martes. 16.04.2024
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Uno de los ejemplos más populares de la teoría del caos es el aleteo de la mariposa que provoca a miles de kilómetros de distancia un vendaval. Aunque las cosas son más complejas puede servir para explicar la actual convulsión política en nuestro país tras la fallida moción de censura en Murcia. Un no suceso que provoca sucesos imprevistos. Así, Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, en una arriesgada maniobra ofensiva, ha convocado elecciones anticipadas con el objetivo declarado de librar de molestas ataduras y fatigosas trabas su proyecto político, sea este el que sea. Pero con ello ha provocado una convulsión política de graves consecuencias político institucionales para el país, convirtiendo a la Comunidad en un poderoso factor gravitacional que hace girar la política nacional entorno a la batalla de Madrid. Porque lo que se juega en las elecciones trasciende el espacio autonómico y su desenlace va a condicionar el futuro. Veamos.

La debacle de Ciudadanos en Cataluña, su cuna y espejo, es la crónica de una muerte anunciada desde que el visceral y autoritario Rivera impusiera un cordón sanitario al PSOE de Pedro Sánchez, atando el timón de su partido rumbo a la derecha, donde esperaba ocupar el liderazgo. No hace falta insistir mucho sobre el disparatado viraje desde las aguas tranquilas del centro progresista, donde inicialmente asentó sus naves, hacia las turbulentas. del centro derecha, agitadas por la presencia de Vox. Los hechos hablan por si solos. Y ahora se encuentra ante una difícil maniobra de navegación que se enfrenta, para mayor inri, a los acantilados de las elecciones autonómicas. La única posibilidad de supervivencia es conseguir ser decisivos en la elección de la máxima autoridad madrileña. Para lo que necesita superar la fatídica barrera del 5%. Si fracasan en Madrid desaparece Ciudadanos.

Para el PP de Casado, sometido a la presión que no cesa de los juicios por corrupción, el escenario no puede ser más diabólico, atrapado entre el monstruo Escila de la perdida de la Comunidad, y el monstruo Caribdis de conservarla al precio de atarse a la extrema derecha. En el primer caso pierde poder en una comunidad estratégica, en el segundo pierde el centro político y, con seguridad, toda opción de gobernar el país. La convocatoria de elecciones le ha situado en un posición de zugzwang, donde cualquier movimiento supone empeorar su situación [1]. Para la actual Presidenta, la jugada puede salirle bien porque en su imaginario político Vox es una fuerza respetable y un socio imprescindible, ¡sin complejos! Coincide con la visión de Aznar, solo que ahora no resulta posible la asimilación de un partido que no para de crecer y está integrado en el frente ultraderechista de la UE, donde Casado va a tener muy complicado explicar su alianza. Por eso Vox esta encantado (le gustaría que la operación se repitiera en otras autonomías) por la oportunidad que le brinda la ocasión de seguir escalando posiciones, y por recibir de Ayuso, en bandeja de pata, la necesaria respetabilidad.

El movimiento de Iglesias no podía ser más oportuno. Libera al gobierno de coalición de un factor de crispación que se dedican a dar patadas al Presidente del gobierno en el culo de su Vicepresidente

Más fácil lo tiene el denostado (a derecha y centro izquierda) Sánchez. Porque, al contrario de Casado, prisionero del Zugzwang, la capacidad de maniobra del Presidente del Gobierno es grande. Si Ciudadanos supera la barrera fatídica del 5% parece razonable pensar que, tras la ruptura con el PP por su OPA hostil, se avenga apoyar la investidura de Gabilondo; y si queda fuera de la Asamblea madrileña es bastante probable que consiga algunos de los escaño perdidos. Y siempre podrá contar con el apoyo de Más Madrid y UP, juntos o por separados. Es decir, en el peor de los casos, seguiría como está, que en las circunstancias actuales no es poco.

Por el contrario, lo tienen complicado en Mas Madrid y Unidas Podemos. El primero ya no se beneficia del efecto Carmena, ni del empuje de Errejón, que consiguió arrastrar a parte del electorado de Podemos. Es previsible que en esta ocasión sus resultados sean peores que en 2018. En cuanto a UP, partía de una situación más dramática, con el riesgo claro de no superar esta vez el 5%, lo que hubiera supuesto no solo un grave descalabro para la coalición, tocada ya por los resultados de anteriores elecciones en otras autonomías, sino que supondría un serio hándicap para Gabilondo en sus aspiraciones a presidir la Comunidad. Sin los escaños de Unidas Podemos es prácticamente imposible. De ahí el inteligente, audaz y oportuno movimiento de Pablo Iglesias, renunciando a la Vicepresidencia del Gobierno para encabezar la candidatura de la coalición. La operación rescate del electorado perdido se fía a la demostrada capacidad de movilización del dirigente de Podemos, lo que puede asegurar la presencia en la Asamblea del grupo parlamentario, incluso algo mayor, y que no se pierdan votos de izquierda, esenciales para derrotar a un PP crecido y asociado ya sin complejos a Vox. Pero se corre el riesgo de potenciar la crispación y el frentismo, lo que suele favorecer a las derechas, y que debilitaría el liderazgo moderado de Gabilondo. Riesgo que se incrementaría con una candidatura única presidida por Iglesias, cuyo liderazgo provoca tanto adhesiones incondicionales como rechazos furibundos. Otra cosa es que la candidatura unitaria estuviera encabezada por Mónica García, de Más Madrid, cuya figura política ha cobrado realce por su dura e inteligente oposición a Isabel Ayuso en la Asamblea de Madrid, particularmente por su errática y desastrosa gestión de la pandemia. En nada ayudaría que Iglesias cayera en la tentación de presentarse como el hombre providencial que viene a salvar a la izquierda en Madrid. En todo caso, la proporcionalidad electoral de la Comunidad permite conjeturar que, superado el riesgo de no alcanzar el 5%, puedan conseguirse más escaños por separados que juntos. De ahí que la propuesta de Iglesias a Más Madrid para concurrir unidos en una coalición de coaliciones sea, como poco, arriesgada si focaliza el debate electoral en su figura frente a la actual Presidenta. Ayuso no ha tardado en cambiar su eslogan electoral, socialismo o libertad, sustituyendo socialismo por comunismo, lo cual hace más estrambótico el eslogan, marcando el campo de juego donde pretende ubicar la elecciones. No pare muy inteligente facilitar su estrategia.

En todo caso, el movimiento de Iglesias no podía ser más oportuno. Libera al gobierno de coalición de un factor de crispación (alentada por la derecha y alimentada por los antisanchistas de izquierda) que se dedican a dar patadas al Presidente del gobierno en el culo de su Vicepresidente. El antisanchismo sistémico se manifiesta de forma abracadabrante en Abascal, visceral en Casado, o enrabietado en González y sus mariachis mediáticos, capaz de criticar a Sánchez con argumentos de la derecha, al tiempo que se critica a la derecha por sus argumentos [2]. Lo curioso es que este fenómeno negacionista se incrementa según el Presidente del gobierno sigue ganando elecciones, y aplicando políticas sociales progresistas mediante acuerdos con los agentes sociales. Donde, por cierto, ha jugado un excelente papel la Ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, propuesta por Iglesias para sustituirle. Una excelente noticia en tiempos confusos, donde parece imperar la sinrazón de la emotividad descontrolada.

Para terminar, una modesta proposición para la futura Vicepresidenta Segunda: a la hora de negociar las ayudas contempladas en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia podría ser oportuno tener en cuenta un principio de justicia distributiva que, además, refuerza el papel de los sindicatos: la socialización de las perdidas empresariales debería incluir la contrapartida de la democratización empresarial, mediante las formas adecuadas de cogestión, y la participación de los trabajadores en el capital. No es una reivindicación disparatada ni intempestiva. Simplemente, avanzaríamos hacia formas de Democracia Económica que ya existen en países como Austria, Dinamarca, Suecia, Noruega, o Alemania [3]. Se que no será nada fácil conseguir que lo acepte la patronal, pero la experiencia demuestra que es más ventajoso y beneficioso para los trabajadores que las simples, pero necesarias, negociaciones salariales y laborales. Porque equilibra las relaciones de poder en el ámbito de la economía, y permite a los trabajadores ser parte activa en el diseño de su futuro. Lo que en estos tiempos convulsos de la Revolución Digital es sencillamente vital.

Pero tal vez es demasiado bonito para que sea posible. ¿O ya no se puede?


[1] Así se denomina en ajedrez la posición de las piezas cuando estás obligado a mover alguna, pero en todos los casos pierdes.
[2] Enric González equipara a Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez, afirmando sin pudor que da igual que una parezca loca y el otro disimule mejor. (Suplemento Ideas N° 304 del diario El País) Ver: https://elpais.com/ideas/2021-03-12/normalidad-democratica.html
[3] Alemania aprobó, en 1976, una ley de cogestión cuasi-paritaria, aplicable a sociedades de capital privado más allá de los sectores estratégicos del carbón, metal y acero, ya cubiertos por un sistema de cogestión desde 1951 (ley Montan). Actualmente, la cogestión empresarial está reconocida, aunque con importantes diferencias, en 14 países del área económica europea, tanto en sociedades de capital del sector público como del privado. ETUI (2017) Board-level employee representation: State of play in 2017. Accesible en: https://www.worker-participation.eu/var/ ezwebin_site/storage/images/media/images/bler-map-2017- corrected/103464-1-eng-GB/BLER-map-2017-corrected.jpg

Claves para entender la batalla de Madrid