viernes. 19.04.2024
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A finales del siglo XIX los krausistas -seguidores del filósofo alemán Krause- emprendieron la inmensa labor de reformar el vetusto sistema de enseñanza español, en un ochenta por ciento en manos de empresas clericales. Desde la Institución Libre de Enseñanza Francisco Giner de los RíosGumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón quisieron implantar un sistema educativo basado en el humanismo, el racionalismo, el laicismo, el empirismo y la complicidad pedagógica entre alumno y profesor. 

Pronto, pese a los anatemas lanzados desde el Gobierno y la Iglesia, fueron sumándose al proyecto las personalidades intelectuales más destacadas del momento, Sanz del Río, introductor del krausismo en España y maestro de todos, Manuel Bartolomé Cossío, Joaquín Costa, Federico Rubio, Hermenegildo Giner de los Ríos, Rafael Altamira, Leopoldo Alas, Antonio Machado, logrando formar durante el primer tercio del siglo XX la mejor y más extensa generación de españoles sabios y humanos de la historia. 

Para los institucionistas, la libertad de pensamiento y expresión eran condiciones imprescindibles de cara a lograr el desarrollo intelectual y humano de sus alumnos. Pero eran conscientes de que nada se podía hacer si el alumno no se encontraba cómodo, a gusto en las instalaciones educativas: éstas debían estar dotadas de amplios jardines, de zonas de esparcimiento, de completos laboratorios, salas de proyecciones y nutridas bibliotecas. Tampoco se podía recluir el aprendizaje entre los muros de unas estupendas aulas y unos magníficos jardines: La ciudad, el campo, las montañas, los museos, las fábricas, eran para estos hombres instrumentos pedagógicos imprescindibles, lo mismo que el trato individualizado con el estudiante. Enseñar deleitando era una de sus normas fundamentales. 

La Institución Libre de Enseñanza quiso implantar un sistema educativo basado en el humanismo, el racionalismo, el laicismo, el empirismo y la complicidad pedagógica entre alumno y profesor

Si bien la Institución Libre de Enseñanza partió del impulso particular de unos cuantos hombres –no podía ser de otra manera cuando los poderes públicos perseguían sus iniciativas-, su objetivo, pese quienes la tacharon y la tachan de elitista, no era formar una minoría que, apartada del pueblo, pudiese regir los destinos del país en un futuro más o menos cercano, sino que sus métodos “contaminasen” a todo el sistema educativo español. De hecho, la inmensa mayoría de las personas educadas en la Institución Libre de Enseñanza fueron después profesores en institutos y universidades públicas de todo el país, entre ellos Hermenegildo Giner de los Ríos y José Verdes Montenegro en el Instituto de Alicante.

Las Consejerías de Educación de Madrid, Andalucía, Castilla-León, Galicia, Murcia, Cataluña y otras similares, parece haber aprendido mucho de aquellos hombres buenos y sabios, de ahí su política educativa basada en la financiación masiva de colegios concertados confesionales y en dotar de barracones-chabola a la escuela pública. Se ha escrito mucho ya sobre el interés que demuestran nuestros “mandarines” hacia la enseñanza pública, pero desgraciadamente mucho se tendrá que seguir escribiendo ante su sangrante empecinamiento exterminador y el silencio de la ciudadanía, cómplice, aliada o simplemente indiferente, aún a sabiendas de que los problemas y conflictos que hoy padece nuestra sociedad, nuestros niños, adolescentes y jóvenes, sólo pueden tener solución mediante una enseñanza de calidad dirigida a inculcar conocimientos y valores éticos en el marco de un sistema educativo público extraordinariamente dotado y encaminado a sacar lo mejor de cada uno de nuestros hijos, siempre según su capacidad.

Convencida de todo esto, la Comunidad de Madrid se obstina desde hace años en cerrar escuelas públicas, traspasar dineros del presupuesto de todos a colegios confesionales donde sólo se puede ser profesor o maestro si se comulga con las ideas de la empresa católica en cuestión, se abstiene de contratar profesores de apoyo para los más retrasados, educadores para los alumnos con dificultades, personal para las bibliotecas -caso de haberlas-, pedagogos, cuidadores… 

La escuela pública -según sus patrones y los teóricos neocon de la educación que les asesoran- debe ser lo más parecido a una prisión, pues, indudablemente, tenemos ante nosotros la peor generación de estudiantes que jamás haya existido. ¡Qué bien vendría la “manu-militari” de otros tiempos! Nada de inversiones, nada de nuevas corrientes pedagógicas, nada de aplicar las enseñanzas de Don Francisco Giner y los suyos. Aquí, entre nosotros, dinero para la concertada y alambradas para esos sitios llenos de emigrantes y niños mal criados, disciplina cuartelera, tercermundismo y exclusión. Dada su procedencia social, ¿qué más quieren? 

Además de eliminar la escuela pública por inanición, los líderes de la derecha española están convencidos de que la escuela concertada es un instrumento de adoctrinamiento de una eficacia suprema

Además de eliminar la escuela pública por inanición, los líderes de la derecha española están convencidos de que la escuela concertada -lo más parecido que existe a la escuela nacional-católica del franquismo- es un instrumento de adoctrinamiento de una eficacia suprema que está permitiendo cambiar la mentalidad de niños y adolescentes hacia los paradigmas por ellos defendidos.

No me opongo a la escuela privada, que cada cual haga con su dinero lo que quiera, lo que es intolerable es que los presupuestos del Estado estén manteniendo miles y miles de colegios concertados muy ideologizados mientras la escuela pública -la única que permite la libertad de cátedra- está cada vez más desamparada por falta de los medios que merece. 

La escuela pública, la escuela de la democracia