martes. 23.04.2024

Vuelve el debate de las mascarillas, antes porque no se pusieron a tiempo, bien porque no se sabía lo de la transmisión en asintomáticos y presintomáticos o más bien porque no las había y entonces porque había que haberlo dicho, y luego porque no acababan de quitarlas en exteriores, cuando era evidente que el problema eran los locales cerrados y mal ventilados y no los espacios abiertos, y ahora que la quitan, unos que tenía que ser una decisión de los expertos, cuando llevan toda la pandemia denunciando que en el ministerio de sanidad en las consejerías correspondientes no hay expertos, ya que la comisión de alertas, la de salud pública o la ponencia de vacunas son al parecer solo los machacas de los números, que siempre son insuficientes e imprecisos que llegan tarde y se interrumpen los fines de semana y en definitiva los de las malas noticias de las restricciones para el comercio y la hostelería, ya que los expertos de verdad solo existen en el ámbito privado, preferentemente internacional, y como mucho en las cátedras universitarias y por supuesto los de los medios de comunicación, al igual que las evaluaciones y auditorías sobre la pandemia, solo pueden ser que independientes de los gobiernos y si les apuran de todo lo público, porque todo lo que tocan lo contaminan, aunque hayan sido los gobiernos y las administraciones sanitarias los que hayan llevado el peso de la gestión de la pandemia y aunque sean al final los que tengan que cumplir y desarrollar las conclusiones y recomendaciones  de los estudios para prevenir y luchar frente a las más que probables futuras pandemias.

Por suerte no piensan lo mismo en los organismos internacionales, que como la OMS ya han hecho sus primeras evaluaciones con una parte de sus expertos de origen público e incluso con ex políticos, sin vetos ni exclusiones.


Una decisión, esta de las mascarillas, que, como antes la del fin del estado de alarma, dicen ahora que debería haberse basado en los expertos y consensuado con los gobiernos autonómicos en el consejo Interterritorial del SNS, para con ello hacer honor a la tan mentada gobernanza, compartiendo así no solo las malas noticias sino también las buenas relativas a la desescalada y a la vuelta paulatina a la normalidad, aunque antes unos por exceso en el énfasis del carácter obligatorio de las medidas y otros siempre a la contra, se hayan encargado de obstruir y descalificar la mentada cogobernanza, tan pronto tildada de imposición autoritaria y luego como una dejación de funciones del gobierno malo por definición, aunque con ello hayan diluido y degradado las actuaciones coordinadas contempladas en la ley de cohesión como decisiones ejecutivas a meras recomendaciones, precisamente  para no ser cumplidas.

Lo cierto es que el fin del estado de alarma, la retirada de la mascarilla al aire libre y la vacunación del setenta por ciento a finales de Agosto las etapas que nos sitúan el camino del fin de la pandemia y de la vuelta a la normalidad

Por supuesto, de nuevo hay quien a la luz de la dramatización de la amenaza de las variantes, ignorando que éstas ganan en transmisibilidad lo que pierden en virulencia, y del estancamiento actual de los datos de la incidencia de la pandemia, consideran siempre prematuras las medidas de flexibilización, y utilizan los casos internacionales para vetar la medida o profetizar que probablemente haya que volver a ponerse las mascarillas, aunque para ello obvien que en estos casos, como el de Israel, la obligación ha sido solo para los interiores.

No quieren admitir que lo mismo hicieron con el fin del estado de alarma, profetizando una nueva ola pandémica, junto al vacío legal y el caos jurídico. Pero nada de eso se ha cumplido: ni la explosión de la cuarta ola ni la desprotección de las CCAA ni los anunciados conflictos generalizados en los tribunales. Sin embargo, eso no ha supuesto rectificación alguna por su parte ni que acaben con el mantra de que el estado de alarma es excesivo, que la legislación de salud pública es ambigua y que es necesaria una nueva ley de pandemias. Que la realidad no estropee las profecías.

Estos maniqueos se han transmitido incluso al Tribunal Constitucional, hoy dividido entre los que consideran adecuada la figura del estado de alarma frente a una pandemia, como de hecho está contemplado en la ley, y los que por el contrario consideran que una restricción de movilidad como es el confinamiento domiciliario solo cabe bajo el estado de excepción. Aunque la cuestión sea que con cualquiera de ellas tendremos que responder en el futuro a las más que probables amenazas, ambientales, biológicas o nucleares.

El colmo ha sido también el de los que dicen con rotundidad que hemos incumplido el objetivo de los quince millones de vacunados. Todo porque en su momento solo llegamos a los catorce millones y medio, y que como consecuencia, la vacunación ya no va como un tiro como dice la ministra Darias, sino que según ellos se ralentiza, aunque después de los avatares con los incumplimientos de suministro y los efectos adversos, primero de AstraZeneca y ahora de Jansen, en realidad todo lo relativo a la vacunación vaya, en particular en España, mucho mejor de lo esperado, por encima de los países de nuestro entorno europeo y en una progresión continua.

Son los mismos que antes abanderaron una campaña desproporcionada contra la combinación de la segunda dosis de AstraZeneca con Pfizer y desautorizaron el estudio del instituto Carlos III, contraponiéndolo a la ficha técnica de la vacuna, cuando luego éste ha servido de referencia para que Italia y Canadá se hayan sumado a la mayoría de los países de Europa que ya estaban combinando la vacuna de AstraZeneca con Pfizer.

Hasta Ángela Merkel, epítome de la ciencia y la prudencia gobernante, se ha vacunado combinado la segunda dosis. Pero no por ello nadie de los que calificaron la vacunación heteróloga de anticientífica y motivada por oscuras intenciones políticas han rectificado, al menos hasta el momento.
Espero que, al igual que a los menores de sesenta años se les propuso combinar Pfizer y ante las resistencias, unas lógicas y otras orquestadas, se les ofreció la alternativa de repetir con AstraZeneca, a los mayores de sesenta, que aún estamos pendientes de la segunda dosis, se nos proponga como en otros países combinar, en vez de esperar a los incumplimientos de AstraZeneca, además en la confianza de que esta vez los mismos expertos y gobiernos autonómicos que inicialmente provocaron la alarma con los efectos adversos de AstraZeneca y luego hicieron lo mismo con la combinación con Pfizer, no van ahora a hacer otro tanto con los mayores de sesenta años, al menos por no desairar a Ángela Merkel.

Asimismo, resulta lógico que primero ante los retrasos y ahora ante un flujo irregular en las vacunas se produzcan picos mínimos de acumulación de reservas de vacunas, aunque en realidad por debajo del diez por ciento en todas las CCAA no sea relevante.

En un contexto además donde nos hemos puesto a la cabeza de Europa en su administración y en un mundo donde como consecuencia de las leyes del mercado y del nacionalismo vacunal, la gran mayoría de los habitantes de los países empobrecidos sigue al margen de la protección de las vacunas y por tanto con datos de transmisión, de incidencia, nuevas variantes y de mortalidad escalofriantes. Es por eso, que hablar de incumplimiento, cuando se cumple con más del noventa por ciento del objetivo, es como se decía de la esquela de una persona aún viva, un anuncio cuanto menos exagerado.

Porque en materia de programación en salud pública, hay que desconfiar más de los sobrecumplimientos que de la aproximación al cumplimiento del objetivo. Lograr catorce millones y medio, del objetivo de los quince millones es prácticamente el cumplimiento.

Lo cierto es que el fin del estado de alarma, la retirada de la mascarilla al aire libre y la vacunación del setenta por ciento a finales de Agosto las etapas que nos sitúan el camino del fin de la pandemia y de la vuelta a la normalidad. Sin embargo, parece que no podemos evitar que el exceso, el negativismo y los maniqueos sigan monopolizando el clima informativo al final de la pandemia, aunque la realidad se resista y sea a veces muy distinta a los titulares.

Coletazos maniqueos al final del pandemónium