viernes. 19.04.2024
Vox. Manifestación 'Que paguen ellos'

La extrema derecha se echa a la calle. Ha encontrado, en el aumento del precio de la energía y en la guerra de Ucrania, una nueva excusa para arremeter contra el gobierno progresista de coalición, arrojando al campo y al medio rural contra el que califican el enemigo de España: Pedro Sánchez.

El Partido Popular, en su habitual entrega al populismo, se suma a las protestas del fascismo y aprovecha la ocasión para esconder sus vergüenzas de la España vaciada que ha generado durante décadas.

La ultraderecha inventa una brecha entre el sector primario y todo lo demás, y la “derechita cobarde” tapa su responsabilidad de despoblación y pobreza en los territorios en los que gobierna.

Castilla y León será el laboratorio de prueba de los aliados de Putin en España: presidirán las Cortes, formarán gobierno en la Junta, y asumirán las Consejerías que mejor sirvan a su propósito de desmantelamiento de libertades y derechos. Todo gracias al PP de Mañueco y Feijóo que, acomplejados y cobardes, se pliegan a la voluntad de los herederos del franquismo.

La estrategia del Partido Popular pasa por aliarse con Vox para, por un lado, aspirar a gobernar España en coalición (han perdido la hegemonía del “centro reformista”) y, por otro lado, a "tener controlado" a su competidor en su propio espacio político. Olvida el PP que esa misma estrategia de la derecha alemana de los años 20 del siglo XX, acabó llevando a Hitler al poder.

El PP ha optado por domar a la bestia antidemocrática, en lugar de aislarla democráticamente, y el precio lo pagaremos todos

Lo de Castilla y León no será una excepción. Si en Andalucía o en cualquier otro territorio, autonómico o municipal, el PP necesita coaligarse con Vox, lo hará. Será tendencia. El PP ha optado por domar a la bestia antidemocrática, en lugar de aislarla democráticamente, y el precio lo pagaremos todos. Los de Feijoo, por el poder, están dispuestos a sacrificar a la democracia liberal y todas las conquistas democráticas conseguidas en España durante los últimos 45 años.

Vox no cree en la democracia, no es su modelo. Lo demuestra permanentemente cuando cuestiona el Estado de las Autonomías, o las políticas de igualdad, o cuando arremete por igual contra sindicatos y empresarios que, junto al gobierno, establecen reglas o reformas en favor del empleo, la economía, y la paz social.

El modelo de los de Abascal es el de Trump y Putin: la democracia iliberal. Un sistema que mantenga la apariencia, porque se permite el ejercicio del voto, pero en el que todo lo demás se vacía, se cuestiona o se persigue. Aspiran a una España autoritaria y supremacista blanca, en la que la exclusión y la persecución del diferente será su objetivo político, justificando el recorte de libertades y derechos.

No van a escatimar esfuerzos en azuzar a los sectores que consideren, en cada momento, aprovechando la coyuntura de crisis económicas encadenadas que deterioran las condiciones materiales de la gente, y practicarán la mentira, para negar la evidencia, cada vez que puedan, para argumentar sus acciones. Para los de Vox no ha habido pandemia, no hay cambio climático, no hay violencia de género, o no hay guerra en Ucrania. Y si hay algo de todo eso es por culpa de los progres, los comunistas o las feministas.

La pregunta ante esto es, ¿cómo se combate la mentira que va ganando adeptos? Las encuestas de resultados electorales apuntan a que, paulatinamente, aumenta el apoyo a Vox en las urnas entre la ciudadanía situada entre los 18 y 39 años, según los datos del CIS.

Es necesario explorar salidas a los callejones de falacias en los que la extrema derecha quiere instalar la vida pública y política, pero también es necesario señalar a quienes son los únicos responsables, por irresponsabilidad democrática, de que el fascismo esté volviendo a las instituciones donde se deciden las políticas que afectan a la vida de la gente.

Gracias al Partido Popular tenemos el cáncer dentro del sistema, de los parlamentos y del gobierno de “las cosas de comer”, con las que nunca se debe jugar. Y, en éste caso, no sirve la excusa de que “la gente es libre de votar lo que quiera”. En éste caso, estamos ante la negativa del PP de aislar a la extrema derecha, como en Alemania, a través de un “cordón democrático”: con el fascismo ni se colabora ni se gobierna, nunca.

Pero para eso es necesario que los de Feijoó consideren que las opciones políticas que atentan contra la democracia española, deben quedar fuera de los espacios de decisión. Se trata de admitir o no el concepto ético de democracia. Algo que las bases del Partido Popular deberían plantearse con urgencia.

Gracias al PP, a su concepto de superioridad sobre España y a su dudoso respeto por las reglas de convivencia democrática, hoy contamos con un tumor, dentro del sistema, que puede acabar en metástasis.

Hemos creído, durante mucho tiempo, que las democracias liberales estaban consolidadas y eran irreversibles, y quizá no sea así.


Alberto Novoa | Coordinador Provincial de IU Ávila, entre 2009 y 2016

La democracia amenazada