viernes. 29.03.2024
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El primer gobierno de coalición de izquierdas de la Monarquía posfranquista puede, hasta el momento,  presentar una gestión marcadamente solvente en lo importante y necesario, realizada en un espacio temporal de severos obstáculos. Pedro Sánchez había propiciado para llegar a la presidencia del Gobierno, todo aquello que el sector envejecido y retardatario de su partido y la derecha recalcitrante le negaban: la formación de un gobierno coaligado con Podemos con el apoyo de una mayoría parlamentaria de progreso y nacionalista. El sector del PSOE susanista/vases chinois junto a los conservadores del bipartidismo eran incapaces de entender, negando cualquier reforma institucional, que la Transición se había convertido en una calígine fantasmagórica donde el régimen de poder promueve los escombros de un posmodernismo trufado de trincheras autoritarias y propaganda alienante que  como en el verso de Pier Paolo Pasolini “toglie il pane ai poveri e la pace dei poeti” (niega el pan a los pobres y la paz a los poetas).

A pesar de ello, el gobierno de Pedro Sánchez ha tenido que combatir con contrastable eficacia una pandemia de suma gravedad, conseguir que la crisis sanitaria no deprimiera irreversiblemente la economía ni tuviera un coste imposible de remediar para las mayorías sociales; reconducir la conectividad política y territorial con el nacionalismo catalán cuyo problema la Corona y el gobierno derechista habían reducido a una cuestión de orden público y delito común gracias a la politización de la justicia en permanente desacato a  Montesquieu. Asimismo, el gobierno tiene que transitar por el campo de minas sembrado por la patronal y los  oligopolios en una súbita elevación de los precios de servicios básicos y productos de primera necesidad al objeto de crear una espiral inflacionista y malestar cívico contra el ejecutivo. La derogación de la ley de amnistía de 1977, por otra parte, es un acto simbólico de ruptura democrática que puede suponer limitar de forma radical las prerrogativas aún vigentes del franquismo sociológico.

El mantenimiento de esta mayoría social y plural sólo es posible, en el caso del Partido Socialista, cauterizando democráticamente lo que ha representado el susanismo y, singularmente, en su principal biosfera política como es Andalucía

Con independencia de los factores contingentes, como la pandemia, la recuperación del mundo del trabajo -tan agredido por las políticas derechistas-, la superación de los déficits democráticos consustanciales al régimen del 78, las reformas institucionales que se incardinen a consagrar la vocación social del Estado, la despolitización de la justicia, la consolidación de espacios constitucionales de libertad, demanda una actitud programática decidida y el tiempo material necesario para llevarlas a cabo. Por todo ello, ni a los coaligados ni a la minoría mayoritaria en el Congreso que sostiene al gobierno, por mucho que puedan utilizar los hipotéticos  desencuentros como tactismo para fines a corto plazo, no deben poner en peligro el actual equilibrio de fuerzas pues esta mayoría y este ejecutivo representan a la España real que la derecha desearía adormecer en la posverdad autoritaria.

El mantenimiento de esta mayoría social y plural sólo es posible, en el caso del Partido Socialista, cauterizando democráticamente lo que ha representado el susanismo y, singularmente, en su principal biosfera política como es Andalucía. Sin embargo, es poco legible dicho propósito cuando es evidente que en el socialismo meridional ha habido una redistribución nominativa de las redes clientelares. Ex susanistas, sanchistas, comparten ese sentido funcionarial de la vida pública que impide cualquier tipo renovación. Por ello, en el caso del socialismo andaluz está todo por hacer.


Susana Díaz, la decadencia del socialismo andaluz

Gobierno de coalición y el socialismo del sur