miércoles. 24.04.2024
el puente de los espias
Fotograma de 'el puente de los espías'

El cese de la directora del Centro Nacional de Inteligencia trae a la pantalla de mi memoria varias escenas de películas de espías con ella como protagonista.

Paz Esteban es una espía con diez trienios en el CNI. Es, por tanto, una profesional con una vocación decidida y no como, por ejemplo, Harry Palmer, ese personaje de Len Deighton que encarnó varias veces Michael Caine y cuya dedicación al oficio estaba motivada por evitar una prisión militar. Pero Esteban no era una agente de campo, como Mata Hari o James Bond, si no una analista como Jack Ryan, el héroe creado por Tom Clancy.

Como el Jack Ryan de "Peligro Inminente", Paz Esteban se ha visto responsabilizada de una misión que ha dejado de ser secreta

Y, como el Jack Ryan de "Peligro Inminente", Paz Esteban se ha visto responsabilizada de una misión que ha dejado de ser secreta. Si recuerdan, un colega de Ryan le exhibía un papel con la orden, firmada por un superior, encargándole la faena mientras le preguntaba a Ryan. “¿Tú tienes papel?”. Pero, al contrario que en la película, Esteban no ha podido salvarse porque Jack Ryan, para hacerlo, tuvo que hacerse agente de campo, cosa que no le ha sido posible a nuestra protagonista.

Todos los cinéfilos sabemos de la dureza de la vida de un espía, no tanto cuando las cosas van bien como cuando les pillan. Si ese momento se produce en tiempo de guerra, lo normal es que se les fusile preventivamente, mientras que, si ha sido en tiempo de paz, se puede convertir en moneda de cambio por alguien o por algo. Como parece haber sido el caso.

En "El puente de los espías", Rudolf Abel, el espía ruso descubierto, detenido e intercambiado, mantiene una actitud muy digna en su situación, que puede servir de ejemplo para el comportamiento actual de Paz Esteban. Forma parte ya de la historia del cine la respuesta que da Abel, varias veces, cuando se le hace notar que no está preocupado ya que se limita a preguntar, ¿Serviría de algo?

En nuestro caso parece ser que se ha producido un intercambio, pero no sobre el puente Glienicke en el río Havel, si no sobre un puente en el río Ebro. Y la transacción ha consistido en cambiar una espía por una mejora en las condiciones para la estabilidad política del gobierno de España. Aunque para muchos suponga prolongar el sanchismo con el consabido acompañamiento de populistas, separatistas y amigos de los terroristas, motivo por el cual le han llovido las críticas al presidente del Gobierno. Naturalmente, dichas críticas no se han basado en el deseo de que se jubile Pedro Sánchez cuanto antes, si no en el descrédito que el episodio puede tener para España en el mundo de los espías.

Decía Chejov que si en el primer acto de una obra aparecía un arma, ese arma debía usarse en el segundo o tercer acto. Si no, era superflua su aparición en la trama. En nuestra obra, el cese de alguien aparecía desde el primer momento por lo que, tarde o temprano, se tenía que disparar. Y le ha tocado a la jefa de los espías. Aunque me imagino la negociación vivida hasta llegar a ella.

Los afectados por el espionaje, muy previsiblemente, pedirían la cabeza de la ministra de Defensa, demanda que, también posiblemente, sería contraofertada por el cese de algún utillero del CNI. Al final, y después del correspondiente tira y afloja, el acuerdo se ha cerrado en Paz Esteban. También me parece que se ha debido pactar hasta la mis en scene. Si a doña Paz no la habían dicho nada antes, cuando leyera las declaraciones de Oriol Junqueras en El País a primera hora del martes 10 de mayo, debió empezar a recoger sus cosas en una caja de cartón de esas que usan los fired en las películas. Esas declaraciones parecían la última oferta de ERC, algo así como el “envido” definitivo y, poco mas tarde, el cese de la directora equivalía al “quiero”. Todo, también, muy cinematográfico.

Por no faltar en la trama, puede que no haya faltado ni un MacGuffin, ese recurso que usaba Alfred Hitchcock para distraer al espectador de la narración principal y hacerle pensar durante un rato en algo que, efectivamente, no tenía nada que ver con lo que estaba pasando en la historia. En nuestro caso, quizás ese MacGuffin ha podido ser el anuncio de los pinchazos telefónicos al presidente y a su ministra de Defensa. Claro que, a lo mejor no. Asegurar una cosa u otra me parece temerario y, por eso, solo lo apunto.

No quisiera terminar estas reflexiones sin destacar el altruismo de gente como Edmundo Val. Con su crítica al cese de la directora parece, o bien que es consciente de la gratuidad de su opinión, o bien es una muestra de generosidad de alguien que, posiblemente, tenga su cargo con una fecha de caducidad como la de la presente legislatura. Todo eso, dicho con el más absoluto respeto a su opinión.

Una de espías