realizar que no cuenta con ninguna planta regasificadora para transformar el gas licuado de los metaneros que pudieran arribar a sus puertos en gas de consumo y busca desesperadamente otras alternativas para que la industria no sufra una merma de la producción y los hogares alemanes puedan calentarse el próximo invierno.

Reanimación de la OTAN

La Alianza Atlántica debería haber desaparecido en los años 90 tras la disolución del Pacto de Varsovia, pero ha seguido expandiéndose hacia el Este por decisión de los EEUU y tensando la cuerda hasta el punto de ”invitar” a Ucrania a integrarse en sus estructuras, cuando lo razonable sería que ese país se mantenga en régimen de neutralidad, como lo ha estado Finlandia durante muchas décadas.

Ahora a la OTAN, que lleva buscando desde 1991 motivos para justificar su existencia, se le ha aparecido una Virgen con rasgos eslavos retocados y, lejos de languidecer, experimentará un posible aumento en el número de miembros del club y la prolongación del mandato de su secretario general, el noruego Jens Stoltenberg, por un año más. En la sede de Evere están de celebración por varios motivos, entre ellos la amortización asegurada del enorme gasto del nuevo cuartel general y las posibilidades de carrera para militares y diplomáticos durante muchos años más. Más contentos aún estarán los lobbies armamentísticos, de un lado y otro del charco, que verán engrasada su maquinaria durante unos años más. Business y geoestrategia son dos caras de la misma moneda.

La OTAN, con sus 73 años y los achaques propios de la edad, no hace mucho parecía un paciente con escaso horizonte vital o en “muerte cerebral” (Macron dixit), pero inopinadamente se ha reanimado gracias a un medicamento de marca rusa suministrado a través de un Nord Stream intravenoso que ahora no lleva gas, sino viagra. El paciente recupera su virilidad y, contra todo pronóstico, a partir de ahora podrá lucir ufano su renovado uniforme y mostrar músculo ante su osado vecino oriental. Alguna dosis de bromuro sería tal vez conveniente, no sea que le dé por comportarse como un brioso recluta sobrado de testosterona, dosis que no puede ser suministrada más que por un liderazgo político que hoy brilla por su ausencia en Europa.

La próxima cumbre de la OTAN que se celebrará en Madrid a finales de junio deberá dar luz al nuevo Concepto Estratégico, que reemplazará al de Lisboa de 2010 y necesariamente tendrá que incorporar las lecciones aprendidas por los acontecimientos de estos últimos doce años: la campaña en Libia, la anexión rusa de Crimea, el Brexit, la tensión entre ambos lados del Atlántico durante el mandato Trump, la salida de EEUU de Afganistán y la tan buscada autonomía estratégica de la UE, entre otros. Habrá también que establecer las nuevas amenazas que se ciernen sobre el bloque atlántico, a la luz de la creciente rivalidad de China, de momento sólo adversario comercial y tecnológico. ¿Incluirán al gigante asiático como posible amenaza? Dependerá entre otros muchos factores del apoyo que finalmente proporcione Xi Jinping a su homólogo ruso en su locura agresora.

En conclusión, si hubiera que extraer algo positivo de esta crisis sería la rápida reacción de la UE que parece haberse “reseteado” con la agresión rusa a un país vecino adoptando medidas expeditivas como las sanciones, la acogida de refugiados ucranianos y el envío de armamento al ejército ucraniano. Pero, al mismo tiempo, ha supuesto un fortalecimiento inesperado de la OTAN que se erige, una vez más, en la única estructura de defensa del territorio con  capacidades operativas y de disuasión nuclear, aportando una gran dosis de anabolizantes a la musculatura USA. El presidente Biden intentará aprovecharlo a buen seguro ante las elecciones mid-term previstas a la vuelta del verano, que buena falta le hace ante su caída de la tasa de popularidad.

Hace algunos años que el espacio atlántico ya no conforma el centro de la seguridad global ante la pujanza de China y otros países de Asia-Pacífico, pero EEUU no desaprovechará esta situación y seguirá un tiempo más tutelando las estructuras defensivas europeas para mayor gloria de su industria de armamento.

La Unión Europea ha realizado avances en sus planes de defensa, contamos con un servicio de acción exterior, una agencia de defensa y un estado mayor militar, incluso un fondo europeo de defensa y una importante industria de armamento y equipamiento militar. Hemos adoptado además una brújula estratégica para todo este decenio. ¿Qué más hace falta para emanciparnos de una vez por todas de la tutela norteamericana? Voluntad política y un liderazgo fuerte. ¿Vamos a desaprovechar una vez más esta oportunidad?

Miguel López

Putin, el viagra de la OTAN