jueves. 28.03.2024

Siento cariño por el gobierno progresista que se ha instalado en la Moncloa desde hace ya un par de años, pero entre tomas de posesión, pandemias y apagafuegos territoriales, la impronta  progresista no ha estado muy clara. Ha habido tantas cosas que desenredar que las señales de que aquí hay un gobierno con sensibilidad social no se distinguen con nitidez de otras propuestas pragmáticas.

Pero algo está cambiando, parece que de repente se ha abierto la espita por la que deben deflactarse las imposiciones que los beneficiados nos han impuesto a todos a lo largo de la historia. El tratamiento de la justicia es un ejemplo; aunque no me parece que sea lo determinante quién y cómo se elige a los órganos de la carrera judicial, siendo esto importante, resulta de orden secundario respecto del tratamiento progresista de fondo: cómo se accede a la carrera judicial.

Hablo del modo en que la mayoría parlamentaria que sostiene al gobierno ha decidido encarar el tema de la justicia para denunciar que sean siempre los vástagos de la clase judicial quienes acceden a los puestos donde se despliega este poder del estado. La mayoría progresista ha puesto sobre la mesa la necesidad de abrir la carrera judicial para que sea representativa de la evolución social que sucede allende los juzgados, más allá de las togas ganadas por proximidad.

Era y es un clamor que la carrera judicial es aún más endógama que la universitaria, y así nos va en materia de avances científicos y de justicia universal. Lo propio y lo mío es un cáncer para la evolución, lo apunta Darwin en su teoría de la evolución y Augusto Cesar en sus modificaciones de la composición de los tribunales romanos. Así es que por el bien de todos, recibamos con un saludable ya era hora aquello que, al menos yo, considero la primera iniciativa progresista que aborda la cuestión de la jerarquía social en un estamento que orbita a su libre albedrio, al margen de mayorías parlamentarias, sustraído a la evolución social y al pairo de lo que recomienden instituciones judiciales externas a su dominio local. Ahora falta por ver cómo se sustancia esto, cómo se articula, quién controla la desactivación del modelo convencional de acceso y desempeño de la carrera judicial.

Y, ¿ya está? Pues no amigo mío. Hace muy bien la mayoría progresista en dar la batalla de la justicia, resulta crítica si me apuras por el impacto que tiene su existencia, pero este no es el único pescado caducado. La mayoría de progreso debe abordar el desenmascaramiento de otras putrefacciones elitistas insertas en la forma de vivir según dios manda. Apunto una que me parece tan crucial como la de la renovación del CGPJ, me refiero a la revisión del modelo de selección de directivos de empresa y de los académicos y políticos que aplauden formas caducas del pensamiento económico.

CEO,s y adláteres en thinktanks y fundaciones parecen desconocer que se ha producido una mutación fundamental en la orientación de la macroeconomía que afecta a la cotidianeidad de empresas y conglomerados, amén de la estrategias en políticas económicas gubernamentales o de oposición. La racionalidad promercado remite, las ideas zombi que dice el nobel Krugman, se baten en retirada, hecho confirmado en la reunión de banqueros de Jackson Hole. Se abre paso a una nueva interpretación de las relaciones entre el trabajo, el capital, la gobernanza de sus relaciones y el perímetro y control institucional del comercio internacional. El hecho decisivo es la cesión del protagonismo del mercado al estado. El mercado ha desencadenado un conjunto de problemas que se resumen en el aumento de las desigualdades y la desestructuración social que es incapaz de abordar. Solo el estado parece habilitado para corregir esos desequilibrios.

Pero la mayor parte de los directivos y sus acólitos desconocen tal cosa. La desconoce porque ellos ya adquirieron el bagaje necesario cuando hicieron, como hijos de las clases privilegiadas, sus estudios en unos EEUU dominados por el pensamiento promercado.  Pagaron una pasta por hacerse con los símbolos educacionales del poder y ahora no están interesados en revertir esa situación. Están handicapados por desconocimiento y porque no les interesa dar marcha atrás a un sistema que legitima su posición de clase como hijo de la burguesía formado en la tetas de capitalismo neoliberal.

Lo consideran tan importante que ha habido quien ha simulado haber hecho carrera en Harvard para  poder meritar más si cabe. Otros, a cambio de sangre, han conseguido meter su cabeza entre el profesorado de rancias universidades, que por cierto ahora dan marcha atrás.

Desmontar esta triquiñuela no es cosa fácil para un gobierno progresista. Quienes ocupan su posición debido a su origen de clase no están dispuestos a renegar de ello, pero sobre todo es que están imposibilitados, están abducidos, no pueden pensar de otra manera. Y aquí entra la responsabilidad gubernamental, no se puede tener al frente de grandes instituciones y empresas  a gente que ignora qué tiempo le toca vivir a ellos y a sus sociedades.

Quizás fuera el momento de implosionar su composición forzando la entrada en los consejos directivos de  mujeres que siempre tienen algo más que ganar que la estricta vanidad clasista.

Hay que actuar porque el pescao, además de estar vendido, está pasao.

No es solo la composición del CGPJ