viernes. 26.04.2024
Rafael del Pino con Alberto Nuñez en el último foro ABC

“Navegar es necesario, vivir no” Plutarco, en un ejercicio filosófico, pone esta frase en boca de Pompeyo. Siglos más tarde este lema es acuñado por la Liga Hanseática e incluso por la Marina de la Corona de Castilla, haciendo ver la importancia de la navegación en el devenir de la prosperidad de los pueblos.

Ferrovial ha reescrito el concepto: "Relocalizar es necesario, vivir no". Todas las justificaciones que ha utilizado la empresa para ubicar su sede en Amsterdam no han sido muy convincentes, algunas de ellas sobremanera zahiriente para la nación, como el argumento de que no existe en España seguridad jurídica, lo cual puede pretender crear incertidumbre en inversores y empresas como si Ferrovial fuera una entidad extranjera interesada en desprestigiar al Estado español y quebrar la economía nacional mediante una oscura manipulación de los mercados.

La reubicación de empresas siempre ha sido más un instrumento político que una estrategia empresarial pura, porque incluso persiguiendo unos intereses privados y egoístas, se han incardinado siempre contra  instituciones de carácter político.

El gobierno derechista de Rajoy alentó, como castigo al procés, la salida de Cataluña de empresas en un deseo de estrangular la economía de la comunidad del otro lado del Ebro, como si Cataluña no hubiera tenido que ser gobernada, y gobernada bien, por el ejecutivo conservador.

El daguerrotipo empresarial español tiene una tendencia excesivamente compadecida con el estrangulamiento oligopólico de los mercados, la exigencia del keynesianismo de Estado para las empresas y el más frío laissez passer para los trabajadores, el abandono de las compañías privadas de cualquier tipo de responsabilidad social y la consolidación de un modelo ideológico retardatario entre los empresarios y sus representantes fundamentado en la explotación de la mano de obra como elemento sustantivo del beneficio capitalista.

Es una estructura empresarial poco receptiva a los cambios y al riesgo, lo que la dota de una rigidez funcional y la necesidad, como consecuencia, de actuar en mercados intervenidos o al amparo del paraguas estatal.

El rey emérito también reubicó sus ingresos fuera del país, lo cual no deja de ser una extraordinaria paradoja, que un jefe de Estado, fundante del régimen político, no quiera pagar impuestos en su país.

Ferrovial que tan sustanciosos beneficios ha obtenido mediante obra pública y otras contratas estatales que han salido de los impuestos de los ciudadanos, prefiere pagar o no pagar impuestos fuera de España.

 De todas formas, estamos hablando de algo que es absolutamente legal e incluso legítimo, ya que es un principio axial de la UE. La libertad de establecimiento y la libre prestación de servicios garantiza, según la normativa comunitaria, la movilidad de empresas y profesionales en toda la Unión.

Como también es legítimo que el presidente de Ferrovial apoyara hace un mes a Feijóo y le prometiera trabajar por una España mejor y más próspera –se entiende que para los intereses que defienden Del Pino y el líder del PP-; pero lo que no es ético ni estético es que divulgue que España no es un buen país para invertir en un intento de generar incertidumbre con respecto a España en los mercados internacionales.

Como dijo Manuel Azaña: “Os permito, tolero, admito, que no os importe la República, pero no que no os importe España. El sentido de la Patria no es un mito”

Ferrovial y Plutarco