martes. 19.03.2024
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Ignacio Camuñas Solís

Era conocido por el sobrenombre de “Nacho de noche”. No pasaba de ser un “pseudo-progre” de la época, que no se distinguía por un trato especialmente justo a sus trabajadores de la editorial Guadiana. Su mérito: el sentido de oportunidad de crear un pequeño partido de inspiración liberal con el que sumarse (cabeza de ratón) a la coalición de UCD, y recibir así la recompensa de un ministerio. En cuanto a la construcción de nuestra Democracia no le debemos gran cosa a Ignacio Camuñas, que -andando el tiempo- demostró sus sólidas convicciones liberales siendo uno de los fundadores de Vox.

Lo más cerca que Camuñas anduvo del conocimiento serio de la Historia pudo ser alguna publicación que sus empleados sacaran en la Editorial Guadiana, que para él no era más que un juguete con el que obtener un aparente “caché” de intelectual que no poseía. El cerebro lo tenía en la discoteca así llamada, donde se ganó con creces el famoso sobrenombre.

Pues este fantasma de la historia de España es el que,al día siguiente del aniversario del golpe de Estado de 1936, se atrevió a minusvalorar a “otros” historiadores -como si él lo fuera- que han analizado concienzudamente la más que compleja historia de nuestra Segunda República, la influencia en la misma y en sus avatares de muchas décadas de aberrante historia patria, y el golpe de Estado perpetrado por las derechas beneficiarias de esa historia aberrante, y por un ejército constituido a la medida de los intereses ideológicos y económicos de esas derechas. Y, ¿cómo no?, dictaminó que el culpable del golpe de Estado fue el Gobierno de la República legalmente constituida.

De ese fantasma de nuestra historia -y de otros como él- es de quien echa mano la ignorancia de Pablo Casado para llenar las lagunas intelectuales y de erudición que dejó en su mente el máster comprado a las afueras ricas de Madrid. No se trata de argumentar fundadamente sobre nuestra Historia, sino de sacar un titular a vuelapluma que le dé alas para disimular la burrada que se atrevió, con su osada ignorancia, a proferir hace poco en la Sede de la Soberanía Nacional, con aquel patoso juego de palabras de que “la guerra civil fue un enfrentamiento entre los que querían una democracia sin ley y los que querían la ley sin democracia”. Una ignorante afirmación que sonaba, en el templo de la democracia, como diría el poeta, “como una blasfemia entre una oración”.

Sería deseable que Casado no siga por ese camino, que le llevará a tener como asesor de cabecera al exterrorista Pío Moa auto-reconvertido en supuesto historiador (si es que no lo tiene ya). Un camino que, a base de falsificar nuestra Historia, pretende negar la realidad de un ilegítimo atentado contra el sistema democrático legalmente constituido, y encarnado en nuestra Segunda República, e intenta colarnos de matute el modelo de una España antidemocrática, que forjó su ideología bebiendo directamente en las fuentes del fascismo italiano, y flirteando de modo oportunista y asesino con el nazismo alemán. No olvidemos jamás el brutal crimen colectivo de Guernika, ni el genocidio de ”la carretera de la muerte” en la huida de Málaga a Almería, ni el no reconocimiento de miles de españoles, dejándolos como apátridas en manos de los verdugos de los campos de concentración de Hitler.

El ignorante silencio de Casado ante la brutal agresión a nuestra Historia, perpetrada por el tal “Nacho de noche”, y su posterior alabanza a tal intervención, tiene un significado peligroso. Y vistas las palabras del propio Casado en el Congreso, deja clara una intención: la de patear nuestra Historia, y la de seguir negando nuestra convivencia y el espíritu de la reconciliación nacional, que es el que -formulado por Santiago Carillo doce años antes de nuestra Transición- marca el rumbo para la construcción de nuestra Democracia.

Reconciliación nacional que supone que, lo mismo que se acepta la participación de personajes procedentes del régimen franquista en la puesta en pie de nuestro Estado de Derecho, se abra el camino para que nuestra democracia actual conecte legítimamente con la democracia arrasada militarmente, y reconozca y se honre a quienes lucharon digna y legalmente contra ese aplastamiento por la ilegalidad de la fuerza.

Y que no nos engañen: ¿Qué revanchismo hay en las familias que pretenden justamente rehabilitar el nombre de sus antepasados defensores de la Libertad, y darles una sepultura digna? ¿Qué discordia generamos los ciudadanos que pretendemos llamar a los crímenes por su nombre, y que queremos sacar de nuestra Historia a aquellos que la deshonraron, y que no sólo perpetraron el golpe, sino que se ensañaron con los que defendieron y practicaron los valores y la dignidad de la Democracia?

Hay en nuestro país prácticamente una generación entera de ciudadanos que, afortunadamente, se han criado al margen de la influencia directa o indirecta de aquellos avatares. Y debemos mantenerlos al margen. Pero no ignorantes de la Historia. Tenemos el deber de hacérsela conocer para que no la repitan.

Y que no nos cuenten mentiras: Franco está ahora enterrado en Mingorrubio, sin más honras que las que se le deben a cualquier fallecido, y la ciudadanía de este país ni se ha estremecido ni se ha rasgado las vestiduras. Porque no ha sido más que una iniciativa de poner las cosas en su sitio.

Y para ese poner las cosas en su sitio, sin histrionismos ni falsificaciones, también están convocados los ciudadanos del PP a quienes por desgracia Pablo Casado -siempre por un puñado de votos- está empeñado en hacerlos discurrir por caminos perdidos de la verdadera Historia de la España de todos.

“Nacho de noche”, la frivolidad y la verdadera Historia de España