jueves. 28.03.2024
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Por Ignacio Apestegui | Me duele en el corazón como socialista y español escribir las siguientes palabras. La Ministra Celaá ha dado el tiro en la nuca a la Formación Profesional Pública de España.

Despistado, no había entrado a leer la nueva ley de educación, Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre. Acabo de terminar de leerla y encuentro, para sorpresa mía, que nos han metido un gol por la escuadra a los profesores de FP (a los que queríamos serlo al menos).

A lo largo del Máster/Curso de Formación Pedagógica para la Docencia que estamos estudiando (aquellos locos que decidimos pagar un Máster Universitario para obtener un título No-Universitario, por el terrible pecado de venir la FP, pero eso es otra historia aparte) nos enseñan la importancia de la interconexión de la realidad laboral con la Formación Profesional para la mejora del mercado laboral español.

Dentro de los acuerdos de Lisboa y los diferentes tratados y resoluciones de la UE, se establece la importancia de la Formación Profesional Real Continua (donde los alumnos salgan preparados para trabajar en el mundo real y no en un marco teórico de libros desfasados varias décadas). Para ello la implicación de los profesionales en la docencia es ineludible. Sobre todo, si queremos que nuestros jóvenes lleguen preparados a un mercado laboral (en el mejor de los casos) difícil.

Si deseamos un sistema productivo o una economía más resistente a las crisis, como el mercado alemán o el danés, debemos potenciar la FP. Nuestros trabajadores deben ser especialistas en sus campos (cobrar en consonancia).

Pero ahora para ser Profesor de Formación Profesional, no hay que ser un experto en la materia, hay que tener un grado universitario y un máster o curso equivalente en docencia. La nueva ley establece:

Artículo 95. Profesorado de formación profesional.

1. Para impartir enseñanzas de formación profesional se exigirán los mismos requisitos de titulación y formación establecidos en el artículo anterior para la educación secundaria obligatoria y el bachillerato.”

Ósea:

“Para impartir las enseñanzas de educación secundaria obligatoria y de bachillerato será necesario tener el título de Grado universitario o titulación equivalente, además de la formación pedagógica y didáctica de nivel de Postgrado, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 100 de la presente Ley,...”

Tenemos entonces que, cualquier chaval con un grado y sin experiencia en cocina, por ejemplo (mi especialidad), puede ser profesor (funcionario) mientras que, por ejemplo, yo no. Todo a pesar de trabajar como cocinero en un restaurante con Estrella Michelin, ser Graduado Superior en Dirección de Cocina en el Hotel Escuela de Canarias (la escuela más prestigiosa del archipiélago) y ser egresado del Curso de Formación Pedagógica para la Docencia de la Universidad Alfonso X.

Eso sí, la nueva ley me permite, gracias amigos políticos, ser personal laboral (no funcionario, ni permanente), para lo que no necesito un curso pedagógico docente o master o nada, porque cito de la ley

"Asimismo, y con el mismo carácter, se podrá atribuir docencia en el ámbito de la formación profesional a profesionales del sector productivo asociado al título o curso correspondiente."

Vamos, que no necesitaba sacarme ni el grado superior en cocina, ni el medio, ni el básico…

Leyéndome, reflexiono, ni siquiera necesito el grado superior para nada, porque para que me enseñe a cocinar a mí ya está mi Jefe, no necesito un chaval sin experiencia en la rama me diga cómo hacerle la puntilla a un huevo frito que él nunca ha hecho (pero leyó como hacerlo en un libro lleno de dibujitos monísimos).

Esto mata la idea misma de la Formación Profesional Pública, de calidad e integrada con el mercado laboral, al arrancar de la docencia a los profesionales más capacitados por aquellos que hayan tenido más facilidad, por la vida o por dinero, de sacarse un título vacío de grado.

Porque no nos mintamos, nuestra Universidad no es la mejor del mundo. Apenas un par de ellas aparecen en alguno de los rankings de calidad universitarios a nivel mundial. La mayoría de nuestros graduados salen sin experiencia práctica, sin conocimientos actualizados (que le pregunten a los ingenieros o arquitectos), por no decir del desconocimiento de la realidad laboral española.

Por otro lado, están las escuelas privadas de FP que van a ofrecer a esos profesionales (esteticien, cocineras, maitres, etc) punteros en sus campos un puesto fijo y bien remunerado (no como el personal laboral no fijo sin saber dónde darás clase el curso siguiente o si trabajarás siquiera), nos vamos a encontrar que la docencia en la Formación Profesional Pública será endogámica. Los docentes serán aquellos alumnos que nunca han ejercido más que como estudiantes para ser profesores. Y una formación privada con profesionales con experiencia (y mejores condiciones laborales).

¡Qué paradoja, que las reivindicaciones a un gobierno socialista para la mejora de la educación pública hayan hecho más por la educación privada que ninguna reforma del PP!

El ocaso de la formación profesional pública