jueves. 28.03.2024
hambre

El colmo de la borrachera del poder despótico es llegar a insultar a la gente honrada que -como no sabe robar, o porque fue educada por sus padres para no apropiarse de lo que no es suyo, ni para hacer alzamiento de bienes, ni para vivir del cuento- se ve obligada, en una época de crisis extrema, a recurrir a la solidaridad de organizaciones sociales para llevar alimento a sus familias. Las colas del hambre, las llaman, aunque todos sabemos que son las colas de la injusticia.

Existe una señora a la que aplauden los poderosos de Madrid, y los desclasados madrileños que no creen en la justicia social, y que piensan que con arreglar su vida individual ya van sobrados y tienen la vida asegurada: esos que se creen los edulcorados y timoratos anuncios de la marca de alarmas… Y esa señora, en el colmo de una injustificada altivez, se ha atrevido a insultar a los muchos desfavorecidos que hay en Madrid, y que se ven obligados a humillarse en las colas de la injusticia para sobrevivir.

Esa señora, que ostenta en funciones la presidencia de la Comunidad de Madrid está demostrando, con su actitud reprobable, dos cosas muy importantes: la primera es que lo único que busca es el poder (habrá que preguntarle para qué lo quiere: o casi mejor se lo podemos recordar). Y la segunda es que ignora, o le importa un bledo, nuestra Constitución, que no habla de poder, sino de “poderes públicos”.

A ella le corresponde encarnar el poder público, y el artículo 39.1 de nuestra Constitución le encomienda una tarea importante en función de ello, cuando dice que “los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de las familias”. Proteger a quienes, por el contrario, insulta y humilla.

Además de un insulto, no deja de ser una ironía que a las personas desfavorecidas que tienen que recurrir a la solidaridad se atreva a llamarlos “mantenidas”, cuando ella es el ejemplo de mantenida

Quizá ella, al igual que sus antecesores, a quienes sirvió, sólo entienda de poder, o más específicamente de “poder privado”, cuando -incumpliendo otro mandato constitucional: el de que “los poderes públicos pondrán los medios para hacer efectivo” el derecho de los españoles a una vivienda digna (artículo 47)- malvendieron 3.000 viviendas públicas sociales a fondos buitre. Cambiaron de chaqueta, se olvidaron de que habían sido elegidos para ser “poder público”, y trabajaron (pagados por nuestros impuestos) a favor de los poderes privados. Ella misma, durante la profunda crisis de una pandemia, olvidó la obligación que le impone el artículo 43 de la Constitución de “organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios”.

De ese modo ha manifestado en reiteradas ocasiones que se saltaba los acuerdos, siempre vinculantes, del Consejo interterritorial de Sanidad, poniendo por encima de la salud de los madrileños los intereses privados de determinadas empresas de un sector económico concreto (el de la hostelería), al que, por otra parte, no ha prestado la más mínima ayuda: todo ello con el pretexto de defender la libertad. Llegando al colmo de la infracción de esa obligación de tutela de la salud pública, cuando su gobierno prohibió la hospitalización de enfermos de covid alojados en residencias de mayores.

En el debate en Telemadrid, esta señora dejó claras dos cosas: su falta de empatía con los problemas de los madrileños, y quiénes son sus señores: cuando hizo una explícita declaración de que seguirá con las políticas “liberales” que han despojado a la Sanidad Pública, a la Enseñanza Pública y a su obligación con las personas dependientes, de los profesionales y del respaldo que necesitan para que se cumpla la Constitución y la ley. Y que va a seguir apoyando los intereses privados de grupos de privilegio, dejando de lado lo de ejercer como poder público, que es lo que le marca la Constitución.

Además de un insulto, no deja de ser una ironía que a las personas desfavorecidas que tienen que recurrir a la solidaridad se atreva a llamarlos “mantenidas”, cuando ella es el ejemplo de mantenida. No se ha ganado jamás un sueldo que no haya tenido que ver con su dependencia del PP, y hasta el apartamento que recibe en donación de su padre procede de un movimiento de trilero, a costa de no pagar el préstamo recibido de una entidad como Avalmadrid, dependiente de la propia Comunidad de Madrid, y con todos los elementos objetivos de ser considerado un alzamiento de bienes. Es decir: una trampa para que la señora, aparte de ser una mantenida, se beneficie de una deuda impagada.

Cualquier persona decente, como las muchas que nutren cada día las colas de la injusticia, perdería el sueño con saber que se apoderó de una propiedad escamoteada con un incumplimiento de contrato y obligaciones. Pero además tendría las más horribles pesadillas de pensar en los más de 23.000 muertos en Madrid, de la inmensa cantidad de fallecidos en las residencias de mayores, y en unas UCIS que no han dejado de tener las tasas de ocupación más altas de España durante toda la pandemia: hoy día un 43%.

¿De veras los madrileños van a dar su voto a una mantenida, capaz, además, de la frivolidad de haberse dedicado a llevar las redes sociales de la mascota de su jefa?

Las colas de la injusticia