jueves. 28.03.2024

Muchxs analistxs han especulado con que en esta década (2020-2030) un evento, de origen endógeno o exógeno, puede encender una peligrosa dinamita. Su tesis se basa en que los impactos antrópicos globales han fragilizado tanto las bases materiales que sostienen nuestra civilización industrial actual, que cualquier evento como una recesión provocada por el coronavirus, puede encender la mecha que inicie el declive de la civilización industrial. Impedir este escenario se antoja complicado al haber perdido mucho tiempo en realizar una profunda transición ecológica. Estamos ante una emergencia global (humanitaria y ambiental) evidenciada por la acumulación de crisis ecológicas y sociales, que lejos de solucionarse, empeora.

Todas sabemos que no hay certitudes de que lleguemos a los 2°C a principios de la década de 2030 o que nos aceche un bienio crítico (2023-2025) donde algún evento económico o ambiental va a proporcionar un buen caldo de cultivo al crecimiento de una suerte de fascismo neoliberal (muy evidente hoy en las fronteras del mundo rico donde ldesposeídos no tienen libre acceso mientras que sus bienes si los tienen).

Aún así, analizando el amplio consenso sobre la emergencia ecológica actual y en base al principio de precaución, toda organización política de la transformación social debe contemplar en sus objetivos estratégicos la mejora de la resiliencia de la sociedad civil. Todas estas organizaciones, quieran o no quieran trabajar desde las instituciones, van a tener que mirar de frente al riesgo que se avecina y comenzar a apostar por promover con hechos la cultura del apoyo mutuo que le será muy útil a la sociedad para ganar en resiliencia. 

En esta línea, la articulación entre las instituciones y la sociedad civil es clave, y la capacidad de una organización para generar una diversidad de cuadros juega un rol determinante. El primer escollo para esta meta es la cultura de la meritocracia que la educación nos ha programado desde pequeños y que está instalada en las organizaciones, conformando una estructura piramidal donde el ascenso está restringido en base a una serie de competencias seleccionadas por los dirigentes. 

El 15M tuvo una gran intuición de reforma al incluir elementos pedagógicos en su manera de organizarse y comunicar. Podemos ha conseguido capitalizar del 15M la competencia en comunicación. Y al acceder a los mass media ha sabido conjugar esta competencia con perfiles acordes con los medios mainstream, ocupando un espacio necesario para el combate ideológico y para ganar posiciones en los procesos electorales.

Actualmente Podemos está en un proceso interno de reorganización en su tercera asamblea ciudadana. Hay varios indicadores que nos ayudan a diagnosticar que el funcionamiento del Podemos actual está orientado a la proliferación de cuadros de una línea política que concentra su estrategia en su posición en los mass media y, por tanto, en los procesos externos. Solo leyendo las motivaciones de un gran numero de lxs candidatxs de la lista de Pablo Iglesias, la más mediática, se puede constatar la relajación en comunicar internamente lo que motiva a un candidatx a ser consejerx político estatal. Esto desincentiva al resto de candidatxs que no pertenecen a la lista con más repercusión mediática y, en consecuencia, a aquellxs que se proyecten a articular la sociedad civil e instituciones desde el impulso a la proliferación de cuadros en los círculos.

En la coyuntura de ésta década, en la perspectiva de promover la resiliencia, necesitamos procesos internos en la organizaciones que permitan la diversificación de cuadros. Y además, necesitamos definir objetivos estratégicos orientados a aumentar la porosidad de las <<fronteras burocráticas>> entre las instituciones públicas y la sociedad civil en cuanto al suministro de los servicios de base (agua, alimentación, energía, etc). Tenemos que aprender de la capacidad de comunicación y reorganización <estado-sociedad civil> de casos como el de Cuba a principios de la década de los noventa tras la caída de la URSS. Los huertos urbanos de La Habana acabaron cubriendo un 50% de la producción del pais.

Un ejemplo de esto sería implementar la creación de grandes centros logísticos que suministren, a colectivos ciudadanos locales, de insumos para la expansión de la agricultura urbana y de materiales para los talleres de vehículos de propulsión humana (bicis, carros, patinetes,etc). 

En cuanto a medidas que promocionen la cultura del apoyo mutuo, una iniciativa municipal interesante, son los kioskos ciudadanos propuestos por el equipo de la Alcaldesa de Paris Anne Hidalgo en el marco del proyecto La ville d’un quart d’heure. La idea es que los ciudadanos tengan un espacio para construir proyectos colectivos, facilitados por agentes municipales, en torno a la ecología urbana. La utilidad real quedaría supeditada a que fueran realmente kioskos cooperativos, que empoderen, y que permitan un alto grado de apropiación del espacio y de autogestión a los ciudadanos, evitando lo más posible que terminen como simples <<decorados>>.

Todo esto estaría en sintonía con otras propuestas como las expuestas en el artículo de Joaquim Sempere Por un proyecto de salvación pública ante el desastre climático y ecológico.  

¿Podemos será un partido preparado para la emergencia ecológica?