jueves. 28.03.2024
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Pleno del Congreso de los Diputados.

En política, cada vez que se produce un cambio de titularidad, el nuevo líder se refiere a "la herencia recibida". Con ello, quiere explicar que tiene que resolver algún problema, un marrón como aquel que dice, que le ha dejado su antecesor. Tiene, lógicamente, sentido negativo porque no se refiere al hecho de que haya heredado una poltrona, que eso sí que está bien, si no que le ha dejado un conflicto que iba en el lote. De esta forma trata de ponerse una venda en la herida por si no logra taponarla.

El juego es ya antiguo. Pasada la toma de posesión del nuevo líder, acto que suele ser más protocolario que otra cosa, raro es que no se refiera a "la herencia recibida", sobre todo una vez que, con más datos en la mano, tiene ya que hacerse cargo de la situación existente. No es usual que haya un cambio político en el que no haya una "herencia recibida". Por eso, la cuestión no es si hay o no, herencia, si no como se gestiona. Y, ya se sabe, cuando una herencia contiene algo como una deuda, se puede, desde pagar esa deuda, hasta renunciar a la herencia, pasando por aceptarla a beneficio de inventario, es decir negarse a pagarla hasta que no se demuestre fehacientemente la misma, lo que termina llevando a una negociación.

Los actuales líderes políticos españoles también, quien más quien menos, ha recibido su correspondiente herencia.

Por ejemplo, Pedro Sánchez. De entre el voluminoso testamento que suele constituir una jefatura de gobierno, es fácil distinguir como "herencia recibida" el asunto de Cataluña. Consiste, si se pudiera resumir en pocas palabras, en que, en una parte importante de España, su población se divide en dos partes, casi iguales, una de las cuales parece querer dejar de pertenecer al estado español. Debido a eso, y a que los que gobernaban en Cataluña representaban a la mitad secesionista, terminaron con sus huesos en la cárcel dado que cometieron algunos delitos justificándolos por tratar de cumplir ese objetivo. Bueno, todos no. Alguno huyó al extranjero.

Sánchez tenía la posibilidad de aplicar el principio romano de "rebus sic stantibus", dejando que los presos cumplieran la condena que el estado de derecho, a través de sus tribunales de justicia, les había impuesto. En lugar de eso, ha decidido pagar esa deuda con una apuesta, que es como algunos han considerado los indultos, es decir una decisión proactiva que debe mejorar la convivencia en Cataluña pero que va a levantar ronchas en otras partes de la sociedad española.

Pablo Casado, por su parte, heredó un partido cuyos casos de corrupción no es que les llegaran hasta las cejas si no, en frase de esas que hacen fortuna, "lo siguiente". Y lo siguiente han sido los tribunales, de donde los antiguos dirigentes de ese partido parece que no terminan de salir. La única ventaja que tienen es la vecindad de la Audiencia Nacional de la sede del PP en Génova 13. Por cierto, ¿se habrá paralizado la búsqueda de una nueva sede porque ya se ha trasladado a la Puerta del Sol?.

El caso es que la gestión de esa herencia por parte de Casado también es digna de mención. Su método ha sido el de aceptar la herencia a beneficio de inventario. Podría haber renunciado a la herencia no solo desmarcándose de la corrupción como algo anterior a él, si no condenándola objetivamente. Pero claro, eso sería algo que, la verdad sea dicha, tampoco tiene muchos precedentes en la historia. En lugar de eso ha tirado de presunción de inocencia para los acusados y esperar, confiando en que los tiempos judiciales le puedan asegurar una jubilación tranquila.

Otro caso es el de Inés Arrimadas. Como su antecesor, Albert Rivera, se gastó toda su fortuna jugando en el casino al todo o nada, Arrimadas no ha heredado más que deudas. La mayor parte con el PP que le había prestado gran parte de sus votantes y que, ahora, se los ha cobrado. Entre esos y otras deudas menores con el PSOE e, incluso, con VOX, por eso de la "unidad de la patria", Ciudadanos se ha quedado en los huesos. Francamente, no sé qué debería de haber hecho doña Inés con esa herencia que no fuera ese deambular de izquierda a derecha, y viceversa, que viene haciendo desde entonces. Lo tenía muy difícil.

Mas fácil lo ha tenido Santiago Abascal. Su herencia es secular y viene desde Pelayo, si no desde antes, cuando Viriato. La gestión de esa herencia se hace con las tripas y, por tanto, no está sometida al análisis racional, ese que necesita un funcionamiento neuronal que sopese la realidad. Con darle al exabrupto le da para mantener fiel a su clientela.

Y no crean que me olvido de Yolanda Díaz pero es que, creo que, de momento, no tiene “herencia recibida” o, al menos, en el sentido que suele tener ese término. Pablo Iglesias la ha testado una vicepresidencia de gobierno que no es poca cosa aunque, el resto del legado, Diaz lo tiene que compartir con Ione Belarra. Lo más parecido que puede ser una "herencia recibida" es tener que debatir sus tesis no solo con la parte mayoritaria del gobierno, si no con Europa y, quizás, con la dura realidad en algunos casos. Pero no tiene pinta de que lo vaya a hacer mal. Lo que pueda, claro.

Cómo gestionar la herencia recibida