viernes. 29.03.2024
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Hay quien opta por expresarse como si fuera un Júpiter tronante, reclamando autoridad, cual Moisés al bajar del Monte Sinaí con las Tablas de la Ley que le ha confiado el Todopoderoso. Se ve capaz de asaltar los cielos y derrotar a sus enemigos externos e internos. Clama venganza y castiga sin titubear a los heterodoxos que le plantan cara, premiando a los fieles por su lealtad. Pronto comprende que su misión es guiar a su pueblo hasta la tierra prometida, pese a que no le sea dado colonizarla él mismo. Pasa el bastón de mando a una leal amiga y esta demuestra tener otro estilo. Sin alzar la voz consigue pactos inusitados a tres bandas, haciendo firmar cosas previamente impensables, como la subida del salario mínimo y otras cosas por el estilo.

En lugar de alegrarse por haberse sabido marchar y elegir a una sucesora eficaz para ocupar su puesto en el gobierno de coalición, enseguida le acusa de olvidar sus deudas con la formación política que le aupó y renegar de su apadrinamiento político. Siempre supo que nunca llegaría hasta la cima porque su carácter no le permitía coronar ninguna cumbre, pero entonces decidió que al menos podría ser quien pusiera o quitara presidencias del gobierno. Pudo investir a un Sánchez coaligado con Ciudadanos y eso hubiera cambiado mucho la historia reciente de su país, pero prefirió ir a por todas y jugar a ser un segundo Pablo Iglesias para refundar al partido socialista desde su ala izquierda. Las urnas no le secundaron, pero no se amilanó. Pudo conformar un gobierno donde se le ofreció a Irene Montero una vicepresidencia, pero aún así hubo nuevas elecciones.

Finalmente se dio paso un inédito gobierno de coalición, afirmando que se hablarían con una sola voz y se profesaría una inquebrantable lealtad hacia quien fue investido como presidente del gobierno. Sin embargo, las titulares de algunas carteras y sus cargos de confianza siempre quisieron dejar claro que las medidas fetén del gobierno eran cosa suya, pese a la resistencia de la parte socialista. Resultaba chocante salir del consejo de ministros para hacer declaraciones contrarias a sus acuerdos y dignas de la oposición. Con todo se propició un gobierno que supo capear una pandemia y revertir una precariedad laboral insostenible, además de muchas otras cuestiones con gran alcance social. Obviamente las más exitosas fueron aquellas que se hicieron negociando discretamente con los interlocutores en liza. Querer apropiarse de los éxitos colectivos y no reconocer los propios errores fueron socavando la imagen de alguna ministra, mientras iba creciendo la proyección de otra.

La genuina política es mucho más que las rencillas personales o los ajustes de cuentas

Afortunadamente la genuina política es mucho más que las rencillas personales o los ajustes de cuentas. Quien ha practicado esos modales entre sus propias filas pueden creer que rigen también el comportamiento ajeno. Por eso se habla de una humillación vengativa para con cierta persona en particular, en lugar de analizar sosegadamente las razones objetivas que pueden intervenir en una negociación acerca del peso electoral imputable a unos u otros actores políticos. Tener mucho predicamento entre los fieles que al mismo tiempo sea lo contrario para el resto del electorado es un factor a tener en cuenta. Es una consideración formal. Insistir en que alguien debe ocupar una posición relevante por ser quien es no parece muy apropiado si condiciona el diálogo y el desenlace de una negociación con extraordinaria relevancia.

Los desacuerdos no parecen programáticos. Ni siquiera es una cuestión de acentos. En el fondo se diría que se trata de una misma meta política con dos estilos diferentes para ponerla en práctica. Uno se siente a gusto entre los partidarios más acérrimos y el aplauso constante a las consignas coreadas con entusiasmo. El otro pretende ser más transversal e involucrar a más gente, incluyendo aquellos que han enfriado su interés por los avatares políticos o sencillamente no lo han tenido nunca sin advertir que les va en ello su forma de vida. Lo han adivinado. Aunque no se les haya nombrado se hablaba de Pablo Iglesias y de Yolanda Diaz. Del futuro de Sumar y del pasado de Podemos.

Dos estilos diferentes para una misma política