martes. 23.04.2024
politica

Extraña actividad la política. Junto con la vulcanología, quizás sean las dos disciplinas en las que seamos menos capaces de predecir qué va a pasar. Por encima de la demoscopia. Por eso, casi los resultados más fáciles de predecir en política son los que dependen de las encuestas de opinión. Los otros, los más impredecibles, son los que se deciden en torres de marfil por muy pocas personas que disponen, como jugadores de rol, sobre personajes y reglas del juego.

El objetivo, habría que suponerlo, es el éxito en ese juego. Pero la gente del mundo del arte o del espectáculo sabe lo difícil que es predecir el éxito de una obra en concreto. En los negocios es un poco más fácil porque, además del olfato, se usan hojas Excel o cosas un poco más sofisticadas y, eso ayuda. Pero, en la política, la sofisticación es apelar a los sentimientos y, esos, ya se sabe, no se prestan a la codificación y, menos, a la racionalización.

Hace muy pocos días leí que el Partido Popular se podría estar planteando el que Diaz Ayuso no fuera la candidata en las elecciones autonómicas de 2023. La misma noticia decía que, eso, ya se habría planteado para las elecciones del pasado 4 de mayo, esas que Diaz Ayuso ganó con el 44% de los votos. No se rían, pero parece que el problema se planteaba por la presencia, o no, de Tony Cantó en la lista del PP. Y no, esa noticia no la he leído ni en Mundo Obrero ni en El Socialista, si no en El Confidencial, medio generalmente bien informado de los temas que afectan al PP.

Y, alguien se podrá preguntar, ¿y qué diantres me puede interesar a mi lo que le ocurra a Diaz Ayuso? Pues que, como el cainismo político es transversal, esa noticia me permite hablar del fuego amigo y de que en todos los sitios cuecen habas y, en la izquierda, sobre todo, a calderadas.

Porque tenemos que acordarnos de cuando al secretario general del PSOE le echaron de su puesto después de que ganara unas primarias y antes de que ganara otras para terminar siendo presidente del gobierno. ¿Les suena?. Bueno, pues no hace tanto. Claro que ese mismo partido ha hecho lo propio, dos veces últimamente, con los secretarios generales de Madrid, nombrando sendas gestoras, cosa que, como sigan así, lo van a tener que incluir como seña de identidad.

Pero donde la unidad de la izquierda parece un oxímoron es a la izquierda de la izquierda. No me voy a referir a las internacionales socialistas que dividían, cada vez, a esa izquierda. Ni cuando Izquierda Unida nació como un intento de unidad que, para empezar, dejaba fuera al PSOE, el partido mayoritario en ese segmento político. Quizás para señalar que no era de izquierdas pero, en todo caso, para, en tiempos en los que la derecha se agrupaba, hacer lo contrario.

Me quiero referir a tiempos más recientes, cuando Ahora Madrid se constituyó en la alternativa electoral, esta vez sí, del PSOE en Madrid. La cosa iba bien hasta que Manuela Carmena, incapaz de articular un grupo político debido a que, realmente, no creía en eso, dividió su grupo antes de las siguientes elecciones. Ahora Madrid se dividió en Mas Madrid y Unidas Podemos para más tarde, conocer una nueva escisión de Mas Madrid con el nombre de Recupera Madrid. Por supuesto, cada parte se atribuía, en todo momento, el objetivo de unificar la izquierda. Mientras tanto, la derecha, esta vez unificada bajo la estatua de Colón, ganó las elecciones en Madrid.

Con el mismo objetivo unificador se está intentando ahora volver a agrupar la izquierda de la izquierda, con Yolanda Díaz haciendo de Manuela Carmena aunque, de momento, la cosa apunta como apunta. Con demasiados egos en la partida.

Pascal dio una explicación a este tipo de comportamientos cuando dijo que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Pero, como explicación, es insuficiente porque en las decisiones políticas suelen intervenir otras vísceras no tan nobles, pero no menos importantes que el corazón.

Razones que la razón no entiende