jueves. 25.04.2024
ayuso

Ayer volvía a ver Perversidad, esa obra maestra de Fritz Lang en la que escarba con pericia en la personalidad de una señora parecida a Isabel Díaz Ayuso, aunque no tan inteligente, bella y perspicaz como la jefa provincial del movimiento de Madrid. No es mi intención enseñar nada a quien ostenta la máxima representación de una Comunidad Autónoma tan importante como Madrid, pero incluso sabiendo que será labor estéril, me permito citarle a unos cuantos comunistas sin los que la vida del ser humano sería más desagradable, injusta y fea: Pablo Picasso, Paul Eluard, André Bretón, Louis Aragón, Pier Paolo Passolini, Luchino Visconti, Francesco Rosi, Mario Monicelli, Rafael Alberti, León Felipe, Jacques Derrida, Herbert Marcuse, Ernst Bloch, Walter Benjamin, Ettore Scola, Bernardo Bertolucci, Bertolt Brecht, Antatole France, André Gide, Romain Rolland, Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre, Albert Camus, Michael Foucault, Víctor Basch, Miguel Hernández, Abraham Polonsky, Pablo Neruda, Vicente Huidobro,  John Dos Passos, Máximo Gorki, Maruja Mallo, María Teresa León, Ferdinand Braudel, Eric Hobsbawm, Doris Lessing, André Malraux, Eric Fromm, Margarita Nelken, Silvia Pankhurst, E. P. Thompson, Maurice Dobb, Chistopher Hill, Gordon Childe, Georges Lefebvre, Paul Sweezy, Ángela Davis, Woody Guthrie, Sterlyn Hayden, Lilian Hellman, Dalton Trumbo, John Reed, Wilhelm Reich, Helen Keller, Theodor Adorno, Pete Seeger, George Grosz, Arthur Koestler, Frida Kahlo, Diego Rivera, Amado Nervo, Noam Chonsky, José Saramago, José Bergamín,Leonardo Boff, Louis Altahuser, Edward S. Herman y Óscar Niemeyer. Son parte de una lista que tardaríamos semanas en completar. A ella se podrían sumar muchísimos más que sin ser comunistas, compartían los ideales de igualdad, libertad y justicia que emanaron del socialismo. Tal es el caso de Charles Chaplin, Albert Einstein, Bernard Shaw, H. G. Wells, Stephan Zweig, Orson Welles, León Tolstoi, Ernest Heminway, Luis Cernuda o Antonio Machado.

Hasta el día de la fecha el comunismo no ha sido implantado en ningún país del mundo, como tampoco el modo de vida que dicen predicó Jesucristo hace dos mil años, todo lo contrario. El comunismo no es un modo de producción en el que la economía está controlada por el Estado y dirigida por una jerarquía burocrática. Consistía en un ideal transformador de la sociedad mediante el cual los trabajadores llegasen a ser dueños de sus propios destinos, cosa que, evidentemente, no ha sucedido todavía. Lo que existió en la URSS fue un capitalismo burocratizado de Estado que impedía la libertad del individuo y de los colectivos organizados. Por otra parte, el comunismo jamás fue una amenaza para los países de nuestro entorno, antes al contrario lo que propició la Revolución Rusa de 1917 fue el fortalecimiento de los movimientos obreros en toda Europa y la reacción de los estados para acceder a las peticiones de los trabajadores como forma de evitar el contagio soviético. Es decir, a partir de 1917 los poderes públicos occidentales se vieron obligados a mejorar las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores, ampliándose al mismo tiempo las libertades y los derechos democráticos fundamentales. Sólo cuando la URSS se deshizo y los movimientos obreros europeos se debilitaron por aburguesamiento y por incapacidad para articular la defensa de nuevos horizontes, es cuando el neoliberalismo se hace dueño de la política y la economía global, iniciando un periodo de reacción y retroceso político que nos encamina, como mínimo, a una situación decimonónica en mitad de una revolución tecnológica que de momento sólo sirve a los intereses de la oligarquía más codiciosa, depredadora y deshumanizada.

Stalin accedió al poder mediante intrigas y malas artes, eliminando después a todos aquellos que le estorbaban o le hacían sombra. No fue un comunista, fue el último zar y como tal continuó con los gulags, la industria pesada y el culto al líder. Nunca fue amigo de la República española, sólo fue el único comerciante que le vendió armas a precio de oro al negarse las democracias -por miedo a Hitler- a suministrárselas tal como estaba acordado en distintos tratados. Tampoco hubo riesgo alguno de que en España se estableciese un régimen comunista, primero porque antes de la guerra ese partido era minúsculo, después porque la URSS no tenía el más mínimo interés, luego porque nunca fue una corriente mayoritaria, ni mucho menos, entre quienes defendían el orden constitucional. Si los comunistas españoles adquirieron relieve durante la guerra civil fue por su disciplina y por una capacidad de organización imprescindible cuando el Estado Democrático había sufrido la insubordinación de una buena parte del ejército y la policía. Hubo represalias, venganzas, violencia, eso es indudable, pero los llamamientos de dirigentes como Dolores Ibarruri “La Pasionaria” siempre exigieron el cese de cualquier tipo de violencia en la retaguardia, cosa que jamás se oyó a un dirigente golpista aunque tenían un poder muy jerarquizado. Luego, desde que las tropas del nacional-catolicismo impusieron en España una de las dictaduras más feroces de Europa, fueron principalmente los comunistas quienes encabezaron la resistencia y sufrieron en sus carnes la crueldad despiadada de los torturadores franquistas

Respecto a Europa, jamás existió en la URSS la intención de colonizarla; sí, la necesidad de obtener información para defenderse de posibles ataques. Sin embargo, llegada la hora, y tras el sorprendente pacto Ribbentrop-Molotov que sirvió para que la URSS pudiese rearmarse para hacer frente al nazismo- fue el pueblo ruso el encargado de derrotar al nazismo en la batalla de Stalingrado, marcando así el principio del fin del dominio hitleriano. Tras la guerra mundial, Europa comenzó su reconstrucción al calor de la guerra fría sobre las bases del Estado del bienestar y la economía mixta con el propósito de evitar cualquier intento revolucionario. Europa se convirtió de ese modo, y en palabras del nada comunista Karl Popper, en el espacio donde más se respetaron los derechos humanos a lo largo de la historia de la humanidad. No sucedería lo mismo en los países bajo su dominio o influencia.

España, pese a los tímidos deseos de Stalin y Roosevelt por desalojar a Franco del poder, continuó siendo una dictadura tal como exigió Churchill en las negociaciones previas a la Conferencia de San Francisco y confirmó Truman a partir de 1946, dejando a nuestro país sumido en la pobreza, la represión y la corrupción generalizada. Durante ese triste periodo que duró más de cuarenta años y cuyas secuelas seguimos sufriendo todavía, muchos soñábamos con la libertad gracias a las emisiones de Radio París y Radio Pirenaica, mientras Marcelino Camacho, Marcos Ana y miles de luchadores antifranquistas sufrían tortura y prisión, mientras Julián Grimau era defenestrado al patio de la Dirección General de Seguridad en la que hoy reside el Gobierno de Madrid, siempre en el lado bueno de la historia.

¡¡¡Comunistas!!!