viernes. 29.03.2024
asamblea madrid
Pleno de la Asamblea de Madrid.

La ciudadanía progresista de nuestro país no gana para sobresaltos. Llevamos casi año y medio entre la ilusión y esperanza por haber conseguido un gobierno de coalición de la izquierda y la preocupación por los incesantes ataques de las derechas y las limitaciones sobrevenidas por la pandemia. También hemos asumido lo difícil que resulta la plena realización de los compromisos acordados en el pacto PSOE y UNIDAS-PODEMOS, con las frecuentes y lógicas tensiones de los últimos meses.

En este contexto, el reto que las fuerzas progresistas tenemos en la Comunidad de Madrid el próximo 4 de mayo no es menor y no estamos en las mejores condiciones para afrontarlo y ganarlo.

Diaz Ayuso busca un amplio refrendo a lo que ha venido haciendo en los últimos dos años y en especial en relación con sus medidas ante la pandemia, enfrentada al gobierno de España e incluso distanciada de otros gobiernos autonómicos del PP. Si gana y puede volver a gobernar, con o sin apoyo de Vox, será una notable derrota política para la izquierda madrileña y más allá, y de paso una reafirmación de la línea más ultraliberal en el seno del PP; si ya nos dijo que “España le debía una por sacar a Pablo Iglesias de la Moncloa”, imaginemos lo que dirá y las facturas que pasará si el 4 de mayo revalida seguir gobernando. Sin olvidar las políticas y leyes que desarrollara en los dos años del nuevo mandato. De ahí la trascendencia de estas elecciones.

La izquierda por el momento no estamos a la altura de la batalla política que tenemos por delante.

La salida de Pablo Iglesias del gobierno del estado en mi opinión no ha sido suficientemente meditada. Para empezar no se tomó la molestia de hablar y negociar con Iñigo Errejón y con Más Madrid las características de un posible acuerdo electoral y su ofrecimiento posterior ante los medios de comunicación sonaba artificial. Así no se hacen las cosas. Por otra parte, una decisión de esa magnitud no puede ser un pronto del líder de PODEMOS, tiene que ser resultado de un debate sosegado en sus órganos de dirección y el consiguiente acuerdo.

Iglesias ha vuelto a dar muestras de sus tics personalistas y poco participativos e incluso puede dar la impresión de que ya estaba harto de estar en el gobierno y de tener que moverse en un proceso complicado y con inevitables tensiones con los socialistas.

Pero además la dirección de PODEMOS debería ser consciente de que Pablo sin duda moviliza a una parte del electorado de la izquierda alternativa del 15-M (aunque cada vez menos), pero también despierta la animadversión de mucha gente y sin duda es un acicate para la movilización electoral de las derechas, que llevan asistiendo desde hace mucho tiempo a feroces ataques y a menudo “fake news” contra Iglesias. En otras palabras, había que sopesar lo que aporta y lo que resta la candidatura de Iglesias; personalmente tengo mis dudas de que el balance sea positivo para PODEMOS; ojalá me equivoque.

Por otra parte, el mensaje inicial de Pablo Iglesias (y de otros dirigentes de Unidas-Podemos) de que estamos ante una decisiva batalla entre “fascismo y antifascismo”, me parece un error considerable. Ni remotamente estamos en décadas pasadas del siglo XX. No creo que ese lema movilice más allá de unos pocos miles de electores de izquierda y sin embargo da munición ideológica a Diaz Ayuso y a los sectores mas extremistas de las derechas, por eso espero que a lo largo de la campaña ese enfoque se olvide totalmente.

De lo que se trata es de contraponer programas y políticas, las ya hechas y las que se pretenden impulsar. Ultraliberalismo o bienestar y cohesión social, en sanidad, en educación, en servicios sociales, en dependencia, en vivienda, en transporte; crecimiento en sectores innovadores o seguir con el protagonismo del ocio y la hostelería; mejora del ámbito público o mayor delegación en la actividad privada, etc. Lo malo es que, en los dos años de gobierno de Diaz Ayuso, el principal portavoz y grupo de la oposición casi ha brillado por su ausencia.

Valoro política y personalmente a Gabilondo. Ha dado ejemplo de moderación, respeto, lealtad y compromiso y cuando, a pesar de perder en dos ocasiones, no se ha marchado a lugares más cómodos y/o mejor retribuidos. Se ha quedado dando la cara. Sin embargo, si bien su mensaje de “soso, serio y formal” puede atraer a sectores de centro, antiguos votantes de Ciudadanos e incluso del PP o abstencionistas, lo que se necesita en una campaña tan polarizada, es una candidatura enérgica, ilusionante, brillante, capaz de animar el voto progresista y Ángel Gabilondo no reúne ese perfil.

Es verdad que Diaz Ayuso nos ha pillado con el pie cambiado y no es fácil lanzar candidaturas con tirón en unas pocas semanas y que para el PSOE no es fácil prescindir de golpe y porrazo de una persona como Gabilondo, pero ya lo hicieron en Cataluña con Salvador Illa, con excelentes resultados. Es cierto que los diez primeros puestos de la candidatura socialista incorpora valiosas mujeres y hombres, la mayoría con experiencia política y gestora, pero falta una cabeza de lista con fuerza. La continuidad de Gabilondo, además, da una cierta impresión, de que el PSOE da por perdidas estas elecciones y no quiere arriesgar demasiado quemando futuros liderazgos. Ellos sabrán, pero un nuevo gobierno de Diaz Ayuso puede reforzarla aun más y hacer más difícil su derrota en el año 2023.

Y nos queda Más Madrid. Quien haya leído artículos míos de los últimos años, recordara mi alineamiento con Errejón en la II Asamblea de Podemos y mi total distanciamiento cuando él abandonó Podemos embarcándose en el proyecto Más Madrid en el Ayuntamiento de Madrid y en la Comunidad. He seguido con creciente interés y simpatía la trayectoria de Más Madrid en la Asamblea autonómica (no así el increíble caos en el Ayuntamiento madrileño) y la figura de Mónica García, sin duda la auténtica, incansable y rigurosa oposición a Diaz Ayuso, en especial en lo que se refiere a la pandemia.

No puedo ocultar mi desacuerdo por la reacción tan tajante de Mónica y de Iñigo al llamamiento de Pablo Iglesias a negociar una alianza electoral, y comprendiendo el malestar que arrastra Más Madrid y Errejón con su antiguo compañero, no se perdía nada con abrir un proceso de negociación, tragándose (por ambas partes desde luego) unos cuantos sapos, todo ello en aras de aglutinar lo que se puso en marcha el 15-M y que hoy en buena medida se mueve entre el desencanto y el no saber qué hacer ni a quien votar.

Espero y deseo que Más Madrid evité una campaña electoral de slogans, titulares o tuits más o menos ocurrentes o llamativos y se centre en propuestas concretas, en políticas factibles para una superación de la pandemia y una reconstrucción socialmente solidaria e integradora, con más y mejor empleo y con una modernización y mayor competitividad del tejido empresarial. 

En cualquier caso, tenemos tres opciones y ningún argumento para quedarnos en casa o votar en blanco el 4 de mayo.

Frente al ultraliberalismo, propuestas solidarias