jueves. 28.03.2024
educacion

Hablar por hablar, habla cualquiera sobre la vuelta al cole y si queremos enredar o calentar polémica es bastante fácil. El problema es que no se hace con conocimiento práctico de las condiciones a considerar. En general, ni las personas que se dedican a la política ni al periodismo tienen en cuenta la complejidad y el dinamismo que implica organizar un centro escolar. La tecnología digital ni es la solución mágica ni es el mayor problema. Con toda seguridad se nos quedarán cosas en el tintero, señalamos algunas para analizar las situaciones que muestran esa complejidad y ese dinamismo.

1.- Se mezcla la enseñanza obligatoria con la que no lo es, con el agravante de no considerar las edades del alumnado. No es lo mismo aislar a un grupo de la ESO del primer ciclo (12-14 años) que a los del segundo ciclo (14 a 16), ni pensar que sea igual el alumnado de infantil de 3 a 6 años que el de primaria ni guardar distancia en los primeros cursos de primaria con los últimos (6 a 12 años). Ni por las posibilidades de moderación en las actividades, aunque parece que puede haber algún criterio respecto de las mascarillas. En el bachillerato podrá haber mejores condiciones para organizar lo presencial y algunas actividades online, pero ni siquiera son iguales 1º y 2º (por el acceso a la universidad). La FP necesita clases prácticas todo el año y no solamente cuando van a los centros de trabajo y nadie piensa en las diferencias que existen entre las 26 familias profesionales, o entre el grado medio (de 16 a 18 años) o el grado superior que tienen más de 18 y aprobado el bachillerato.

2.- No se consideran las características de los centros: espacios, tiempos y tipo de organización. La distancia física no será la misma en un aula o espacio cerrado que en las actividades al aire libre. Los cambios horarios no tienen las mismas opciones en primaria que en secundaria, ni los centros ni las plantillas de profesorado pueden tener los mismos requisitos. En un instituto de secundaria se podrían doblar los turnos, si habitualmente funciona solamente por la mañana. Depende de la ratio en cada curso y de la plantilla que lo posibilite. Lo más probable es que en 1º y 2º haya más grupos que en 3º o 4º (donde es posible menos alumnado por el desgraciado factor repeticiones). Las direcciones de los centros tienen que disponer de criterios con libertad para organizar. Las disponibilidades del profesorado, en plantilla y en condiciones de trabajo deben estar negociadas y acordadas en las mesas sectoriales, teniendo claras las competencias estatales y  autonómicas (por ejemplo, a nivel estatal se fija la ratio máxima incluso con flexibilidad, las mínimas son regionales).

3.- No existen condiciones uniformes ni siquiera en cada administración regional: Hay algunas Comunidades Autónomas que tienen horario intensivo en primaria y otras no. Las ampliaciones de horarios (y los comedores) también tendrán sus condiciones y necesidades de personal. Es inmensa la diferencia entre pública y privada, en algunas regiones más que en otras. Sobre todo en los servicios complementarios que se ofrecen y en las condiciones laborales del personal. La mayoría se pagan, pero cualquiera puede imaginar la variedad de los precios entre pública, concertada o privada sin conciertos. Algunos centros públicos no disponen de comedor y otros sí, la mayoría gestionados por empresas de catering que deberán respetar las normas sanitarias y ser controladas.

Los recortes y las reducciones de plantillas y la vuelta a enseñanzas tradicionales que trajo la LOMCE, han originado la desaparición de medidas y actividades orientadas a garantizar la compensación de desigualdades o la atención a la diversidad

4.- El imaginario social se mueve con su experiencia subjetiva de la vida escolar: no podemos volver a clases magistrales y ejercicios en un manual, aunque subsisten todavía métodos anticuados de verbalismo y memorización, hay áreas de conocimiento, etapas, procesos de aprendizaje y metodologías que necesitan de la experimentación, la investigación, el trabajo en grupos, la elaboración de proyectos y en muchos casos hace tiempo que deberían trabajar en grupos reducidos en determinados temas o materias (idiomas o ciencias, por ejemplo). Si dispongo de espacios amplios para organizar esos grupos pequeños, el mayor problema no es la ratio. Los recortes y las reducciones de plantillas y la vuelta a enseñanzas tradicionales que trajo la LOMCE, han originado la desaparición de medidas y actividades orientadas a garantizar la compensación de desigualdades o la atención a la diversidad. Todas las carencias van a repercutir en los resultados, ahondando en las desigualdades sociales de partida. No sólo por la ausencia de aparatos digitales o la falta de formación del profesorado, sino porque la organización y los procedimientos no se corresponden con las necesidades.

5. La otra función social de los centros educativos merece un debate: es evidente que la preocupación de las familias no está solamente en la enseñanza sino en el cuidado de esas personitas que no pueden quedarse solos en casa. La realidad de la pandemia nos muestra que el debate sobre la función de los centros escolares debería aparecer, pero no siempre se orienta correctamente. Si de una vez por todas se estableciera la diferencia clara entre la institución escolar y la utilización de los centros para cubrir otras necesidades sociales, se podría utilizar el espacio con diferentes profesionales, diferentes actividades y proyectos diferentes según las necesidades de las familias. Las horas lectivas con los profesionales docentes en primaria son 5 diarias y en algunas regiones españolas y muchas europeas se organizan por la mañana. En América Latina a falta de espacios habrá otros grupos por la tarde. Los comedores, las actividades no escolares, programadas, recreativas y educativas,  los horarios en que las familias no pueden atenderles porque están trabajando se pueden cubrir con otros profesionales (en nuestro caso varias titulaciones de FP de grado superior)

6.- Que el virus no impida el debate prioritario: tenemos la ley de educación en el Congreso, en algunos términos debería generalizarse el debate en la sociedad. Es imprescindible con respecto a la digitalización, su significado, las capacidades a desarrollar, las herramientas no lo son todo. Tan imprescindible como eso preguntarnos por el sentido de los contenidos y los métodos. No se trata de una hora más o una menos de educación física, de idiomas o de música. Hace falta saber qué queremos enseñar y para qué, cómo se enseñan unos contenidos o unas competencias, con los nuevos paradigmas que están impulsando organismos internacionales, la innovación educativa, con las miras puestas en la justicia social y los Objetivos de Desarrollo Sostenibles. Esto da para largas reflexiones y debates, que esperemos se aborden en algún momento.

De cualquier forma, la apuesta por un acuerdo entre todas las Comunidades Autónomas es la base, sin rigideces, sin uniformidades, fijando criterios y principios sanitarios de funcionamiento y destinando los recursos adecuados y suficientes para ser eficaces. De lo contrario seguirá deteriorándose la enseñanza pública, dando pie a quienes buscan la privatización como con la sanidad.

El inicio de curso: acuerdos, sin recetas mágicas ni soluciones uniformes