sábado. 20.04.2024
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José Bogas, consejero delegado de Endesa, Ignacio Galán, presidente de Iberdrola, y Francisco Reynés, presidente de Naturgy

Adam Smith ilustró a la sociedad de su tiempo sobre las bases del progreso económico. Lo sorprendente, o quizás no tanto, es que en pleno siglo de las luces explicara el funcionamiento del mercado por la acción de una mano invisible. Hay que recordar que la economía era de las pocas cosas que parecían estar en manos de los hombres, a través de la intervención del estado. Se llamaba mercantilismo. La mayor parte del resto de las ciencias (realmente, la economía todavía no era una ciencia), se apoyaba en concepciones religiosas que consolidaban los conocimientos como inmutables.

Con mayores explicaciones, al compás del desarrollo de la economía como ciencia social, esto de la mano invisible del mercado ha servido para explicar lo que, de otro modo, estaría sumido en la incertidumbre. En todo caso, la existencia de aguas poco claras ya se sabe que ha servido siempre para que algunos pescadores pudieran optimizar sus capturas. Pero también para que, a falta de mejores explicaciones, se extendieran toda clase de teorías conspiratorias para explicar lo inexplicado.

Esto ha sido así hasta que hemos llegado a la actual, e incomprensible, factura de la electricidad, por ejemplo. Cuando se trata de escudriñar el porqué del importe mensual de la factura, la misión se vuelve imposible. Si estuviéramos antes del siglo de las luces (ya que hablamos de electricidad), bastaría con que la explicación fuera "por la gracia de Dios", como ponía en las antiguas monedas de peseta para justificar lo de Franco, pero, ahora, tratan de explicarlo de otra manera. Consiste en multiplicar y sumar una serie de datos que aparecen en la factura pero esa, la parte aritmética, es la más sencilla. Lo que resulta inexplicable es el origen de esa cifras que hay que sumar y multiplicar.

Yo no sé si la factura de la luz es, ahora, uno de nuestros principales problemas o es, solo, una serpiente de verano. Pero quizás esté mostrando un problema de fondo y es la posibilidad real, o no, de que la política pueda intervenir eficazmente en asuntos como este

Porque la razón se pierde en un mar de disposiciones, reguladores, pools eléctricos, compañías de producción, de distribución y de comercialización e intermediarios diversos. Al final solo queda la presunción, que no la explicación, de que es la mano invisible del mercado la que hace subir el precio de la electricidad cuando hay una mayor demanda.

Pero eso ya no cuela. Cada vez han calado más las ideas de la ilustración y a la gente le da por la transparencia y el conocimiento y no por lo invisible. Sobre todo cuando le afecta a partes tan sensibles como su bolsillo. 

Ni siquiera los algoritmos que procesan los big data y que han sustituido al "más allá" como fuente de conocimiento y base para la toma de decisiones, pueden constituir una explicación entendible por la mayoría de la gente, es decir por los ciudadanos, consumidores, clientes o como se les quiera llamar. Porque la factura de la luz no solo la tienen que pagar los universitarios con carreras especializadas si no cualquier hijo de vecino.

Pero, además, porque a los algoritmos no los carga el diablo, si no algo peor: humanos que los procesan a partir de determinados criterios que suelen responder, como decía Adam Smith, a su interés propio y que, según estamos viendo, eso no produce el beneficio común si no la subida de precios que, obviamente no parece que tenga nada que ver con eso del beneficio común.

Pero, aún si los big data fueran tan neutros como los muñecos de peluche, hay que saber para qué sirven: para detectar tendencias y no excepciones. La ilustración, de la que estamos hablando, cuando la mayoría de la gente creía lo que creía, no habría salido de un big data. Ni muchos elementos que han configurado el progreso humano en toda época, tampoco. 

Daniel Innerarity lo explicaba muy bien en un reciente artículo: los algoritmos son útiles para gestionar pero menos para hacer política. Y, política es lo que se está pidiendo para contener el precio de la electricidad.

Yo no sé si la factura de la luz es, ahora, uno de nuestros principales problemas o es, solo, una serpiente de verano. Pero quizás esté mostrando un problema de fondo y es la posibilidad real, o no, de que la política pueda intervenir eficazmente en asuntos como este. Y, esto, si es importante. Si nos pasa lo que a León Felipe, que ya nos sabemos todos los cuentos, tendríamos que sacar provecho de ese conocimiento.

Aceptemos que este tipo de problemas son sustanciales y aceptemos que los políticos, cuando nos piden el voto para cambiar nuestras vidas, se están refiriendo a cosas como estas. Pues bien, si les damos el voto, tienen que cambiar nuestras vidas, es decir, arreglar cosas como estas.

Porque si no, pediremos cambiar no a nuestros gobernantes si no a quien, realmente, mece la cuna de las cosas. Esto, antes, se llamaba revolución.


(Como debe ser la ola de calor para que yo esté hablando de revolución).

La mano que mece la cuna del mercado