martes. 16.04.2024
la moncloa
Sala de prensa del Edificio Portavoz en La Moncloa, donde se ubica la Secretaría de Estado de Comunicación.

Después del resultado de las elecciones en Andalucía las izquierdas, todas ellas, no pueden perder más tiempo y precisan cambiar una estrategia que demuestra no dar frutos positivos.

Es evidente que el tiempo político ha cambiado, y que lo que parecía un camino de rosas se ha convertido en un pedregal. Si hace pocos meses el Gobierno se las prometía felices con una pandemia controlada, la llegada de los fondos europeos con su previsible repercusión positiva en la economía y las buenas perspectivas en la ocupación, ahora las cosas han cambiado, la guerra de Ucrania y la crisis energética que se ha agravado, una inflación disparada y la consiguiente pérdida de poder adquisitivo plantean un futuro mucho menos agradable para buena parte de la ciudadanía.

Junto a ello un Gobierno con importantes avances sociales, laborales y económicos en su haber no parece ser capaz de capitalizarlos entre los ciudadanos. Parece que hay una falta clara de explicación y un exceso de “ruido”. La explicación de los avances económicos y sobre todo sociales requiere de algo más que la consabida rueda de prensa del Gobierno, hace falta hacer llegar el alcance de las mejoras a la ciudadanía afectada. Especialmente si tenemos en cuenta que una buena parte de los medios de comunicación son afines a las derechas y críticos y deformadores de las informaciones relativas a la actuación del Gobierno progresista. Asimismo, desde el mismo Gobierno no se hacen las cosas de forma adecuada dado que en muchas ocasiones se hace mayor hincapié en las discrepancias internas en la elaboración de una medida social importante y que llega a ser más publicitada que el valor de los contenidos positivos de lo acordado.

En el partido del Gobierno se ha notado un cierto aire de cambio para mal a raíz de la renovación gubernamental

Podemos decir que en lo que se refiere al principal partido del Gobierno se ha notado un cierto aire de cambio para mal a raíz de la renovación gubernamental. Parece que aspectos de política exterior estuvieran predominando en la actuación del propio gobierno y que la política interna estuviera más lejana del pensamiento del Presidente del Gobierno. Un ejemplo es el estrambótico cambio de posición sobre el Sahara Occidental sin la más mínima explicación y que se antoja como una cesión ante Marruecos, un vecino de poco fiar históricamente y que ha comportado un enrarecimiento profundo de las relaciones con otro vecino como Argelia que no sólo es nuestro mayor suministrador de gas sino que ha sido un cumplidor estricto de sus compromisos. Muchos han contrastado negativamente la actuación del ministro Albares en relación con su predecesora la cesada Arantxa González Laya. Esto no ha sido una buena señal de la política presidencial, parece como si desde la Moncloa se haya dado prioridad a una política más pro-atlantista y otanista del agrado de Estados Unidos. Este tema ha causado perplejidad y decepción entre buena parte de la gente de izquierdas.

Asimismo el Gobierno de acuerdo con la UE está implicándose de forma peligrosa en la guerra de Ucrania, derivada de la agresión de Rusia, que parece ser una prioridad en la acción del Presidente del Gobierno descuidando en gran parte la repercusión de este conflicto en el crecimiento de la inflación y la subida energética, ya que el conjunto de Europa está haciendo el papel de pagano en un conflicto dirigido fundamentalmente por la OTAN bajo las directrices de Washington. Asimismo se debe esperar del PSOE y de su Secretario General una mayor atención a la situación de la población que peor lo está pasando. Esa población que ante la dureza de su subsistencia diaria pasa de una política  más centrada en el “tú más” que en explicar cómo satisfacer las necesidades más urgente de la población. Por otra parte parece como si la dirección del PSOE hubiera girado en las posiciones orgánicas internas de la mayoría que acompañó a Sánchez en el camino para recuperar la Secretaria General a una ampliación hacia los que fueron los barones afines a Susana Díaz y eso puede haber producido una cierta decepción en los que ven a los Lamban o Page más como un lastre que como un empuje.

Por lo que hace a la posición de la parte del Gobierno situado a la izquierda del PSOE, y descartado ya Podemos, que ha demostrado ser una sombra de lo que pudo ser, todas las esperanzas estaban basadas en Yolanda Díaz y su futuro “proyecto político”. Y ya está tardando mucho sino demasiado en concretarlo. No se puede llegar en una situación de “virginidad política” a las elecciones generales. Habrá elecciones autonómicas y municipales y el proyecto de “Sumar está llegando muy atrasado. Porque de lo que se trata no es de sumar los retales de lo que queda de la izquierda alternativa, ya hemos visto lo que ha pasado en Andalucía. Se trata de presentar no sólo una candidata sino un proyecto atrayente, no sólo para gente ya convencida como pueden ser los sindicalistas sino para la gente trabajadora y de las clases populares en especial para crear ilusión en aquella gente que hace tiempo que las ha perdido todas, especialmente sectores más desfavorecidos que pasan de la política lo que significa que se abstienen en beneficio de la derecha cuando no directamente la votan como como gesto de rechazo social.

Y para que Yolanda y su proyecto de Sumar sea una realidad hace falta  que este proyecto llegue a los rincones de la geografía y esto se llama organización y militancia y eso no se hace en dos días. Se puede reunir a Colau, Oltra, Errejón, y hasta Belarra y Montero, pero eso no es un proyecto ni es una organización, con eso se llega a lo que ha representado “Por Andalucía”. La organización se basa en una militancia motivada en torno a una propuesta política debatida y asumida que después la militancia se la cree y la difunde en sus empresas, en sus barrios, en sus municipios etc. En parte podríamos decir que era lo que hacía la militancia del PCE en la lucha contra la dictadura, estar presentes en todos los lugares donde esté la gente. O en democracia el ejemplo de arraigo que tuvo en Italia el PCI.

La derecha siempre lo tiene más fácil. Sus votantes saben lo que quieren mantener, sus privilegios. Ellos van a votar casi siempre porque no los quieren perder. La izquierda lo tiene más difícil porque tiene que convencer a sus posibles votantes que puede ser posible conseguir más derechos y una mayor igualdad social.

Que nadie crea que aquí se plantea un análisis pesimista para el futuro de la izquierda frente a las futuras confrontaciones electorales, es un grito en la necesidad de superar los errores y no esperar más a dar la batalla de las ideas siempre en positivo y con propuestas concretas que puedan llegar a la ciudadanía no sólo a la política o socialmente motivada sino a aquella a lo mejor más necesitada pero la menos consciente.

Las izquierdas debería tener bien presente la reflexión de Gramsci: “Las ideas no viven sin organización".

A la izquierda no le queda tiempo que perder