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Es estremecedor escuchar algunos de los argumentos y razones que el Partido Popular está esgrimiendo en relación al debate sobre el pacto de financiación para Cataluña entre el PSC y ERC. No porque no tengan derecho a estar en desacuerdo. Es legítimo e incluso razonable que lo estén. Lo preocupante es la munición pesada que están utilizando, peligrosa e incendiaria para la convivencia social, con una demagogia repulsiva que alienta el enfrentamiento social y territorial. Agitan agravios, como hemos escuchado a Cuca Gamarra, secretaria general del Partido Popular, en el Parlamento y en la ciudad de Soria, afirmando que este acuerdo "se financiará con el transporte de los manchegos o la dependencia de los asturianos, con el salario de las enfermeras de Andalucía”, para luego rematar con frases absurdas pero incendiarias como: “Un agricultor de Soria no vale menos que un diputado de Esquerra Republicana, un autónomo de Teruel no es inferior a un diputado del PSC, y cualquier trabajador de la hostelería en Cuenca tiene el mismo valor que Salvador Illa”.
Agitar agravios entre territorios es una praxis política muy peligrosa
Agitar agravios entre territorios es una praxis política muy peligrosa. Lo hemos vivido en Cataluña con el discurso de una parte del independentismo, y su resultado ha sido crear un poso de anti España en una porción significativa de la ciudadanía catalana. Superar este sentimiento será una tarea ardua y urgente para la salud democrática y la convivencia normalizada.
Cuando hablo de agitar no me refiero a la oposición al pacto, a argumentarlo políticamente, o incluso a llevar su oposición a las últimas consecuencias legales. Es legítimo e, insisto, incluso razonable. Me refiero a lo que está haciendo la dirección del Partido Popular: agitar la demagogia y el populismo en relación a Cataluña y los catalanes, lo cual es extremadamente grave y peligroso. Más aún cuando los presidentes de algunas Comunidades Autónomas están presentando este acuerdo como la causa de la escasez de médicos, profesores o bomberos en sus territorios.
Es extremadamente irresponsable y peligroso presentar al actual Gobierno de Cataluña y a su presidente, Salvador Illa, como un sátrapa, y al conjunto de los catalanes y catalanas como una tribu insolidaria y egoísta. De verdad, este no es el camino para superar la grave crisis política que hemos vivido en Cataluña. Al contrario, este tipo de discurso proporciona argumentos poderosos a quienes vociferan "puta España" y, lo que es peor, perjudica gravemente a aquellos catalanes que creemos que España, un país formado por singularidades valiosas y sensatas, es capaz de entenderse y construir una convivencia sólida siempre que se sustente en fuertes pilares de solidaridad, equidad y justicia social. Estos valores son precisamente los que deberían frenar tanto las aventuras secesionistas, como el segregacionismo que generan los discursos que fomentan el odio y los agravios comparativos, tan explícitos en el repetido eslogan de cargos públicos del Partido Popular: “Cataluña nos roba”, la otra cara de la moneda del “Madrid nos roba”.
Este país ya vivió hace siete años un anunciado "choque de trenes" cuando las instituciones catalanas, gobernadas por el independentismo, buscaron el enfrentamiento frontal sin importarles las consecuencias. Hoy, si seguimos cargando el tren del resto de las comunidades autónomas con explosivos agravios y discursos falangistas en relación a Cataluña y los catalanes sin reparar en las consecuencias, como ha hecho la presidenta de Madrid, es probable que esta vez el choque frontal no pueda evitarse, y sus consecuencias, tanto para el presente como para el futuro, pueden ser catastróficas.
Sería prudente recordar la advertencia que hacía Antonio Garrigues Walker en el diario ABC en julio de 2012, en un interesante artículo sobre los peligros de convertir los agravios comparativos en el motor de la acción política y el debate social: "A partir de ahora, este va a ser uno de los temas más complejos, sensibles y peligrosos que vamos a vivir en los países desarrollados, y muy en concreto en los países latinos, de forma especialmente activa en un país como España, donde es mínima la tendencia al diálogo, a la objetividad y al pragmatismo, mientras la envidia, el rencor y el sectarismo abundan en todas sus formas. Los agravios comparativos juegan su papel en todas las épocas, pero es en situaciones extremas cuando alcanzan su nivel máximo, generan situaciones caóticas”.
Señora Gamarra y dirigentes del Partido Popular, detengan estos discursos. Dejen de fomentar los agravios comparativos, que son peligrosos. Que acaban en boicots de productos y en caos social,
Por favor, salgan de esta espiral y ejerzan una oposición firme, dura, pero madura. Y útil para todos.