jueves. 28.03.2024
Imagen | Nueva Tribuna

Lo mío con el comunismo viene de pura herencia genética. Unos nacen de derechas y otros nacemos de izquierdas. Luego nuestros caminos vitales pueden llevarnos por unos o por otros derroteros, pero nacemos de derechas, o de izquierdas. El actual rey nació de derechas y yo nací de izquierdas. Son cosas que pasan. Pueden cambiar a lo largo de la vida, pero hay que aceptarlas.

Soy nieto de un hombre del que no se conserva nada, o casi nada material, más allá de alguna foto y muy escasos documentos. Dejó a su mujer y a sus tres hijos para acudir a alistarse en el cuartel de milicianos a las órdenes de Enrique Líster, montado en su pueblo para frenar el avance franquista, que intentaba desbordar las defensas de la Sierra de Guadarrama.

Tras tres años de guerra le vieron pasar la frontera catalana, con los restos del ejército popular de la República para acabar encerrado en uno de esos campos de internamiento de refugiados improvisados en las playas mediterráneas. Lugares insanos, sin luz, sin agua, sin saneamientos, sin tiendas de campaña.

Un hombre herido que fue trasladado a un hospital, hasta que comenzó la Guerra Mundial y nunca se supo más de él. Quienes volvieron nada sabían de dónde acabó muriendo. Una viuda sin papeles de viudedad, tres hijos sin papeles de orfandad, duros años de infancia y trabajo para salir adelante, como tantos otros en aquellos días, en aquel país.

Desaparecido, muerto, sólo una reseña en los Archivos de la Masonería y el Comunismo, en Salamanca, donde iban a parar todos los documentos que los ejércitos franquistas requisaban pueblo a pueblo, tras fusilar a quienes no habían conseguido huir a tiempo.

Un carnet expedido a su nombre y que dice,

REPÚBLICA ESPAÑOLA

5º Regimiento de Milicias Populares

Domicilio: Collado Mediano

Estado: C   Edad: 41

Profesión: Cantero

Organización: U.G.T y P.C.

Batallón: Amanecer

He buscado alguna referencia más sobre mi abuelo, hasta la saciedad, aquí, en archivos nacionales y extranjeros, en los memoriales de los campos, en Francia, en Estados Unidos, Londres, Moscú, en la Cruz Roja. Correo va, correo viene, Nada. Hermoso nombre aún para una horrible guerra, Batallón Amanecer.

Mi otro abuelo, junto con mi abuela, arreando una bestia y cargando con sus hijos, huyendo del pueblo sobre el que se cernían las tropas franquistas. Su delito, aquello por lo que se veía obligado a huir, para no morir ejecutado en una tapia de cementerio, consistía en haber encabezado las Juventudes Socialistas Unificadas del pueblo, haber requisado tierras de los terratenientes para entregarlas a los campesinos y haber ocupado la iglesia, instalando una radio y organizando algunas tardes de baile en la misma. Nunca delitos de sangre.

Al acabar la guerra fue localizado en Madrid, encarcelado, torturado y juzgado ante un tribunal militar. Un grueso expediente judicial, cientos de legajos y testimonios del vecindario, de los vecinos del pueblo, terminó su condena y volvió a la tarea de la gente humilde, a buscar sustento para su familia, hasta su muerte en el exilio interior.

Mis padres hablaban poco, casi nada, nada, de estas cosas. Eran tiempos en los que los niños podían terminar contando en cualquier sitio cosas que traerían problemas. El silencio era obligado, la prudencia era pura estrategia de supervivencia, las visitas a los calabozos y los procesamientos se encontraban a la vuelta de cualquier esquina, en una inesperada visita cualquier madrugada.

He escrito hace poco que soy liberal y que por ello voto a la izquierda y me he visto obligado a explicar que el liberalismo verdadero no tiene nada que ver con los corruptos, los negociantes, los oportunistas, arribistas, o ultraderechistas, por más que se llenen la boca de patrias y libertad

Con estos antecedentes genéticos sólo puedo ser comunista, sólo puedo votar izquierdas. Pero en esto, como en todo en la vida, hay muchas maneras de ser comunista como hay muchas maneras de ser católico. No es lo mismo San Francisco que Torquemada, ni es lo mismo Antonio Gramsci que Iósif Stalin. No es lo mismo.

Un día, una tarde soleada, salí de casa, crucé una calle de mi barrio, Villaverde, entré en el local del Partido (entonces decíamos el Partido) y a Ramiro Fuentes, un antiguo guerrillero en Andalucía, un maquis educado, sencillo y con casi dos décadas de cárcel a sus espaldas, le pedí el carnet del Partido Comunista de España.

Un Partido Comunista que tenía sus referencias en el Partido Comunista Italiano (PCI) de Enrico Berlinguer y en el PCF del francés Georges Marchais, con quienes había promovido el experimento eurocomunista, la vía europea de construir el socialismo en democracia y libertad.

Referencias en el Chile socialista de Salvador Allende, en la portuguesa Revolución de los Claveles, o en la Primavera de Praga, que había marcado su desencuentro definitivo con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Hoy no tengo carnet, pero no por eso he dejado de ser comunista.

He escrito hace poco que soy liberal y que por ello voto a la izquierda y me he visto obligado a explicar que el liberalismo verdadero no tiene nada que ver con los corruptos, los negociantes, los oportunistas, arribistas, o ultraderechistas, por más que se llenen la boca de patrias y libertad.

Espero que hoy no tenga que explicar que soy comunista precisamente porque creo en la libertad, esa por la que lucharon, muchas veces hasta la cárcel y no pocas veces hasta la muerte, muchos militantes, mujeres y hombres que se llamaban a sí mismos comunistas. Soy comunista por herencia y por orgullo de los que fueron antes para que yo sea hoy. Soy comunista y voto izquierda porque amo la vida y creo en la libertad.

Yo soy comunista y voto izquierdas