viernes. 29.03.2024
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Las primarias que celebró el domingo el PSOE de Andalucía ofrecieron un resultado muy contundente a favor de que hubiera un cambio en la dirección del partido. Era algo que todos los afiliados, simpatizantes y votantes estaban esperando desde hace tiempo, concretamente desde que se perdió la Presidencia de la Junta.

Cuando Susana Díaz perdió las primarias contra Pedro Sánchez, debió entender, aunque no lo hizo, que su estrella empezaba a eclipsarse, que no se podía ir tan deprisa. Debió comprender que los militantes del partido no la querían, que había escalado con precipitación y malas formas. Consiguió echar a Pedro Sánchez de la Secretaría General aquel aciago Comité Federal de 1 de octubre de 2016. El golpe de mano que dirigió, junto con otros barones, contra la dirección democráticamente elegida, fue una victoria pírrica y el comienzo de su decadencia. Se materializó en aquellas primarias que perdió por goleada. Al año siguiente también perdió la Presidencia de la Junta de Andalucía,  después de 37 años de gobierno ininterrumpido del socialismo. Por primera vez en la autonomía andaluza el PSOE pasó a la oposición. Otra persona hubiera abandonado y dejado paso a una renovación porque se entendía que el proyecto que representaba no era aceptado por la ciudadanía. Susana Díaz no lo hizo. Continuó  resistiendo hasta que en estas primarias también ha perdido por un amplio margen, cerca de 17 puntos de diferencia y además perdió en su feudo de Sevilla. Ahora parece que ha entendido que su tiempo ha pasado, aunque no del todo. Todavía resiste en la Secretaría General, último bastión que le queda, aunque dice que abandonará en el próximo congreso del partido. De aquí a final de año que se celebrará es un periodo muy largo en política, en el que pueden ocurrir muchas cosas que pueden ofrecerle la oportunidad de renacer.

Esta derrota duele más cuando durante toda su vida política ha dedicado atención preferente al interior de su partido. Desde Juventudes dónde empezó, descubrió que había que cuidar a la militancia por encima de cualquier otra actividad política. Esta atención le permitió ir escalando puestos de responsabilidad hasta llegar a la cima en Andalucía. Y creyó que también podía serlo de España. Yo escribí entonces un artículo que titulé “Que amarren a Susana”, la comparaba con Ulises que pidió que lo amarraran al poste del barco para poder resistir el canto de las sirenas. Todas las voces de entonces se extendían en alabanzas hacia ella. La diosa del socialismo, se llegó a decir. Pero ella no se dejó amarrar y no resistió el canto de las sirenas en boca de afamados dirigentes y viejos popes del socialismo. Si se hubiera amarrado hubiera llegado a Itaca, pero hacerlo iba contra su propia ambición y equivocó el camino. Quería pescar en el río revuelto que entonces era el socialismo español, por desgracia para ella la militancia no picó en su encanto y vio que su currículo era muy escaso para dirigir el partido que era alternativa de Gobierno.

Se puede decir que se ha acabado el susanismo. El partido lo ha decidido, aunque nunca nadie logró explicar en qué consistía su proyecto, solo era el seguimiento de su figura. La herencia es muy negativa. Estos años en la oposición han permitido que el PP en el gobierno haya crecido en credibilidad y aceptación sin encontrar apenas resistencia y eso que partía del resultado más bajo de su historia. Los sondeos apuntan a un crecimiento espectacular en votos, superando a los socialistas. Un mal escenario para el ganador de las primarias Juan Espadas.

Con Susana Díaz no se podía recuperar la hegemonía política en Andalucía. Hacía falta un relevo y otro proyecto

Pero si algo ha quedado claro de esta consulta a la militancia socialista es que con Susana no se podía recuperar la hegemonía política en Andalucía, que hacía falta un relevo y otro proyecto. Y ese es el reto del nuevo candidato, armar un plan ganador que consiga convencer a los desencantados para que vuelvan a confiar en el partido que les ha gobernado durante 37 años. Hace falta ilusionar y transmitir esperanza en que se pueden recuperar unas políticas que han hecho avanzar Andalucía en modernidad, en igualdad, en aplicación de medidas sociales y en defensa del medio ambiente. Lo hizo el proyecto de Segunda Modernización de Andalucía lanzado por Manuel Chaves y que culminó con la reforma del Estatuto. Ese proyecto fue redactado con la participación de la sociedad andaluza, fue una redacción colectiva que ilusionó  a sus participantes distribuidos en grupos de trabajo.  Tal vez un camino para recuperar la hegemonía perdida sería redactar un proyecto político alternativo a la derecha con una participación ciudadana lo más amplia posible. Hay mucho talento esperando una oportunidad de que alguien lo escuche.

Juan Espadas no ha crecido en las entrañas del PSOE, ha llegado a las instituciones aupado por el partido pero por méritos propios, transmite credibilidad y capacidad para encontrar puntos de encuentro, algo fundamental en política. Ahora tiene que ahormar un proyecto participativo, creíble y progresista. En su contra tiene que arrancar de un punto de partida desfavorable y que no tiene mucho tiempo, caso que el PP decida adelantar las elecciones aprovechando esta situación de transito del PSOE-A.

Lo mejor que le ha podido ocurrir a los socialistas es que han decidido reiniciar su aparato. Ahora el resultado depende de los programas que instalen.

El PSOE de Andalucía se reinicia