martes. 16.04.2024
calle 2

Sí señor agente, como se lo digo, transitaba yo a eso de las 17 horas por una tranquila calle cuando un grupo de encapuchados se ha abalanzado sobre mí, me han empujado y arrinconado en un portal y tras reprocharme de mil maneras el que reyes, príncipes y cortesanos de todo tipo me hagan tilín, me han bajado los pantalones y con una destreza principesca han escariado la expresión monárquico en mi bulla.

¿Qué si creo conocer la motivación de esa jauría? En absoluto señor agente, yo soy una persona muy abierta y permisiva. No me meto con nadie y confío que esa sea la conducta de contrapartida, pero parece que en este país que vivimos no se puede ser pacifico, neutral o como en mi caso indiferente a las formas en las que se ejerce la jefatura del estado. Como le digo, soy una persona mansa que tiende a ver luz donde otros ves claroscuro, eso hace que yo no advierta señales de peligro donde parece que otros sí las ven. A mí el rey, sus hijos, nietos y otra familia, ni fu ni fa, no me han hecho nada, y yo no les deseo daño alguno. Vive y deja vivir es mi lema.

Sí, desde luego que he oído cosas por ahí, sobres, comisiones, amantes, elefantes y un montón de cosas más, pero la tele está llena de basura, como para creer a todos. Yo creo que esa gente de la realeza, con todo lo que tiene y el futuro garantizado, no creo que vayan a mancharse las manos metiéndose en rollos chungos, vamos es de cajón, yo no lo haría. Algo me dijeron mis atacantes sobre que yo era un connivente y no sé qué película, ni que yo supiera qué significa eso de connivente. Yo voy a lo mío y que cada cual vaya a lo suyo es lo que yo digo. Aunque sea cierto eso de las amantes, las comisiones y los elefantes, ¿qué tengo yo que ver en eso, es acaso responsabilidad mía?  Yo no le voto, así que por qué voy a pedirle responsabilidades.

De hecho, en el forcejeo con los brutos asaltantes, yo les decía, pero dejadme en paz con esta monserga de que yo soy corresponsable de que nuestra sociedad se halle polarizada hacia las posiciones aristojerárquicas, que yo me quedé loco cuando me lo dijeron y ellos aclararon que la sola existencia de la monarquía justificaba toda clase de desigualdades y desequilibrios, porque la monarquía, como el pecado original, lo tiñe todo y de por vida ¡Dios mío, qué agobio! mis ideales sobre la familia y las buenas relaciones vecinales destrozadas por esta pandilla de insensibles, incapaces de aceptar a quienes no pensamos como ellos. Yo les decía que no podía ser, que todo el mundo tiene un cuñado o dos un poquito enervantes, hermanos o hermanas desviaditos, padres huidizos, esposas e hijas disimulando… Pero que esto es normal, pasa en muchas familias y no pasa nada, que si tiene que intervenir la justicia pues interviene. Aquí fue cuando me parece que los asaltantes decidieron que no es que fuera un connivente por inacción republicana, sino que era un idiota de remate y que me merecía algo más que reprobar mi actitud.

Así es que el que parecía más chulito de todos, se me acerca y me dice, o sea que a ti te da igual que el dinero que podía emplearse en camas de hospital o profesores de apoyo se desvíe para financiar a una familia de maulas que no tienen otra cosa a la que dedicar su tiempo más que rumiar dónde sacar rentas suplementarias, ya que los gastos ordinarios y extraordinarios van de nuestro bolsillo. Que te la pela, vamos, que a mi abuelo le nieguen la pensión que se ha ganado con su aportación social de años de hincar el lomo y que ese esfuerzo se dedique a dramatizar una vida principesca de ensueño de tan alta sofisticación que tú no serás capaz de poner en duda que ellos, si incluso Froilán y su hermana Federica, son seres superiores.

Eh, eh, un momento, alto ahí, les solté. Que yo con esa gente no tengo nada que ver, que ellos a lo suyo y yo a lo mío. Pero este recurso de defensa les pareció manoseado, reiterativo y puede que algo irritante, porque los que rodeaban al cabecilla chulito le dijeron, mira éste no tiene remedio, es un imbécil redomado que se va a pasar la vida cambiando de bando y de voto y que nunca, pero nunca nunca, se va a enfrentar al problema moral que subyace a este acto de vindicación personalizada que le hemos tendido. Está tan acostumbrado a bajarse los pantalones que yo creo que en lugar de cinturón lleva un velcro. Si por mi fuese, aprovecharía su facilidad de deshabillé para enviar un mensaje a otros como él.

Y así agente, dicho y hecho, en un momento de tira y afloja, se me abrió el velcro y cayeron mis pantalones. Fue en ese momento cuando uno de ellos, que había estado más bien silente, saco un lápiz de labios y escribió en mis nalgas eso que usted ya casi no ve pero que le garantizo que bien podía leerse: monárquico.

No contaba yo con la proverbial habilidad de la policía española interrogando y al final, sí, me derrumbé y acabe confesando que los atacantes eran unos primos segundos míos que habían venido de visita a la ciudad. Les llevé a contemplar el Palacio de Oriente y creo que esto les superó.

Nota: Cualquier parecido de lo relatado en esta columna con la realidad, es mera coincidencia

Unos desconocidos han escrito en mi culo la palabra monárquico