viernes. 29.03.2024
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Rodolfo Rieznik | “Si se calla el cantor calla la vida, ... si se calla el cantor, muere de espanto la esperanza, la luz y la alegría” dice una recordada  letra musical de Horacio Guaraní cantada con fina sensibilidad por Mercedes Sosa. Pero si se calla el mercado renace la vida, que no calle el cantor… El cantor hoy, en el dramático suceder expansivo y planetario del coronavirus, es el trabajo de miles de personas: médicos, enfermeras, auxiliares, farmacéuticos, conductores, empleados de supermercados, de comercios, agricultores, obreros de fábrica, soldados, y de un largo y enorme etcétera. El trabajo material, real de todos ellos es clave para la vida de millares de infectados y para la batalla del confinamiento y mantenimiento de la sociedad contra la enfermedad que nos acecha.

Esta pandemia, de dimensión mundial, dislocará extraordinariamente la economía capitalista, que se retroalimenta en la venta de mercancías, bienes y servicios destinados al mercado. La reclusión necesaria y masiva de los ciudadanos, decretada por el estado de alarma, frena contundentemente  la actividad económica, el consumo de bienes y servicios finales y por ende globalmente la producción, distribución y comercialización. La mayoría social de la población perderá ingresos, bien por rentas del trabajo asalariado o del trabajo autónomo, bien por el cierre obligado de grandes sectores de la economía y caída drástica de ventas de pequeñas y medianas empresas. Una fracción mayoritaria de la ciudadanía y de las familias se quedará sin recursos para sostener las necesidades de la vida cotidiana. Esa población no cuenta con otros medios de subsistencia más allá del ingreso procedente de su trabajo o pequeño negocio. El Estado, a diferencia de la crisis de la Gran Recesión de 2008-09, no podrá eludir salir al rescate de esta mayoría social. La crisis ha puesto en evidencia que  la perpetuación vital de nuestra especie  está en el trabajo de las personas y no el capital económico. Así ha sido históricamente, es el trabajo humano el que ha transformado productivamente la naturaleza hacia las necesidades humanas en un sentido amplio.

Los mercados financieros, los que dominan la economía capitalista del siglo XXI, se mueven exclusivamente atados a la evolución del lucro del dinero, no a las necesidades de la gente

Muchos se plantean el dilema de qué rescatar primero en esta cruda realidad: ¿ayudamos a la gente o las empresas? Y el dilema no es tal. La gente en una economía que no es de autoconsumo, que es compleja y diversificada en productos, no tiene otras opciones para sobrevivir: acceder a los bienes vitales. En cambio, las empresas no tienen entidad biológica y sus estructuras físicas, productivas o comerciales tienen múltiples alternativas de supervivencia. Son los trabajadores quienes mejor conocen su funcionamiento, son ellos los productores directos y quienes garantizan la continuidad de su gestión. Otra cosa es el capital, la propiedad de las empresas y Los Mercados.

Los mercados, El Mercado, ese “ser” omnipresente, sin sustancia antropogenética real, y su principal herramienta de decisión (los precios) no parece que vayan a hacer nada positivo para frenar la hecatombe planteada por la pandemia. Al contrario, el mantra de la lógica de los mercados como ordenador más eficiente de la vida socio económica emerge como una gran mentira. Los mercados, El Mercado capitalista, no están, ni se les espera, para salvar a la gente.

Esta crisis sólo puede ser tratada con más Estado, no con menos. Como mínimo, garantías para no perder la vivienda e ingresos y una Renta Básica de soporte para los trabajadores y los sectores más vulnerables es una salida de urgencia que no puede esperar

Los mercados financieros, los que dominan la economía capitalista del siglo XXI, se mueven exclusivamente atados a la evolución del lucro del dinero, no a las necesidades de la gente. Y malévolamente lo hacen a la inversa del interés común. Cuando surgen las grandes crisis, como la actual, y los Bancos Centrales reducen el interés del dinero para facilitar que llegue a los ciudadanos y empresas vulnerables urgidos por la crisis, Los Mercados empujan en sentido contrario. Apuestan a la baja del precio de los activos financieros en circulación  para compensar la pérdida de valor del dinero legal en circulación y obtener rendimientos al alza en la compraventa de los mismos. El gran capital financiero ajusta mecanismos extraordinarios de especulación sin freno. Entre otros, bajar las cotizaciones de las acciones en bolsa, se ponen en corto (1), permitiendo que poderosos fondos de inversión o bien hagan caja a precio de saldo, o bien compren empresas por debajo de su valor, entre otras acciones, aprovechando el desolado panorama social de la crisis sanitaria y la bancarrota económica.

Los Mercados no sólo no cooperan al rescate de las personas, sino que exigen también ayudas fiscales e inyecciones de liquidez vía colocación corporativa de deuda a los Bancos Centrales -Quantitative Easing (2)-. Con ello, animan a fortalecer una tesorería adicional para realimentar la especulación y no para garantizar el empleo. Otro tanto intentarán, quizá, hacer con los ahorros por moratorias de deudas fiscales, mientras será el Estado el que, a través de expedientes de regulación empleo, asumirá los despidos o reducciones de salarios de los trabajadores. 

En suma, ahí están “Los Mercados” actuando de espaldas al bien común, no como dicen los neoliberales “empatando” las legítimas aspiraciones de los individuos en el libre juego económico de la oferta y la demanda en el mercado. 

La crisis financiera de la deuda originada en 2008-09 para salvar a los bancos continúa y la que puede llegar sobrevenida por la actual, sanitaria, no puede tratarse de igual forma. Esto es, es necesario que la inyección de liquidez a los bancos o a empresas sean para sostener el trabajo y la actividad económica real y no para rescatar el capital de las empresas con recortes equivalentes a los servicios públicos.

Más Estado, no menos.

Esta crisis sólo puede ser tratada con más Estado, no con menos. Como mínimo, garantías para no perder la vivienda e ingresos y una Renta Básica de soporte para los trabajadores y los sectores más vulnerables es una salida de urgencia que no puede esperar. Y se debe hacer con rotundidad, administrando correctamente los recursos fiscales del Estado hacia la gente, incluidas facilidades monetarias de los bancos centrales para que no se filtren a otros usos perversos.


(1) Ponerse en corto en la bolsa: es, en circunstancias de baja generalizada de la bolsa, pedir acciones prestadas al precio de hoy para venderlas de inmediato y luego recomprarlas más baratas en el momento de la devolución y lucrar con la diferencia sostenida por el momento bajista.
(2) Quantitative Easing. En el lenguaje financiero son las medidas de flexibilización de los Bancos Centrales para entregar liquidez, Euros en Europa,  a los gobiernos y las empresas.

Si se calla el mercado... una renta básica ya