martes. 19.03.2024
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El infierno llegó a la vida de María cuando sólo tenía 27 años. Víctima de malos tratos, su marido la separó de sus dos hijos y la echó de casa. Se fue a vivir con su hermana, que la vendió a una mafia y durante 10 meses fue obligada a ejercer la prostitución bajo amenaza de muerte.

"Me pegaron, me violaron y me amenazaron con matar a mis hijos", relata María (nombre inventado), una mujer rumana que ahora, cinco años después de poder escapar de la trata, ha rehecho su vida en España, gracias a Adoratrices, una entidad religiosa que presta atención a las mujeres en situación de vulnerabilidad.

Este viernes se celebra el Día Mundial contra la Trata de Personas, una realidad incómoda que sucede a la vista de todos y cuyas víctimas principales son las mujeres, la mayoría de ellas obligadas a ejercer la prostitución en países como España.

María es una de estas víctimas que, como muchas otras, cayeron en las manos de las mafias con la falsa promesa de un trabajo. En su caso, su hermana la vendió a unos hombres que prometieron llevarla a Francia para trabajar en la recogida de patatas.

No fue así. Durante 10 meses, María fue obligada a ejercer la prostitución por distintos países de Europa; en pisos, locales nocturnos, en la calle... y siempre bajo la amenaza de que, si escapaba, matarían a sus hijos.

En esos meses de cautiverio y prostitución forzada María fue testigo del cruel trato al que sometían las mafias a las mujeres. "A muchas de ellas las tenían esposadas, las obligaban a drogarse, las violaban, incluso a algunas de ellas las han matado", recuerda.

Un infierno que hizo que esos diez meses fueran para ella "como 20 años".

Sin embargo, un día, María reunió el coraje suficiente para escapar.

Fue en La Junquera, hasta donde las habían llevado para prostituirse en la calle. "Le dije a mi proxeneta que le pagaría todo lo que me pidiera, pero que me dejara ir. Me contestó que ni trabajando toda mi vida iba a lograr reunir ese dinero".

Así que en un descuido, María se dirigió a una gasolinera y pidió ayuda a un camionero portugués. "Primero le ofrecí un servicio, pero me dijo que no, entonces le pedí que me ayudara". Gracias al traductor del móvil le contó lo que le estaba pasando y él la socorrió.

"Al principio se ofreció a pagar mil euros al proxeneta para que me devolviera los papeles y me dejara ir, pero lo convencí de que si hacía eso nos matarían a los dos". Así que condujo hasta un pueblo y llamaron al 112.

Le pusieron en contacto con la Guardia Civil y gracias a ellos conoció a la entidad Adoratrices, con las que trabaja desde hace cinco años y que le han ayudado a rehacer su vida, formar una nueva familia y encontrar un trabajo.

Reconoce que desconfiaba de la policía y asegura que puso una denuncia en Portugal, pero no le hicieron caso. Sin embargo, ahora es tajante: "Pido a las mujeres que confíen en la Guardia Civil, que son buena gente".

El caso de María se encuentra todavía bajo investigación judicial y ella espera que su denuncia ayude a sus compañeras de cautiverio.

El proceso de curación no ha sido fácil. "Yo tenía un comportamiento muy agresivo, muy salvaje, y he necesitado ayuda psiquiátrica, he tenido que aprender a confiar de nuevo en la gente, saber que no me iban a hacer daño".

Después de dos años en los recursos residenciales de Adoratrices, María empezó una vida autónoma, consiguió un trabajo, conoció a su pareja y ahora tiene una hija recién nacida. Lo que no ha conseguido todavía es viajar a Rumanía para ver a sus hijos.

Desde la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (Apramp) recuerdan que el 46 por ciento de las víctimas de trata son mujeres y un 19 por ciento niñas. Además, la mitad de ellas son objeto de trata con fines de explotación sexual.

El ministerio de Igualdad trabaja en una futura Ley Integral Contra la Trata orientada hacia la prevención y la persecución del delito y también hacia la protección y detección de las mujeres víctimas.

"Me pegaron, me violaron y me amenazaron con matar a mis hijos"