viernes. 26.04.2024
pique

“La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira". Así comenzaba el filósofo Jean François Revel su excelente ensayo “El conocimiento inútil” escrito en 1987 sobre la influencia de los medios de comunicación en las sociedades contemporáneas.  De manera que para los descubridores de novedades la cosa viene de lejos. Aún así nos sigue pareciendo increíble lo asimétrico e irracional que es el comportamiento humano según lo manipuladas y manipulables informaciones con que se alimentan cada segundo las “opiniones personales” de miles de millones de seres.

A los ritmos vertiginosos de velocidad luz, pasamos de los negocios de intermediación por mascarillas indebidas a otros de carácter aparentemente ocioso como son los que afectan a la actividad deportiva de masas. Bajo el epígrafe recurrente de “todo es legal” contradiciéndose con el de “todo es mentira”. Porque si una actividad es legal, no se entiende que se ampare su justificación con la calificación de acusación mentirosa cuando el personal escucha la verdad material sin más filtros.

Todos unos emprendedores estos intermediarios no productivos que generan dinero a espuertas solo con darle al pico a través del móvil amparándose en las relaciones institucionales (de elección colegiada y corporativa) o en la fama adquirida por sus habilidades naturales con el pie. O con las relaciones fraternales que da la familia. Todos sin excepción reciben sin pestañear “remuneraciones” que parecen muy inferiores a las adquiridas con la astucia del tradicional 3%. Aunque ahora ya parece poco, porque lo “actual” del “mercado” ha subido de golpe al 10%. En los casos de hermanos, primos o amigos de la infancia puede llegar sin problemas al 70 u 80 porcentuales. Cosas de familia. Esto es un no parar y todo debe ser resultado de la inflación. Al final la culpa será del Gobierno. De eso me cabe poca duda.

De manera que incluso líderes del populismo de izquierda españoles instalados en su particular supremacía moral (que suele ir tanto por barrios como por urbanizaciones) se han centrado mucho más en los aspectos de la moral que en otras minucias como si la “alteración del precio de las cosas” si no estuviese tipificada como delito o como si no fuese punible por el tipo penal de “apropiación indebida impropia” por el desplazamiento patrimonial de un activo en beneficio de terceros. Y finalmente todo lo que afecta al “in vigilando”, tan al uso del poder judicial cuando se trata de responsables institucionales no legítimos (léase los de izquierda) y tan ausente en los supuestos del derecho natural al acceso al poder (léase los de derechas).

Pero mientras tanto, parte de la izquierda (o mucha de ella), en su frecuente inopia se dedica a las críticas banales sobre la moralidad ausente porque “tal vez sea legal”. Cuando sus equipos jurídicos deberían esforzarse en la presentación de las oportunas querellas o acciones civiles en defensa de la ciudadanía que políticamente representan. Entre tanto abundan las “Comisiones de investigación”, cuyo contenido exclusivamente político a nadie se le escapa y de cuya ineficacia de resultados nadie duda.

Que lo del fútbol es un negocio, como si se descubriese la pólvora a estas alturas del partido, es ya un tópico recurrente y por ello ridículo. Desde el momento en que los presupuestos de los grandes clubes superan y con mucho al 90% del presupuesto de miles de municipios con centenares de miles de habitantes y dejando atrás incluso a países enteros del mundo marginal en renta per cápita, pero con abundantes recursos naturales explotables, es de tal obviedad que casi insulta la inteligencia básica el proferir tales afirmaciones.

Por tanto, el problema no puede ser el carácter económico de los deportes de masas y su influencia sociológica en decenas de pautas de consumo, sino el cómo está regulado el invento. De qué controles operativos se dispone para evitar prácticas monopolistas, conflictos de intereses, corruptelas o corrupciones de y en sus órganos directivos y, por supuesto, en qué medida las exorbitantes cantidades en juego operan en el propio devenir del Fair play cuya solo mención produce ya risa. Vamos que, el Ministerio de Cultura y la Secretaría de Estado para el Deporte tienen tajo. Si quieren.

Se asume como natural el que, a través de los mecanismos de intervención gubernamental y fiscal, se hayan puesto en la picota a los oligarcas rusos que dominan las mayorías accionariales de ciertos clubes de fútbol de renombre internacional y europeo como es el británico Chelsea, entre otros de una lista que se promete extensa. Y a la inmensa mayoría de los medios de comunicación les ha parecido una conducta más que aceptable, sin reparos, necesarios e incluso ejemplares. Parece que aplicable en el caso exclusivo y aparentemente singular de la brutal agresión rusa a otra nación soberana. ¿El asunto queda ahí?

Pero como nos acaban de recordar hoy mismo fue el singular primer ministro británico Boris Johnson quien alimentó, convocó y promocionó el desembarco de esas intervenciones financieras desde las atalayas del poder. ¿A cambio de qué? En beneficio de la economía británica según su versión, como en beneficio de las mujeres sauditas en versión del rubio Rubiales. Cada uno en su nivel. De traca y si despeinarse. El bueno de Boris Johnson, eso último sí, porque al hispano falta no le hace.

Sin embargo el tema dista y mucho de tener un límite territorial tan socorrido para los actuales rasgadores de túnicas delimitándola al sátrapa presidente ruso. Porque han sido muchos y diversos los grupos financieros o Estados enteros, o de oligarcas millonarios con fortunas acumuladas procedentes de riquezas naturales (petróleo, gas, minerales raros) cosechadas al amparo de dictaduras o nomenclaturas, a los que se le ha permitido esa intervención monopolista en barra libre.

Operaciones más que opacas y escasamente reguladas que han financiado, con los excedentes de esas enormes fortunas, la adquisición de clubes de fútbol sin que nadie diera una palabra. Ni protestase. Ni denunciase. Ni exigiese una regulación más transparente y limitativa para impedir esas alteraciones del mercado y en consecuencia de la propia actividad deportiva. El futuro prohombre de negocios y presumible presidente de Barcelona Don Gerardo Piqué tiene un tajo enorme por delante. Porque, claro, qué va a hacer cuando acabe su “carrera” deportiva. No se va aburrir así como así.

En otro tercio de aguas profundas, un tímido sistema llamado “fair play financiero” con múltiples recovecos e irregularidades sirve de pantalla como ejemplo para que clubes estado como el PSG (dominado por los recursos inagotables del estado Qatarí) pueda intervenir a su antojo y alterar la competitividad deportiva. Y permitirse “influir “en la voluntad de un presidente de un organismo mundial del deporte como es la FIFA.

Y no solo. Porque sepultada por los miles de millones repartidos generosamente en diversos sectores de influencia, se ha llegado a poner en sordina las condiciones de explotación infrahumana y esclavista con la que se han construido las instalaciones del Mundial de Qatar previsto para finales de año a pesar de las pruebas e informes presentados por la Confederación Mundial de Sindicatos que incluyen las estadísticas de muertes por accidentalidad laboral salvajes derivadas de las precarias condiciones en la seguridad en los trabajos efectuados. De manera que no solo hay petróleo, sino también sangre por medio.

En medio de este panorama, las conversaciones de la pareja de hecho Pique-Rubiales no son más que la “punta del piqueberg” de un entramado fabuloso de intereses que mueve miles de millones a nivel planetario a partir de que un objeto esférico comienza a rodar con 44 pies y 4 manos intentado controlarlo. Regocija la hemeroteca vídeo gráfica contemplando a un Don Gerardo Piqué más joven al que le molestan los supuestos negocios que se suponen se efectúan en el palco madridista en el cuarto de hora de descanso entre canapés.

Como si los negocios de verdad necesitasen de publicidad y exposición pública. Como si el entramado de intereses mediáticos tejidos ya, en los medios de comunicación y líderes mediáticos o no madrileños a la chita callando, por Don Gerardo, no necesitasen ya de un mínimo de clarificación y conocimiento público sobre esas catacumbas por las que transitan los intereses reales. Luego nos quejaremos del monstruo. A algunos fariseos a sueldo les queda más oportuno lo de “Florentino dimisión”. Bueno. Alpiste para incautos.

Para acabar. Un spot publicitario de éxito de una compañía aseguradora pone énfasis mitinero para conseguir el “acierto” y cuando el personal se encrespa y esparrama encendido en su búsqueda, el actor protagonista del mismo nos dice -¿Pero donde vais? ¡Si se hace desde el móvil! El empresario en la intermediación de raza hispana Don Gerardo Piqué lo sabe bien y todas las aguas profundas de las que solo despunta este “Piqueberg” también. Entre tanto parece que el personal sigue mirando a la luna o corriendo como pollos sin cabeza en busca del “acierto”. Va a ser que no.

La punta del “Piqueberg” de Don Gerardo Piqué y el “acierto”