martes. 19.03.2024

Me asomo a esta columna ante el desastre que han sufrido los ciudadanos de Madrid, y de otras partes de España, por esta “nueva ola de nieve”. Desastre al que no han sabido enfrentarse quienes deben velar por la vida social, o sea, nuestros políticos, entre ellos, los responsables madrileños, tanto de la Comunidad, como del Ayuntamiento.

Y eso que venían anunciando los expertos en meteorología que habría grandes nevadas, que dejarían en el suelo una alfombra de casi medio metro de nieve. Ya se sabe del interés que prestan los políticos, casi todos ignorantes supinos, a los científicos y sus conclusiones. Los responsables madrileños, conocidos por sus salidas de tono y ataques de perogrullo al gobierno central, norma común en una presidente IDA, dada al postureo y a la fotogenia, y no a la gestión, y un alcalde con síntomas de enanismo mental, han sido desbordados por un simple nevazo, que siendo quizá histórico, no lo es tanto como para sembrar la hecatombe en las calles y en los suministros, de abastos y de transportes. De nuevo, como sucede con la pandemia, echan balones fuera mirándose el ombligo, cantando sus alabanzas de baba, y echando la culpa a Perico el de los palotes. ¡La que han armado con su incompetencia! 

Servidor, que conoce bien la nieve por haberse criado a las faldas de Gredos, sabe que de bonita no tiene más que un reflejo, y porque en mi casa, gracias a Dios que la envía -dicen-, durante bastantes días comíamos liebre guisada de mil maneras, por salir mi padre después de cada nevazo a cazarlas. El mejor día para tal menester. Aficionado a la caza, se levantaba antes del alba y regresaba a media mañana con varias piezas. En esas latitudes, en los meses de frío, los nevazos solían ser frecuentes y duraban a veces semanas. A mi padre, y a otros vecinos, no les pillaba por sorpresa. Tenían todo previsto para los males y carencias que pudiera acarrear. Tras la blancura impoluta, recién caída, viene el hielo y la negrura del deshielo. Y entonces, ni liebres ni na. Sólo frío, preocupaciones y algún que otro disgusto. Y eso que no contaban con previsiones meteorológicas tan precisas como hoy, gracias a la técnica. Pero acertaban cuando vaticinaban que la nieve haría próxima presencia en calles y campos. 

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Se veía venir. Y por mucho que anden negándolo en las televisiones, nadie les va a creer que no se sabía. Todos saben lo que pasó y sigue pasando. Todavía hay barriadas aisladas donde la nieve, helada ya, sigue plantada haciendo de las suyas, con la basura acumulada a su lado para recordarnos que una mala gestión política acarrea desastres en cadena. La nieve, la basura, el desabastecimiento, la paralización del transporte, entradas y salidas de hospitales y centros sociales, cortes de suministro eléctrico... resbalones y caídas de personas, hasta muertos... Para qué seguir enumerando este calvario que han sufrido y siguen sufriendo los vecinos, no sólo de Madrid, donde más estragos ha causado, sino de otros rincones y ciudades de nuestra geografía.

Pero Madrid se lleva la palma. Una vez más, a la cabeza del desastre social y político. No sólo en la pandemia, otro ejemplo de su incompetencia, sino ante este fenómeno del clima. Poniendo el punto sobre la i, e insistiendo en la i, hay que calificar a la señorita IDA, presidente de la Comunidad, y al ínclito alcalde de la capital del reino, de inútiles, indignos e inservibles.

Inútiles: Significado: No producen provecho, servicio o beneficio (DRAE). Porque no crean medidas que mejoren la vida social en circunstancias adversas. No han dado un servicio adecuado para aminorar los inconvenientes, ni es beneficiosa su gestión, ni siquiera en tiempos de bonanza.

Inservibles: Que no sirven o no están en condiciones para ser usados (DRAE). Con lo cual, como  añadiría un castizo, es mejor que no estén donde están y se vayan a donde puedan servir para algo, por ejemplo, pasear la perra de su madrina la Aguirre.

Indignos: Que no se corresponde, no está en consonancia o no guarda proporción con las cualidades o méritos de cierta persona (DRAE). Para ocupar un cargo, y con mayor razón si se trata de una responsabilidad social, hay que estar preparado, al menos en iniciativa, competencia y disponibilidad. No digamos ya en estudios, experiencia o cualquier otra cualidad que le haga digno de ocupar el puesto encomendado.

Tratemos de ver alguna de estas facultades en nuestros dirigentes, y analicemos la situación creada por la nevada y la respuesta de su gestión. Nieve, nieve, mucha nieve por todas partes. Y no es en la montaña, donde al menos se puede esquiar y puede haber manjares de liebre con arroz, o a la cazadora, para combatir el frío.

Podía concluir con otra i: Inmejorables. Tanta desidia no se puede mejorar.

Inútiles, indignos e inservibles