jueves. 25.04.2024

El Primero de mayo es una fiesta internacional. Tiene una larga tradición preservada hoy fundamentalmente por los sindicatos en todo el mundo. En esta entrada, Silvia Borelli, profesora en la Universidad de Ferrara y el titular de este blog, Antonio Baylos, hemos decidido que sería bueno cruzar dos textos de celebración, pensando respectivamente en Italia y en España. El primero de ellos, ha sido publicado en el diario local Nuova Ferrara, el segundo es la entrada prevista para este blog. Ambos se unen por tanto en este espacio como forma de enlazar a las personas trabajadoras de nuestros dos países.


El Primero de Mayo celebra las luchas que han librado los trabajadores para que se reconozcan sus derechos. Es decir, esta festividad nos recuerda que los derechos de los que disfrutamos hoy (como el derecho a no ser despedido sin causa justa o justificada) son fruto de esas luchas. Y nos insta a seguir luchando por defender nuestros derechos y nuestra dignidad, contra las desigualdades y la explotación laboral.

Desde hace algún tiempo, por desgracia, asistimos a un aumento de la pobreza y del trabajo precario. Aumenta el número de trabajadores precarios. Los salarios se estancan y no pueden compensar en modo alguno la inflación, que ha vuelto a aumentar en los últimos años. La brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor, hasta el punto de que, según el último informe de Oxfam sobre la desigualdad, el 1% de los más ricos acaparará el 63% de la riqueza mundial producida entre 2020 y 2021, mientras que la fiscalidad sobre sus activos sigue disminuyendo.

El debilitamiento del trabajo como sujeto político se presenta como un proceso inexorable. El Primero de Mayo nos recuerda que esto no es cierto, que las desigualdades, el trabajo precario, los salarios bajos son el resultado de opciones políticas precisas. Las plazas llenas, en muchas ciudades italianas y en otros países del mundo, nos dicen que somos un colectivo que puede -y debe- luchar unido para cambiar el proceso de empobrecimiento del trabajo, de los bienes públicos y del medio ambiente, al que estamos asistiendo. Somos muchos y muchas, y compartimos los mismos valores. El trabajo no es una mercancía y -nos enseña la Organización Internacional del Trabajo- debe ser decente.

El Primero de Mayo de 1886, los trabajadores y trabajadoras de Chicago se declararon en huelga para exigir una reducción de la jornada laboral. Hoy deberíamos manifestarnos para que se prohíban los contratos a llamada y otras formas de empleo precario, para que se respeten las medidas de seguridad, para que se garanticen efectivamente el derecho de huelga y todos los derechos sindicales, para que se aseguren salarios adecuados y para que se establezca un procedimiento de expedición de permisos de residencia que no obligue necesariamente a los inmigrantes a pasar por irregularidades para conseguir un empleo y a arriesgar su vida y la de sus amigos y familiares para llegar a Italia.

Hay que luchar por la prohibición de las largas cadenas de subcontratación, por la prohibición de la deslocalización de empresas que se benefician de ayudas públicas, por la prohibición de la creación de empresas buzón para eludir las normas laborales y fiscales, por el castigo a las empresas que contaminan y no a las que protestan contra la devastación medioambiental a la que asistimos, inertes, desde hace demasiados años.

En las plazas el Primero de Mayo habrá personas unidas sin distinción de género, orientación sexual, religión y nacionalidad. Habrá discapacitados y no discapacitados. Habrá jóvenes y mayores. Porque el trabajo y sus valores unen. Por eso la nuestra es una República fundada en el trabajo.

A la celebración del Primero de Mayo asistirán los sindicatos, aquellos que cada día intentan resistir y coordinar la lucha por la defensa de los derechos de los trabajadores. El Primero de Mayo es el Día en que los trabajadores y trabajadoras hacen oír su voz. Por eso es un Día para la Democracia.

II

¿Vuelve el trabajo a situarse en el centro de la explicación política de la necesidad de fortalecimiento de la democracia como forma de salir de las crisis que sacuden la economía y la sociedad? Tras dos años de pandemia y de paralización de actividades y de la vida social durante los cuales la actividad de los sindicatos impresionó por su cantidad y calidad, nos encontramos ahora con un conjunto de elementos que distorsionan la previsible recuperación económica y que nos sitúan en un espacio de incertidumbre. La recuperación de perspectivas neoliberales que sin embargo han resultado enormemente desgastadas tras la crisis del Covid, está generando una fuerte reacción fundamentalmente obrera en Reino Unido respecto de la preservación de los servicios públicos, pero también en Francia respecto de la ampliación de la edad pensionable, dos ejemplos que han traspasado las fronteras de la atención mediática. En otros países, la conflictividad laboral crece exigiendo la preservación del poder adquisitivo de los salarios y es sintomático que en Alemania una huelga del sector del transporte, como no se conocía desde hacía años paralizara todo el país.

Este es el contexto en el que se desarrolla el primero de mayo en toda Europa. Para algunas voces especialmente líricas, como la historiadora francesa Danielle Tartakowsky , es “el sueño de una humanidad diferente”. El diario Il Manifesto definiría este día como “una fiesta revolucionaria contra el trabajo mercantilizado y alienado". El sueño de otra forma de organizar la vida y el trabajo, la afirmación del trabajo vivo y activo frente a su consideración puramente mercantil y alienada, son ideas que siempre han estado en la base del Primero de Mayo a lo largo de una historia que comenzó con la masacre de Haymarket Square en Chicago en 1886, relanzada en 1889 como Día Mundial en París. Entonces, el Primero de Mayo era una lucha por la reducción de la jornada laboral. Luego adquirió otros significados y se convirtió también en una fiesta en la que participaban los sindicatos y los partidos obreros (en muchas ocasiones mostrando en esta la confrontación entre dichas organizaciones).

En España los primeros de mayo celebran desde hace mucho tiempo una unidad de acción entre los dos grandes sindicatos confederales, CC.OO. y UGT. Una unidad de acción sin fisuras ni alharacas que ha conducido al sindicalismo español como señalaba Pere Rusiñol hace pocos días, a una buena situación en el conjunto de la representación de las personas que trabajan, que no sólo se ejercita a través de la negociación colectiva sino, de manera muy especial, en el plano de la acción sociopolítica y en la negociación de reformas del marco institucional que, en los últimos cuatro años, han sido muy importantes y positivas para la extensión y consolidación de derechos laborales.

El Primero de Mayo es una fecha en la que se marca tradicionalmente la prioridad de las reivindicaciones sindicales. En este año, los objetivos son muy cleros: Subir salarios, bajar precios, repartir beneficios. Es decir, una acción dirigida necesariamente a la contención de la inflación, la preservación del poder de compra de los salarios y la llamada a la redistribución vía fiscalidad de los ostentosos beneficios empresariales que disparan el índice de desigualdad de nuevo tras la terrible época de la pandemia.

Unai Sordo, en un reciente artículo publicado en Infolibre, condensaba el razonamiento que llevaba a esgrimir esta reivindicación: “Pese a que España ha conseguido reducir de forma importante la inflación tras la aplicación de la llamada “excepción ibérica” y sus efectos sobre la contención de precios energéticos, muchos de los productos básicos para los hogares siguen en niveles disparatados. A la vez, una buena parte de las personas trabajadoras de nuestro país sufren una importante merma de sus salarios reales, porque los sueldos suben de media bastante menos que la inflación. Corregir esta situación es la gran prioridad sindical en este año 2023”. Pero además ello exige necesariamente lo que se denomina “un pacto de rentas”, que reparta el impacto del aumento de costes entre excedente empresarial, salarios y recursos públicos.

“Es muy relevante señalar – sigue diciendo Unai Sordo - que en la secuencia de dos crisis inéditas —la pandémica y la de precios—, por primera vez no se han aplicado las viejas recetas del manual neoliberal. Es decir, la conocida fórmula de facilitar el despido para permitir el ajuste de las empresas al ciclo económico mediante la destrucción de puestos de trabajo; la precarización de la contratación para —se nos decía— facilitar la incorporación al mercado laboral en las fases de crecimiento; y, por supuesto, la rebaja de los salarios empezando por los más bajos para así ganar competitividad externa por la vía de reducir costes (…) Pero es que más dogmas y mantras han caído con estrépito. La respuesta a la crisis dada en Europa ha transitado desde las políticas de austeridad y devaluación de los países, hasta la puesta en marcha de un fondo sufragado con deuda común para impulsar las transformaciones de nuestro modelo energético y productivo. Y todo ello en medio de profundos movimientos tectónicos en el escenario geopolítico mundial. Momento de riesgos, muchas incertidumbres y también oportunidades. Se vuelve a hablar de política industrial, de desarrollo sectorial, de Estado emprendedor”.

Es este contexto por tanto en el que el Primero de Mayo reivindica el abordaje de un amplio espacio de diálogo social y especialmente un acuerdo sobre salarios que abra la posibilidad de un proceso ordenado de negociación colectiva. La cercanía de las citas electorales no debe ser un obstáculo. Pero tampoco cabe mirar estos procesos con indiferencia. “Las personas trabajadoras nos jugamos el seguir avanzando en la mejora de la calidad de vida y de nuestros derechos laborales y sociales, o poner en riesgo todo lo conseguido hasta ahora”, se lee en el manifiesto unitario UGT-CC.OO. “Instamos a la ciudadanía a participar masivamente en los procesos electorales y a apoyar las propuestas electorales de progreso, que apuesten por la profundización democrática, el refuerzo de los servicios públicos, la fiscalidad suficiente y progresiva, la igualdad como condición de ejercicio de la libertad, los salarios dignos y el empleo de calidad. El riesgo reaccionario está más presente en la sociedad española que nunca desde la transición a la democracia y nuestro país no puede retroceder”.

Fortalecer la democracia supone profundizar los derechos laborales y reforzar el alcance y las garantías de derechos fundamentales de la ciudadanía social, empezando por la vivienda, la sanidad, la educación. Una referencia en la defensa del progreso, la democracia, la igualdad y los valores de ciudadanía social, valores y realidades por las que el sindicalismo de clase debe luchar ante el riesgo de su erosión y negación, lo que en el discurso político de la derecha ha cobrado el nombre de “derogación”, que sin duda implica la anulación de las normas y situaciones que tanto ha costado obtener hasta el momento.

¡Viva el Primero de Mayo! Evviva il Primo Maggio!

Primero de mayo 2023. Italia/España