jueves. 28.03.2024
mario centeno eurogrupo
Mario Centeno, presidente del Eurogrupo.

El coronavirus ha puesto en jaque a la Unión Europea. Hasta el punto de que un movimiento fallido sobre el tablero para dar respuesta a la actual crisis podría condenar al club comunitario a la desaparición. Los ministros de economía de la zona euro se muestran dispuestos a desplegar finalmente una primera línea de defensa mediante un plan que, al parecer, se elevará a una cumbre que podría celebrarse esta misma semana y constituir el pistoletazo de salida a una respuesta fuerte y coordinada frente a unos desafíos sin precedentes.

Ahora bien, a nivel general, tras la unión monetaria y la implementación de aspectos básicos para lograr una unión bancaria, la unión fiscal pasa a convertirse en la asignatura pendiente de la UE. Y, tras la superación de la actual crisis sanitaria, se hará aún más necesaria para la supervivencia y el desarrollo futuro de la Unión.

La actual competencia por atraer capital y empresas ha conllevado una clara tendencia a la baja en los tipos del impuesto sobre Sociedades

La excusa de que supone una excesiva cesión de soberanía, que utilizan algunos de los países más influyentes, no puede mantenerse cuando se ha producido dicha cesión en lo referente a la política monetaria con la creación de la Eurozona. Y es precisamente la implantación de la moneda única la que debería conllevar esa unión fiscal, reforzando la UE y, por tanto, a los Estados miembros, frente a crisis de deudas como la vivida hace poco tiempo y la que se podría plantear en breve, tras el acusado incremento del endeudamiento que conllevará la adopción de las medidas de gasto público necesarias tras la actual pandemia.

Esa deseable unión fiscal supondría un cambio sustancial para los Estados, con la consiguiente repercusión en los ciudadanos. La actual competencia por atraer capital y empresas ha conllevado una clara tendencia a la baja en los tipos del impuesto sobre Sociedades, que tiene uno de sus mayores exponentes en el actual 12,5% del tipo de gravamen irlandés, prácticamente en la mitad del tipo medio ponderado de la UE. En este sentido, con la unión fiscal se pondría fin a dicha competencia, con el consiguiente beneficio para los Estados que ven reducidos sus ingresos, como consecuencia de ese traslado de beneficios que, a través de lo que denominamos prácticas fiscales agresivas, efectúan las grandes corporaciones hacia esos territorios con leyes fiscales favorables a sus intereses.

La unión fiscal supondría un cambio sustancial para los Estados con la consiguiente repercusión en los ciudadanos

No obstante, la armonización de los impuestos directos, y más concretamente el que grava los beneficios de las sociedades, ha venido constituyendo un punto de difícil acuerdo entre los Estados de la Unión, debido en buena parte a la oposición de aquellos que vienen ofreciendo mayores ventajas fiscales a las grandes sociedades transnacionales, buscando y consiguiendo el traslado a su territorio de la sede de las mismas.

En cualquier caso, la catástrofe sanitaria que estamos atravesando y la crisis económica de impredecibles consecuencias que seguirá inmediatamente a la pandemia podrían suponer un aliciente, cuando no una necesidad, para profundizar en la unión fiscal.


Carlos Cruzado, presidente de los Técnicos del Ministerio de Hacienda (GESTHA)

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