sábado. 20.04.2024
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Los reyes Juan Carlos y Sofía en el Congreso de los Diputados: Imagen de archivo

El viaje de Juan Carlos a España, en mi opinión, ha revestido y reviste unas características que merecen ser analizadas más allá del mero espectáculo, aunque éste forme parte de un análisis más profundo. La mayoría coincide en que no se trata de un viaje con motivo familiar, ni deportivo, ni nostálgico, ni gastronómico. Aunque todas estas posibles motivaciones se han utilizado, no son el fundamento del viaje. Dar explicaciones del motivo de su huida ha quedado descartado expresamente por el mismo personaje: “Explicaciones de qué”, le espetó a una periodista.

Las razones hay que buscarlas, a mi parecer, en aspectos más peligrosos para la Constitución y la situación política actual de nuestro país. Los poderes fácticos no han estado nunca contentos con el Estado social y democrático de Derecho que proclama el Artículo 1 de nuestra Constitución ni con que la soberanía nacional resida en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. Persiste una concepción de necesario tutelaje de un pueblo no preparado para gobernarse y que necesita de una institución carismática y cuentística que le guíe. Todo el ornamento y propaganda alegórica con la que los poderes reales han protegido a nuestra monarquía desde el siglo XIX, han conseguido ocultar al pueblo sus crímenes, sus inmoralidades, sus latrocinios. A pesar de la contundente realidad cotidiana la vida de nuestros monarcas ha sido un seriado cuento de hadas para los súbditos. Repasar el libro de Carlos Reyero Monarquía y Romanticismo. El hechizo de la imagen regia, es muy ilustrativo de la estrategia propagandística de nuestra monarquía.

La revolución burguesa no triunfó en España y la burguesía fue digerida, en muchos casos con violencia, por los poderes tradicionales. Paralelamente y para justificar el tutelaje se ha mantenido y mantiene a un sector amplio de la población alejado de la información y formación política, promoviendo  su aversión hacia la política. Ya lo dijo un dictador astuto “haga usted como yo, no se meta en política”.

Todo ello nos describe un panorama poco alentador para la solución de los problemas de este país hoy. ¿Cómo se salva el que no quiere salvarse, el obcecado por salvar a su verdugo? La psiquiatría social tiene tarea por delante en nuestra sociedad. Aplaudimos al que nos roba, nos veja, nos miente, nos insulta y denunciamos, insultamos y vejamos al que quiere defendernos. “Érase una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos/había también un Príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado. Todas estas cosas había una vez cuándo yo soñaba un mundo al revés”.

Como nos muestra Preston minuciosamente somos un pueblo traicionado pero también engañado y consentidor y eso permite la manipulación permanente. Con un ¡Vivan las caenas! recibimos al rey felón, traidor hacia su padre y hacia su pueblo, que recurrió a cien mil hijos bastardos para reprimir a un pueblo que había expulsado al invasor y le había sentado de nuevo en el trono. ¿Hay algo más deleznable socialmente?

Evidentemente, y aunque se oculta, el palo ha sido un instrumento esencial para la monarquía. ¿Qué fue de las Sociedades Patrióticas? El fusilamiento de Torrijos y Marianita Pineda deben sacarse de la ensoñación histórico-mitológica y analizarse como lo que son: la evidencia histórica de la represión sangrienta por parte del absolutismo monárquico para defender los intereses más espurios de sus representados. Edulcorar la historia tiene efectos gravísimos para la sociedad. Gracias a la pintura y a la literatura conocemos hoy la verdadera tragedia de la historia y sus causantes. Las imágenes son más explicativas que los textos al dictado de las Reales Academias y de los textos escolares. La narración edulcorada e interesada de los hechos políticos por parte del poder y de sus amanuenses debe de ser sometida al ojo crítico y reflexivo del receptor, nunca digerida intelectualmente sin procesar.

Estamos asistiendo a la construcción por los interesados en la vieja monarquía de una nueva narración. El emérito, en su faceta humana,  ha caído en ligeras tentaciones, de la carne y las riquezas materiales, todas perdonables y perdonadas. Ha pagado con la exposición pública de sus miserias. Ha bajado a la tierra y nos ha pedido perdón. ¿Qué más queremos sus súbditos, pecadores diarios? Lo demás es actuar con escarnio y ensañamiento, más propio de gentes rencorosas, envidiosas, no acostumbradas al perdón. Por encima de todo ello está su permanente defensa de nuestra patria, de la consecución de un sistema democrático en nuestro país y su defensa del pueblo llano al que se ha acercado siempre en los momentos difíciles. ¿No dejamos libres a los asesinos más abyectos; no perdonamos las deudas milmillonarias de las Cajas que pagamos a sus acreedores? ¿Se merece menos nuestro campechano monarca?

El viejo Rey debe de ser restaurado en su alta dignidad. Y más allá habrá que reflexionar seriamente si no nos equivocamos al expulsarle de su querida Patria, al defenestrarle de un trono que le pertenecía pero que él, como su padre, cedió a su hijo para recuperar el prestigio dañado de la Monarquía.

¿No estaremos asistiendo a la construcción de una narración que prepara un golpe de timón en el seno de la propia institución monárquica,  necesitada de asimilar e integrar los cambios por la fuerte y creciente presencia de la ultraderecha en nuestra sociedad, tan vinculada a tradicionales sectores de la nobleza?

La respuesta a la excursión de Juan Carlos por parte de primeras espadas del PSOE monárquico y de sectores monárquicos de la derecha racional, así lo atestiguan.

Monarquía absoluta vs. monarquía parlamentaria