jueves. 28.03.2024
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Foto: Consejo General del Poder Judicial

Hace dieciséis años, en 2005, un trabajador de la construcción sufrió un accidente de trabajo a resultas del cual resultó herido, por lo que acusó a sus patronos por una presunta responsabilidad penal. Una posible indemnización económica quedó pendiente del resultado de la sentencia judicial. Hoy, en 2021, el caso no ha salido, todavía, de la fase de instrucción. Hablo de un caso concreto que conozco, pero estoy seguro de que no es un caso aislado, sino tristemente común. También sé de  un caso en el que, hace unos años, declaré como testigo de algo que había tenido lugar dieciocho años antes.

Por eso, cuando leo sobre los problemas de la justicia española que preocupan a nuestra clase política, suelo relativizar esos problemas. Porque de lo que parecen hablar, o peor todavía, no hablar, es de renovar unos órganos judiciales de élite para los que solo una fracción ínfima de la población española están llamados a concernirse, aunque no se me ocultan las altas consecuencias que se derivan de esos órganos que un partido de gobierno, como el Partido Popular, no quiere renovar.

Porque, el PP, ese partido, está llevando su patriotismo hasta paralizar la renovación de determinadas instancias judiciales reguladas por la Constitución. Todo por España. (Habría que preguntarse si también, si pudieran, y cuando les interesara, paralizarían la renovación de las Cortes y del Gobierno. Y, la verdad, es que da miedo pensar en la posible respuesta).

Suelo tirar de parábolas futbolísticas para analizar algunos asuntos y esta vez no va a ser menos. Imagínense que un árbitro de futbol tardara, no dieciséis años, sino solo un par de días en tomar una decisión. Bueno, no crean que sería tan dramático porque el futbol seguiría existiendo. Con otras normas, con partidos que se interrumpirían hasta que el árbitro hubiera decidido, pero se seguirían celebrando. Estoy tan seguro de ello porque las parábolas funcionan en los dos sentidos: si eso funciona en la vida real ¿por qué no iba a funcionar en el futbol? Pero habría un tiempo de transición durante el cual los aficionados podrían sublevarse. Basta ver la poca paciencia que se tiene cuando el VAR (el video arbitraje) tarda unos minutos en pronunciarse sobre una jugada dudosa.

Habría que preguntarse si también, si pudieran, y cuando les interesara, paralizarían la renovación de las Cortes y del Gobierno. Y, la verdad, es que da miedo pensar en la posible respuesta

Pues si ese problema, el de la lentitud de la justicia, parece no importar, ya me dirán ustedes el de la renovación del Poder Judicial y el del Tribunal Constitucional. Mi propuesta es que nos acostumbremos a la existencia de unas instituciones que no se renuevan. De hecho, ya tenemos una, en eso que se llama "la más alta representación del estado", que solo se renueva por vías naturales. Y no pasa nada. Si los jueces de esas instituciones que no se renuevan deben ser eternos, que lo sean.

Los instrumentos, las cosas en general tienen utilidad mientras tienen utilidad. Pero rara es la cosa que es imprescindible. Por ejemplo, para ese trabajador que lleva dieciséis años esperando una sentencia, ya me contarán ustedes lo que le importa la renovación de esos órganos judiciales. El juzgado de instrucción que lleva su caso ya se ha renovado tres o cuatro veces y, él, sigue esperando. Repito que sé de qué hablo, en relación a ese caso.

Así pues, debemos pensar que tenemos lo que tenemos. Y, además, por si acaso, los tribunales europeos. Si el PP no quiere renovar esos cargos porque cree que les pueden favorecer en sus problemas particulares (ya saben de qué les hablo) o en sus tesis políticas (si aceptamos que los jueces también tienen ideología, por supuesto) ya que los que hay tienen un sesgo conveniente, no hay que preocuparse. Tarde o temprano, la naturaleza hará de las suyas. Además, y por otra parte, cuanto más reclamemos que el PP entre en razones, más munición les daremos para esa guerra que están librando.

Pónganse, los preocupados por este asunto, en la piel de los miles de ciudadanos que están esperando una decisión judicial que tarda años en resolver sus conflictos y que les debe traer completamente al pairo la suerte que puedan correr no más de un par de docenas de licenciados en derecho con aspiraciones de ocupar uno de esos puestos en litigio.

Pero, claro, ésta que acabo de exponer, es la opinión de alguien que no presume de tener sentido de estado, si no, simplemente, sentido común.

Jueces, ¿de aquí a la eternidad?