martes. 19.03.2024

El “efecto llamada” existe, pero solo como un permanente ruido de fondo que viene del pasado colonial.

Hablando solo pocos minutos, o días enteros, como hice, con nigerianos en España, y con personas dispuestas a emigrar en ese país africano, uno se da cuenta de que la geografía y el aumento o disminución del número de personas en movimiento no pueden tener una causa directa o inmediata.

La hipótesis y las estadísticas

Las odiseas, tragedias y los enfrentamientos que nos muestran las noticias son productos emergentes de miles de condiciones y efectos ya en marcha desde hace décadas. No se puede aislar retroactivamente un efecto y suponer que es o será un factor determinante; los sistemas complejos no funcionan así. La falacia es también un síntoma del narcisismo, al sobreestimar su capacidad de influencia y al presumir que las acciones y decisiones de uno mismo motivan las de multitud de otros.

No es difícil desmentir la hipótesis del “efecto llamada” en un plano estadístico: se ha hecho varias veces, recientemente en un excelente artículo, que incluye datos de los informes sobre inmigración irregular del Ministerio del Interior. Estos muestran un descenso del 39 % en llegadas clandestinas este año y drásticamente desde el 2015.

Pero cuando periodistas y políticos invocan el “efecto llamada”, no se refieren a un vector empírico. El nivel en el que opera esta imaginación no es cuantitativo ni explicativo ni predictvo.

La frase “el efecto llamada” es una especie de meme, de virus lingüístico-cultural propio de España que se viene repitiendo sin alteración durante más de una década tras cualquier acto político o humanitario que se pueda interpretar como una anti-hostilidad u hospitalidad.

Fue concebida en un momento confuso de oposición a la política de regularización del gobierno de Zapatero en el 2005 y su regreso simboliza la oposición automática pero únicamente “retórica”, como cuando Pablo Casado se imagina y nos hizo imaginar a los “50 millones de inmigrantes africanos que están recabando dinero para poder hacer estas rutas”.

La intención de esta imagen es conjurar desde una situación concreta humanitaria de náufragos una especie de fantasía demográfica de un tsunami de africanos vivos y muertos. El objetivo de nombrar el “efecto llamada” es hacer llegar esta aparición a sus públicos objetivos.

Combinación de crisis

La ley potencial nos dice que es imposible deducir o adivinar las estadísticas del futuro a base de promedios del pasado. Puede haber extremos en las dos direcciones, es imprevisible.

Pero lo que propongo como una hipótesis segura es que, si hay un repentino aumento de llegadas clandestinas, si por ejemplo llegan un millón de africanos a España durante el próximo año, nada tendrá nada que ver con el “efecto llamada”. Lo mas probable es que sea una combinación casi exclusiva de las condiciones de crisis y abandono en los países de origen y el abaratamiento del transporte en países de tránsito en el Norte de África.

Sigue siendo más caro llegar a España por Marruecos y estas tarifas se ven reflejadas en las dinámicas estadísticas de los circuitos concretos de la migración clandestina.

El Mediterráneo es un mar que el historiador francés Fernand Braudel concibió como una entidad interconectada, cada nodo definido por sus entradas y salidas, viviendo de estos intercambios. El contrabando surge en los limites internos de un territorio, y aparece donde la circulación de personas y mercancías atraviesan una variedad de regímenes fronterizos y arancelarios impuestos por estados. Los contrabandistas de personas se alimentan del dinero y de los deseos o necesidades de desplazamiento de los migrantes y refugiados.

Mafias o contrabandistas

Es una gran industria. Sumando más o menos los entre 3 000 y 5 000 euros que cuesta el viaje para unos 50 000 africanos que llegan clandestinamente a Europa cruzando el desierto del Sahara y el Mediterráneo, obtenemos unos 200 millones de euros. Es el equivalente al precio de dos aviones Airbus A320 nuevos. Este gran coste se impone a los que no tienen un visado Schengen pero deciden viajar a Europa.

Los consultores externos de la Interpol admiten saber que lo que los medios llaman “mafias” de “traficantes” son más acertadamente caracterizados como un gran mercado descentralizado e informal de contrabandistas respondiendo a demandas de facilitar “servicios como el transporte, la provisión de identificación fraudulenta, y la corrupción de agentes fronterizos”.

No obstante, portavoces políticos y organismos oficiales siguen dependiendo de metáforas del crimen organizado y hasta se aprovechan con mala fe de las etiquetas de “negreros” y “esclavistas”. Este vocabulario ayuda a la demanda de diversos grupos a los recursos y fondos públicos disponibles para la represión, la cooperación y la asistencia. Así se construye una vasta contra-industria alrededor de los movimientos espontáneos y estructurales de los migrantes “irregulares”, uno de los argumentos de la gran etnografía Illegality, Inc. Clandestine Migration and the Business of Bordering Europe de Ruben Andersson.

Conclusiones Open Arms

Deshacerse de las ópticas normativas legales y morales y reevaluar el papel de los contrabandistas, mediadores o agentes según cómo sean percibidos por su propia clientela es una de las prioridades analíticas entre gran parte de antropólogos y sociólogos que han estudiando las redes de movilidad “irregular” por las fronteras de Europa (por ejemplo estas colecciones de Gabriella Sanchez y Luigi Achilli del European University Institute en Florencia).

El caso del Open Arms no solo fue una confrontación concreta con Matteo Salvini, sino una señal a la Unión Europea, que sufre de una parálisis y pobreza de ideas frente a la profunda contradicción y al conflicto irresoluble entre el orden de soberanías nacionales y la realidad de la economía y conciencia mundial.

La cifra totalmente arbitraria y especulativa relacionada con el “efecto llamada” –“50 millones”– nos proporciona otra contradicción del orden liberal, que el futuro de la cara oculta del mercado de trabajo internacional no se podrá acomodar a imaginarios políticos basados en una “economía nacional”.The Conversation

Enrique Martino Martín, Profesor en el Departamento de Historia, Teorías y Geografía Políticas, Universidad Complutense de Madrid

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Los efectos del “efecto llamada"