martes. 19.03.2024
pablo casado

Seguramente para algunas y algunos el comenzar afirmando les parezca excesivo, pero esa es la realidad y no solo ahora. Hay una prueba irrefutable y es su acción y opinión con respecto al franquismo. Tanto PP como VOX incluso Cs cuando se trata de condenar al franquismo, bien miran para otro lado, no les interesa, equiparan II República y dictadura o bien como VOX aplauden. A un democristiano alemán le repugnaría al igual que a los liberales italianos que se les relacionara con el fascismo y el nazismo, de hecho Alemania tuvo sus leyes de desnazificación e Italia igualmente y no es malo recordar que la crueldad del franco-falangismo español fue superior con su oposición que la del fascismo italiano.

La derecha española a la hora de fijar su posición ideológica está en manos de FAES y su referencia es la figura del ultraconservador y protector del caciquismo y una monarquía ultra-conservadora y confesional Cánovas del Castillo, ni siquiera se fija en el “algo” más presentable Don Práxedes Mateo Sagasta. La realidad es que en el Reino de España no hubo una revolución democrática tal y como ocurrió en el Reino Unido, Francia, los EEUU, La revolución de 1868 y su influencia en el centro-norte de Europa o la unificación italiana bajo el paraguas nada más y nada menos que de Garibaldi, dado que los dos intentos más serios de democratizar España, las primera y segunda repúblicas, fueron ambas derrocadas por golpes militares y en el segundo caso con una cruel represión que duró cuarenta años. Hay quien habla de la transición española, pero la transición no es sino un pacto entre el franquismo y una debilitada oposición tras cuarenta años de sufrimientos, sangre y cárceles en la que los franquistas a cambio de legalizar los partidos políticos imponían una monarquía y la impunidad para los jueces, los cuerpos represivos, el ejército de Franco y las grandes empresas que se habían lucrado del régimen.

El PP, antes AP tiene su origen en ex ministros del franquismo, “los siete magníficos”, y la propia Constitución de 1978 en la que Fraga influyó de forma notoria no llegó a ser de su agrado y finalmente AP se abstuvo aunque ahora el PP lo olvide dado que PP y AP son lo mismo. 

La derecha española actual hunde sus raíces en las derechas caciquiles, turnistas monárquicas del XIX y el tradicionalismo

La derecha española actual hunde sus raíces en las derechas caciquiles, turnistas monárquicas del XIX y el tradicionalismo. También en el falangismo. Si bien el partido que más la puede representar en la II República es Renovación Española un partido monárquico y muy conservador y golpista. La CEDA que trató en un principio de adaptarse a las normas democráticas, pronto se quitó la careta cuando accedió al gobierno republicano y lo inició con el “desmoche” de los ayuntamientos, es decir de forma dictatorial cesó a las corporaciones electas republicano-socialistas y en su lugar nombró a comisiones gestoras con caciques de derechas. La CEDA, al igual que el PP ahora con VOX, pronto sucumbió a la extrema derecha y cambió su discurso por un proto-golpismo, copió de la Falange los uniformes e incluso el saludo romano y acabó siendo clave en su apoyo al golpe de estado militar y monárquico del 18 de Julio. Pues bien, en esas estamos.

La derecha española considera, y en eso no es diferente a otras derechas, que el estado es su patrimonio y cuando otras fuerzas diferentes ocupan los gobiernos los considera ocupas a expulsar. Patrimonializan la Constitución del 78, pero la utilizan al objeto de retorcerla para conseguir sus intereses.

Un ejemplo de lo que está ocurriendo es el poder judicial, parte de esa patrimonialización insisto. Los jueces alemanes formaron un contingente muy importante de los encausados en el juicio de Núremberg que juzgo los crímenes nazis. Ningún juez español ni siquiera los del Tribunal de Orden Público, fue depurado. Es el pacto de la transición. Tenemos un poder judicial muy politizado hacía la derecha, la extrema derecha y sectas católicas ultra-conservadoras, en mayoría. Por eso el PP que es el guardián de las derechas franquistas y los privilegios de las clases poseedoras desea influir y de esta manera tapar su corrupción, pero sobre todo tener el poder del Estado, en sus cuerpos decisivos y las castas alto-funcionariales que lo controlan. El PSOE ha tratado de meter mano pero más allá de algunas docenas de TICS es decir altos funcionarios tecnócratas no ha llegado.

La verdadera matriz de la derecha española pos-franquista aunque esto lo herede del caciquismo y el régimen borbónico, es su presencia en la corrupción que esta forma parte de su propio entramado. Negocios para sus amigos y reparto de beneficios en la finca de la alta burguesía y el establishment radicado en Madrid, que es el estado español. En fin a pesar de todo incluso tiene sentencias negativas que se han logado colar y encarcelados.

La negociación que sectores del PSOE más derechistas siguen intentando es inútil. Sánchez con sus llamamientos a renovar el Consejo del Poder Judicial solo les provoca cachondeo. No hay ni históricamente, ni políticamente más allá de personas muy concretas o en Cataluña y el País Vasco, una derecha democrática. No la hay y el ascenso de Ayuso es una demostración de han cambiado el falangismo y el tradicionalismo por el trumpismo, sin renunciar a sus orígenes.

El poder de la derecha no solo permeabiliza el poder judicial, sino el económico. De hecho ante las débiles y poco útiles medidas del gobierno contra el atraco de la luz, tanto PP como VOX que utilizan las subidas para desgastar el gobierno, han saltado ya defendiendo los intereses de “los inversores”.

Todo esto solo tiene dos soluciones, de un lado la izquierda oficialista debe abandonar sus paños calientes con una derecha a la que Casado le viene ya corto y aúpa a la trumpista Ayuso, y es que el Parlamento haga valer su mayoría con todas sus consecuencias y un proceso constituyente. Una reforma constitucional jamás se va a producir con la derecha española y españolista.

La Constitución de 1978 está quemada y se está demostrando que no garantiza los derechos sociales, el bien común, la libertad de expresión y la democracia. Nuestro modelo más similar es Polonia o Hungría y ese es nuestro camino si el Gobierno no hace política de forma decidida para la mayoría social y las clases populares y trabajadoras.   

Por qué la derecha española no es democrática