jueves. 28.03.2024
sanchez mitin 960

Las elecciones dan cuenta de la voluntad plural de la ciudadanía. Miden a los partidos y a sus líderes y los descartan o encumbran. Permiten dar una forma realista y practicable a las propuestas que contienen los programas electorales de las opciones que pueden modelar gobiernos. Y obligan a negociar, cuando el voto está muy repartido, para conformar una mayoría parlamentaria capaz de gobernar. Si la negociación no fructifica y se produce un bloqueo es obligado repetir las elecciones para que los electores puedan cambiar su voto o para que los partidos se replanteen sus alianzas o estrategias negociadoras y cedan en aras de la cooperación; aunque también es posible que no se produzca ningún cambio importante y el bloqueo se prolongue, con las consecuencias negativas que se presumen de la ingobernabilidad.

En esas estamos. El fracaso de la negociación entre PSOE y UP para la investidura de Sánchez y los acontecimientos posteriores permiten pensar que el 11 de noviembre seguiremos estando en las mismas o peor. Salvo la macroencuesta del CIS, todos los sondeos realizados en las últimas semanas señalan cinco tendencias claras:

Primera. La distancia entre los dos grandes bloques de izquierdas y derechas se estrecha. Estamos cerca de un empate técnico entre ambos bloques.

Segunda. El viejo bipartidismo del PSOE y el PP experimenta una significativa recuperación, aunque sigue lejos de lograr el apoyo de la mayoría del censo electoral y sólo roza el respaldo de la mitad de los votantes. PSOE y PP dejan libre un amplio espacio político y electoral para otras tres opciones estatales, o cuatro, en el caso de que Más País se acerque al 5%, que seguirán siendo decisivas para gobernar.

Tercera. En la derecha se produce un gran terremoto político, con un hundimiento de C's que aprovechan PP y Vox.

Cuarta. El bloque nacionalista de las fuerzas soberanistas vascas y catalanas, que son mayoría en sus respectivas Comunidades Autónomas, se fortalece, aunque su papel político parece limitado a tratar de impedir un Gobierno españolista reaccionario y condicionar la acción política de un Gobierno del PSOE.

Quinta. La abstención aumenta en relación a las últimas elecciones del 28 de abril, aunque no está claro con qué intensidad ni, mucho más importante a la hora de forjar acuerdos, si afectará más a las izquierdas o se repartirá de forma más homogénea.  

Si el 10N confirma estas tendencias, en lugar de la victoria arrolladora del PSOE que vaticina el CIS, el muy arriesgado movimiento de Sánchez, apostando por una nueva convocatoria electoral para intentar aumentar su peso electoral, puede acabar en una auténtica catástrofe para las izquierdas y para el propio Sánchez. No es lo más probable. Tras retirar la relampagueante oferta de Gobierno de coalición con UP, que apenas duró 48 horas y no fue renovada tras el fracaso de la investidura, hay más posibilidades de que los sueños de Sánchez concluyan en un aterrizaje suave: un Gobierno del PSOE condicionado por la derecha.

Hay una tenue línea roja que separa la irresponsabilidad que puede provocar una catástrofe de la audacia que lleva al triunfo. Bien porque ganen las tres derechas y, aquí no hay dudas, acuerden un gobierno reaccionario, revanchista y marcado por la impronta de la ultraderecha franquista; bien porque Sánchez consiga su objetivo inicial de un Gobierno en exclusiva del PSOE, con la incorporación de algún independiente de fuste, que le deje las manos libres para gobernar con acuerdos puntuales a su izquierda y a su derecha.

Las nuevas elecciones alejan, en lugar de acercar, los escenarios de Gobierno de coalición, acuerdo programático o cooperación progresista

En el primer caso, el de un Gobierno de las tres derechas, iríamos a una agudización de la confrontación política, social y territorial que ya existe; en el segundo, el de un Gobierno en solitario del PSOE avalado por la derecha, se confirmaría la actual inercia que da por buena la continuidad de una confrontación bajo control. El primer escenario supondría un golpe estratégico contra el bloque progresista, al que las derechas definen como enemigos de la España eterna y contrarios a las políticas desreguladoras y neoliberales amigables con las empresas y los sectores sociales que han convertido la crisis económica en una oportunidad para aumentar sus rentas y patrimonios; el segundo escenario provocaría un fuerte desgaste de las fuerzas de izquierdas. Ambos escenarios comparten dos rasgos de enorme trascendencia política: confirmarían la idea de que las izquierdas con incapaces de cooperar, llegar a acuerdos y proponer un programa progresista y practicable de gobierno y reforzaría los valores de estabilidad y orden en contraposición con los riesgos e incertidumbres que asocian a la búsqueda de vías dialogadas y democráticas de solución a los que plantea el independentismo catalán unilateralista.   

Como era previsible, las nuevas elecciones alejan, en lugar de acercar, los escenarios de Gobierno de coalición, acuerdo programático o cooperación progresista. Todavía son posibles acontecimientos relevantes (especialmente en Catalunya y en la escena internacional) que pueden generar cambios, pero la mayoría de las cartas ya están sobre la mesa y lo más probable es que el resultado definitivo se parezca bastante a la actual fotografía que reflejan las últimas encuestas.

Puede que alguien se contente con la confirmación de que el PSOE no quería negociar con UP. Una nueva profecía autocumplida que le permitirá a Podemos sumar razones para seguir denunciando al PSOE, como lo hizo antes y durante las negociaciones. Pero la negociación fue cosa de dos y su fracaso, también. Por mucho que se empeñen unos y otros en demostrar que fue la negativa de UP a aceptar la oferta de participación en el Gobierno de Sánchez la que desencadenó la nueva convocatoria electoral o que fue la negativa de Sánchez a aceptar la última contrapropuesta de Iglesias, la de añadir a la última propuesta las políticas activas de empleo, el fracaso y la responsabilidad de la nueva convocatoria electoral y de sus consecuencias serán también cosa de dos.

Es verdad que nada está escrito, que hay muchos escenarios posibles, abundan los indecisos y son muchos los riesgos que pueden encarnarse en esta última semana de campaña y dar un vuelco a las tendencias electorales que se han resumido antes, pero no todo es posible. Hay también límites claros. Veamos algunos:

Uno. Todos los partidos salen a ganar y quieren que sus primeras espadas sean presidentes del Gobierno. Y todos lo repiten: si soy presidente del Gobierno haré esto y aquello, como si se creyeran que pueden serlo. En realidad, sólo dos, Sánchez y Casado, tienen opciones. Sánchez tiene muchas más papeletas y más posibilidades de ganar y tejer acuerdos, por eso aspira a gobernar en solitario y se resiste a negociar, de entrada, restricciones a la acción política de su Gobierno. Sánchez defiende una aproximación pragmática que no fija una fórmula concreta de alianzas, pero reafirma su intención de gobernar en solitario y buscar acuerdos parciales, con su izquierda o con su derecha, según los casos.

Sánchez defiende una aproximación pragmática que no fija una fórmula concreta de alianzas, pero reafirma su intención de gobernar en solitario y buscar acuerdos parciales

Dos. PP y Vox son los grandes beneficiados de la nueva convocatoria electoral. El PP se veía condenado a recuperarse en la oposición durante cuatro años, lo que le obligaba a replantearse sus vinculaciones con la extrema derecha franquista y oponerse a políticas de rescate social, regeneración democrática y desinflamación del conflicto territorial en Catalunya que cuentan con un apoyo claro de la mayoría social. De pronto, sin hacer nada para conseguirlo, se ha encontrado con una nueva campaña electoral que le da posibilidad cierta, aunque no muy probable, de ganar las elecciones o, como mal menor, desbaratar una cooperación progresista que podía haberle puesto en un notable aprieto durante bastantes años. Tanto o más grave será el ascenso electoral de la ultraderecha franquista que ha sido, finalmente, la principal beneficiada, junto al PP, de la exhumación del dictador y de las hogueras y el vandalismo desatado en Barcelona.     

Tres. UP aspira a mejorar su resultado electoral y obligar a Sánchez a una negociación en la que ya no admitiría el veto a Iglesias ni aceptaría ningún tipo de oferta que no incluyera la vicepresidencia, los tres ministerios y el añadido de las políticas activas de empleo. Ese sigue siendo su punto de partida para la nueva ronda negociadora. No perciben que han desaprovechado una gran oportunidad de demostrar que las izquierdas pueden cooperar en defensa de la ciudadanía que tiene más necesidad de protección o en la búsqueda de soluciones democráticas y justas a los graves problemas que sufre el país. UP cree que puede al PSOE, pero no está nada claro que lo esté consiguiendo o, no en mayor medida, que socava sus propios apoyos electorales, tanto en porcentaje como en número de votos, tanto por el previsible aumento de la abstención (por el descontento con la irresponsable, arriesgada e inútil convocatoria de nuevas elecciones, al margen del reparto de responsabilidades) como por los votos que pueda perder en manos de Más País o del propio PSOE. La media de las encuestas indica una pérdida por parte de UP de alrededor de 2 puntos porcentuales y otro medio millón de votos. Si la pérdida es mayor habrá encastillamiento y crisis; si es menor, podrá salir del paso siempre que no ganen las derechas. La dirección de UP sigue sin darse por enterada de que lo más seguro es que no haya una nueva ronda negociadora para alcanzar un acuerdo programático con el PSOE ni, mucho menos, para la formación de un Gobierno de coalición.   

UP sigue sin darse por enterada de que lo más seguro es que no haya una nueva ronda negociadora para alcanzar un acuerdo programático con el PSOE ni, mucho menos, para la formación de un Gobierno de coalición

Hay muchos más asuntos importantes en juego. Señalaré solo dos, por sus previsibles impactos en la reorganización de dos espacios políticos decisivos para el futuro, el del movimiento independentista catalán y el de la izquierda que no se siente representada por el PSOE. En el primero, será muy importante comprobar hasta qué punto la victoria de ERC puede tener un contrapeso en la irrupción de la CUP, con la consiguiente mayor dificultad para soltar amarras con un independentismo unilateralista que sigue metido en un callejón sin salida. En el segundo, serán cruciales la intensidad de la pérdida de votos de UP y si la opción progresista de Más País se aproxima o queda lejos de ese 5% que le permitiría tener un grupo parlamentario propio y disputar la hegemonía a Podemos en la reorganización y orientación (más transversal o más cerrada; más abierta al diálogo y al acuerdo o más inclinada a la confrontación con otras fuerzas progresistas; más plural o más homogénea) de las fuerzas situadas a la izquierda del PSOE que se dirimirá en los próximos meses y años.

No se trata en estas notas de adivinar, dar por hecho el resultado electoral o hacer pasar las tendencias por datos. Es un intento de reflexionar sobre los escenarios con más opciones, sus consecuencias y la importancia de que las personas de izquierdas que están tentadas, con fundadas razones, por la abstención, acaben votando y contribuyendo con su voto a despejar los escenarios más perturbadores para la convivencia, la democracia y los sectores que más necesitan de las instituciones para mejorar sus condiciones de vida. Queda una semana y aún hay tiempo.

10N: ¿Un aterrizaje suave o catastrófico para las pretensiones de Sánchez?