viernes. 29.03.2024
ayuso

Hubo un tiempo en el que en el Partido Popular los nombramientos se producían de manera muy previsible. Solo había que fijarse en el dedo índice del líder para observar la dirección que señalaba y, así, ver con absoluta claridad quien era el nombrado o, en casos excepcionales, la nombrada.

Así fue como Fraga nombró a su sucesor, Aznar o, este, a Rajoy. Durante ese tiempo, en el Partido Popular no solo se rechazaban las primarias que se hacían en otros partidos si no que se mofaban de ellas tildándolas de enmascarar una falta de liderazgo real. Su método de renovación de cargos venía a reproducir aquel famoso lema de "Caudillo por la gracia de Dios" que pudieron verse en las monedas españolas durante cerca de cuarenta años.

Pero todo se torció con Rajoy. Cuando, este, quiso hacer lo mismo con Sáenz de Santamaría, el procedimiento falló. Bien por falta de interés o de capacidad, de Rajoy, o bien por méritos propios de la propia candidata, el PP vivió una rebelión interna que evitó el funcionamiento "natural” de las cosas.

Hay un precedente en el PSOE. Felipe González nombró sucesor a Joaquín Almunia cuando, en aquel XXXIV congreso de su partido, González puso fin, por sorpresa, a su liderazgo. La militancia no le perdonó el susto y, como allí si estaban reguladas las primarias, castigaron a Almunia el padrinazgo de González. El beneficiado fue Borrell pero siempre he pensado que lo pudo ser cualquiera que se hubiera presentado frente a Almunia. Incluso alguna vez he lamentado no haberlo hecho yo, aunque, cuando recuerdo lo que le hicieron después al pobre Borrell, se me pasa el lamento.

Personas tan ponderadas como el gallego Núñez Feijoo o el andaluz Moreno Bonilla parecen haberse dicho ¡pero qué coño!, y están empezando a participar en estas primarias continuas de competir por desbancar a Sánchez

El caso es que el PP entró en la nueva era de las primarias. Primero con cierta desgana, pero según se fueron animando, parece que han abrazado el nuevo método hasta convertirlo en las primarias nuestras de cada día ya que tal parecen los comportamientos estelares de varios, bastantes ya, líderes de ese partido. Y, la culpa, ¿cómo no?, la tiene Pedro Sánchez.

Ni las reformas de ningún tipo, educativa, laboral, industrial, etc. Ni las transiciones necesarias, ecológica, ni tecnológica. Ni el cambio climático, ni nada. Ni siquiera la lucha contra la pandemia o el respeto a la jefatura del estado. Nada. El primer problema de España es echar a Pedro Sánchez de la Moncloa por lo que la lucha contra Sánchez se convierte en una cruzada en la que debe participar cualquiera que tenga la sagrada vocación de salvar a España.

Fernando López Miras fue el primero que tuvo la ocasión de hacerlo. Fue en Murcia donde ganó la batalla a Sánchez, que se había encarnado en Diego Conesa, un señor que había presentado un voto de censura contra López Miras. Después, Alfonso Fernández Mañueco en Castilla León derrotó a Sánchez quien, en una nueva encarnación en Luis Tudanca había vuelto a presentar otra moción de censura autonómica.

Pero la gran triunfadora sobre Sánchez ha sido Isabel Diaz Ayuso. Como los grandes depredadores, cuando olió la sangre se lanzó a por la presa. Y recordó lo de Mahoma y la montaña. Se dijo que antes de que la moción de censura fuera a por ella, sería ella la que iría a por la moción de censura. Ya conocemos el resultado: a base de libertad, de luchar contra el comunismo y, sobre todo, de convertirse en "el primer baluarte contra Sánchez", Diaz Ayuso se ha convertido en la nueva "lucecita de Sol" (¿recuerdan?).

La cosa no parece acabar ahí. Personas tan ponderadas como el gallego Núñez Feijoo o el andaluz Moreno Bonilla parecen haberse dicho ¡pero qué coño! (con perdón), y están empezando a participar en estas primarias continuas de competir por desbancar a Sánchez del Palacio de la Moncloa con el loable anhelo de utilizar su mesa de despacho, además, claro está, de sus coches oficiales, su colchón y hasta su Falcon.

Aunque todos estos participantes en el concurso coinciden en declarar su adhesión inquebrantable a Pablo Casado, yo que él me sentiría con un grado de mosqueo similar al de un pavo en navidad. Con tanto luchador contra Sánchez, Casado debería fiarse de la estadística. ¿Cree que hay entre ellos un 100% de incondicionales?

Pienso que no. Como Rajoy pensaba de Ruiz Gallardón y de Aguirre.

Permanezcan atentos a la pantalla. Las primarias del PP no han hecho más que empezar.

Díaz Ayuso en primarias