viernes. 19.04.2024

Como siempre, los grandes cambios llegan con modestia, como sin querer llamar demasiado la atención y, sin darnos cuenta, nuestro entorno ya no es el mismo, no es reconocible y debemos encontrar un nuevo manual de instrucciones que nos ayude a manejarnos. Parece que algo se mueve deprisa en el marco de las relaciones laborales y hay que estar atentos para que esos cambios se organicen de forma adecuada.

Si hacemos una síntesis, podemos encontrar tres ejes que parecen moverlo todo: Tiempo, espacio y remuneración, esta última supeditada al tiempo, a la jornada laboral, que tiende a la reducción aunque sea a cambio de bajar los ingresos. Movistar ha llegado a un acuerdo que, además de ser histórico, puede marcar el paso para que otras grandes empresas sigan su mismo rumbo: ya ha abierto la puerta a la jornada laboral de cuatro días a la semana. La instauración de este régimen temporal pone de manifiesto que las prioridades han cambiado y la disponibilidad de más tiempo libre prima sobre el castigo que supone la lógica reducción proporcional de los salarios. ¿Que ha pasado para que esto se haya hecho posible? Que las prioridades cambian y los trabajadores, muy poco motivados por regla general, prefieren trabajar menos días y disfrutar de lo que cada cual prefiera en lugar de contar con más dinero. El eje de tiempo se consolida.

El próximo gran reto se plantea, y curiosamente lo plantea el espectro más ultraliberal de la concepción política, en torno al salario universal

El eje destinado al espacio también ha sufrido y a raíz de la pandemia, el teletrabajo ha abierto perspectivas nuevas que los departamentos de recursos humanos no manejan muy bien. En mi sector -publicidad- ya hay grandes empresas que ven cómo algunos de sus trabajadores piden acceder al teletrabajo de forma permanente o cambian de empresa sólo porque otra empresa se lo ofrece. Sin más razón que poder trabajar en donde mejor les convenga, cambian proyectos, carreras y destinos sin dudar un segundo, mientras que sus empleadores no saben muy bien cómo gestionar esa creciente demanda.

En el capítulo de ingresos  se ha producido una noticia que ha pasado un poco desapercibida: la UE ya ha establecido criterios de regulación del salario mínimo válido para todos los países miembros. Se habla de criterios comunes que cada miembro debe emplear para calcular ese salario, pero me parece que este hecho es un avance estupendo que viene a bendecir las bondades de ese sueño que algunos mantenemos vivo: los Estados Unidos de Europa.

Todo esto y muchos otros toques de atención, deberían obligarnos a proyectar un determinado futuro para lo que será el mundo laboral. Los viejos patrones y los esquemas establecidos comienzan a resquebrajarse sin que los gobiernos y los agentes sociales tengan completa la hoja de ruta. Se van haciendo cosas de forma aislada y cada cosa supone un ladrillo con el que se va construyendo el entorno en el que trabajarán las futuras generaciones.

El próximo gran reto se plantea, y curiosamente lo plantea el espectro más ultraliberal de la concepción política, en torno al salario universal. Esta es una posibilidad que parece tan lejana como hace unos pocos meses parecían los tres cambios anteriores, de forma que es muy posible que lo veamos aterrizar pronto en algún país. No me extrañaría que fueran los USA los que rompieran esa barrera conceptual, pero demos tiempo al tiempo para que las sociedades cambien y los entornos laborales y vitales nos sigan sorprendiendo.

Nueva era para las relaciones laborales